MEDITACIÓN BUDISTA ZEN

VEN. DR. JINSIM HYOENJIN: arzobispo y maestro guía de la sangha Meditación Budista Zen, recibió Transmisión el 27 de marzo 2021 e Inga el 16 de julio 2017, y recibió los 250 votos del Bhikshu (monje) el 22 de julio 2016 por el Ven. Dr. Wonji Dharma.

Ven. Jinsim Hyoenjin es originalmente de Kansas City, Missouri, USA y ha vivido en Guadalajara, México desde 2000. Tiene más de 45 años experiencia en meditación, dos maestrías (psicología y estudios budistas), y un doctorado de Psicología Oriente-Occidente investigando métodos de meditación en las tradiciones espirituales del Oriente.

Ven. Jinsim Hyoenjin imparte clases, conferencias universitarias, charlas Dharma, retiros y talleres sobre el buda-dharma además de citas individuales para orientación y estudio personalizado.

Un arzobispo (maestro zen superior) es un obispo que, habiendo recibido Inga y Transmision de Dharma, preside varias diócesis en una gran región. Este puesto incluye algunas responsabilidades de supervisión tanto de las diócesis como de los obispos de esa región. Un arzobispo sirve como guía o instructor en asuntos religiosos; y a menudo es el fundador o líder dentro de una Orden. Además, el Colegio de Arzobispos actúa como un Consejo Rector igualitario para la Orden Zen de las Cinco Montañas.
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lunes, 11 de abril de 2016

SAIGYO EN EL BARCO DE TRANSMITIR Charla Dharma 10/ABR/2016


SAIGYO EN EL BARCO DE TRANSMITIR
Charla Dharma 10/ABR/2016
Rev. Dr. Hyonjin Prajna

Saigyo, un poeta haiku del siglo 12 y sacerdote budista de Japón, viajaba con su discípulo, Saio. Cada mañana saldrían al amanecer y al atardecer, se detendrían en una posada o un templo o la casa de un granjero o la casa de un poeta y pasar la noche. Cuando no había ningún lugar cercano dormían al aire libre bajo las estrellas.

Los dos viajeros llegaron al río Tenryu y abordaron el barco para cruzar. Justo cuando estaban a punto de salir, un samurai llegó corriendo, gritando, "¡Alto! ¡Espere!"
El barquero se inclinó ante el samurai. "Como usted puede ver, el barco ya está lleno", dijo muy humildemente. "¿Podría esperar al siguiente, por favor?"
"¡Imposible!", rugió el samurai. "¿Yo espero? ¡Nunca! Que otra persona baje del barco. ¡Eh, tú!,” le gritó a Saigyo. "¡Bájate!"
Saigyo simplemente seguía sentado allí mirando hacia el agua. Era como si no hubiera oído el orden en absoluto. Entonces, el samurai embistió a Saigyo y lo golpeó en la frente con un gran abanico plegado. La sangre brotó de la corte, pero Saigyo parecía inamovible. Saio, sabiendo lo fuerte que era su amo y además que Saigyo una vez había sido él mismo un samurai famoso, se sentó a la espera de que en cualquier momento ya, Saigyo sin duda se levantaría para tirar este samurái al agua. Pero Saigyo no hizo por el estilo. En su lugar, simplemente se levantó y se bajó del barco en silencio, seguido por el infeliz y decepcionado Saio. Con una cara de desprecio triunfante el samurai subió a bordo y el barco partió de la orilla.
"¿Por qué no dijo nada cuando le trató de esa manera?", preguntó Saio. "¿No está enojado con él?"
"No", respondió Saigyo.
"¿Pero por qué?" exigió Saio en frustración.
"Soy un monje," respondió Saigyo.
"Pero usted puede tumbar tres o cuatro de él", dijo Saio.
"No seas tonto," dijo Saigyo. "¿Qué probaría eso?"
"Pero yo estaba tan decepcionado", exclamó Saio, al punto de lágrimas. "Todo el mundo se reía de nosotros."
"¿Debo ser tonto sólo porque otros son?"
"Entonces eres un cobarde," pronunció Saio.
"¡En serio, no digas disparates! Los monjes tienen que soportar tales tonterías. De esta manera estoy determinado a entrenarme a mí mismo", dijo Saigyo. "Si no puedes hacerlo sólo dime y me marcho solo."
"Cualquiera diría que se debe vencer a un tipo tan intolerable", insistió Saio.
El maestro guardó silencio. Cuando llegó el primer barco, se lo embarcó. Saio no lo hizo. "Adiós Saio," dijo el maestro mientras agitaba la mano en despedida de su discípulo. Poco a poco el barco salió de la orilla.
Saio lo dejó ir sin decir una palabra. Le tomó mucho tiempo antes de darse cuenta de su error y se arrepintió de separarse de su amo.
El maestro, Saigyo, continuó su viaje. Se sentía como si no tuviera nada que temer en este mundo. (Martin, 1995:38-40)

