Ozmo Piedmont, PH.D.
En esta temporada, nuestros pensamientos vuelven al espíritu navideño simbolizado por la entrega de regalos. Puesto que los regalos son tan integrales a las celebraciones, vale la pena reflexionar sobre el sentido del regalo. ¿Qué significa el acto de dar un regalo y qué queremos expresar? El Buda dijo “Hay dos tipos de regalos: el regalo de cosas materiales y el regalo del Dharma. El mayor de estos es el regalo del Dharma.”[i] El regalo del Dharma se basa en nuestra capacidad de dar del corazón. Para los budistas, la palabra Dharma significa ley, verdad, o las enseñanzas del Buda.[ii] Entonces si nuestro regalo de Navidad tiene esta capacidad de demonstrar y enseñar las leyes cósmicas del universo, entonces sirve para revelar paz, alegría, y amor, la esencia de Navidad. Hasta los regalos más insignificantes pueden revelar este tesoro