Esta historia nos enseña la práctica zen en la vida cotidiana basada en nuestra mente no nacida, o sea, nuestra esencia búdica. No es algo esotérico ni misterioso: es simplemente dedicarnos a nuestras actividades cotidianas con plena atención y sin permitir que nuestros actos se contaminen por la ira ni por otras emociones negativas. Como el maestro zen japonés, Bankei, del siglo 17 nos explica:

Si realizas todas tus tareas con toda tu energía, estás cultivando la mente no nacida. Si cuando estás cavando en el campo hablas con la gente a la vez que cavas, entonces estás cavando mientras hablas y estás hablando mientras cavas. Pero si cavas con ira, tu trabajo se vuelve malvado, merecedor de castigo en el infierno, y tu trabajo es laborioso y doloroso. Si cavas sin las nubes de la ira ni otras contaminaciones (kleshas de codicia, ira, y engaño), tu trabajo será agradable y fácil. Se convierte en un trabajo de la mente búdica no nacida, inmóvil. (Hodge, 2004:128)
Lo que Bankei está diciendo es que nuestro trabajo espiritual consiste en vivir la vida cotidiana en la mente búdica, lo que él llama la mente no nacida, la que es pura y libre de contaminantes. Cuando eliminamos los estados mentales negativos, nos ponemos en relación más estrecha con ella. Bankei explica que se puede elegir el modo de obrar o reaccionar a una situación. El solía decir que nos enfadamos porque elegimos a enfadarnos, aunque nos parece que otros nos enfadaran. De hecho, nos enfadamos por nuestra creencia equivocada y egocéntrica de que tenemos que cuidar de nuestros “número uno”, de nuestro ego precioso o sentido del yo. Las emociones fuertes de ira, codicia, lujuria, envidia, miedo, y frustración surgen de la ignorancia y están al acecho cerca de la superficie de la consciencia, dispuestas a irrumpir cuando se lo consentimos. Para superarlas, Bankei sugiere que se aplique la visión clara, es decir, entender que estos estados emocionales negativos no son realmente nosotros. Somos la mente búdica primordial, la mente no nacida. Lo que es una ilusión es ese ego precioso que creemos que tenemos que proteger. Según Bankei, elegir vivir simplemente 30 días con plena atención a lo que estamos haciendo y a evitar los estados emocionales negativos, llegaremos a vivir para siempre así de manera espontánea y nos sentiremos siempre extraordinariamente bien.

Pero no estamos diciendo ignorar ni suprimir las emociones. Las emociones en sí no son buenas ni malas, simplemente son lo que son, reacciones físicas basadas en ideas mentales.  Tienen su función con cualquier fenómeno del universo. Las emociones nos alertan a algo que necesita nuestra atención para responder adecuadamente a la situación presentándose, como una amenaza exterior, o para soltar una ilusión del ego. Hace poco leí en Facebook una cita de la sangha hermana en Nueva York, la cual se llama ZEÑ: Zen en Español, sobre el valor del enojo y como se vuelve un problema sólo cuando lo ignoramos o lo suprimimos:

Sentirse enojados no es un problema. Sentirse enojados con respecto a ilusiones que no lo merecen, o no sentirse enojados en relación a realidades que demandan acción inmediata, sí es un problema.
Si estás estudiando con un maestro que siempre está feliz y que te está enseñando a suprimir sentirte enojado para poder ser un bodhisattva burbujeante y compasivo, por favor, por tu propio bien, deja a ese maestro. Encuentra a alguien que, en lugar, te rete y te ayude a aclararte a ti mismo con respecto a cuál es el uso correcto del sentir enojo.
Es decir, el enojo en sí es simplemente una emoción, ni buena ni mala. Tiene su lugar y su función apropiada. El apego al enojo más allá del momento presente crea sufrimiento a uno mismo, y probablemente obstaculice nuestra capacidad de responder apropiadamente a la situación presentándose. Si un esposo está abusando a su mujer, o una madre está abusando físicamente a su bebé, o un hombre está violando a una mujer, o una persona está torturando a un animal, debemos sentir enojo. Tenemos una obligación a responder directamente a la situación, tomar acción, y proteger la víctima. Sería egoísta no sentir nada o negar el enojo frente a estas situaciones. Al mismo tiempo, enojo basado en proteger a nuestro propio ego, o para satisfacer nuestra propia codicia o lujuria, este enojo está basado en ilusión y engaño de uno mismo, y es por medio de primero sentir el enojo, prestar atención a ello, y aclarar lo que es el engaño o egoísmo, luego se puede dejar ir la emoción, confiando en que no hay nada realmente allí de sustancia. Irónicamente, es sólo cuando ignoramos nuestro propio enojo, culpando a los demás, o fingiendo no estar enojados, que distorsiones surgen obstaculizando nuestro bien estar y la claridad de nuestra verdadera mente búdica.  
Para mí, la forma más sencilla para trabajar con las emociones fuertes en la práctica cotidiana es usar las señas del triple AAA, las letras que representan Abstener, Atender, y Aprender. Cuando percatamos las emociones fuertes surgiendo, o por síntomas físicas o por pensamientos agitados, es el momento de abstener de actuar. Atendemos a estas emociones fuertes con plena atención a las sensaciones en el cuerpo y la mente, volviéndonos uno con ellas. Así que, dejamos estas emociones revelarse por lo que son, aspectos de nuestra verdadera esencia, experimentadas como vacío, armonía, y equilibrio. Ya tranquilos y en paz, podemos responder directamente a la situación a nuestro alrededor con más claridad y sabiduría, lo cual sería obstaculizado o distorsionado si solamente reaccionamos desde lo instintivo de lo condicionado. Ya, basado en nuestra mente búdica, podemos funcionar como expresión de nuestra naturaleza búdica. Cuando se ha atendido a la situación por completo, se aplica el tercero paso de aprender, tomando un momento a reflexionar como nos fue, es decir, ¿qué hemos aprendido y cómo podríamos mejorar nuestra práctica la próxima vez que surgiera el mismo problema? Hay siempre algo a mejorar en el cultivo gradual y continuo de nuestra práctica. Cuando practicamos así, nuestras vidas van a mejorar y nos daremos cuenta con más y más lucidez lo que ya somos de verdad. Como dice Bankei:

“…en lugar de intentar convertirte en Buda, prueba a tomar el atajo y conservarte como Buda.”





Obras citadas
Hodge, Stephen. Zen de los Maestros. Editorial EDAF, S.L.: Madrid España. 2004.
Facebook. Grupos. ZEÑ: Zen en Español, 7 de abril 21:20. 
Martín, Rafe. One Hand Clapping. Rizzoli: New York. 1995.

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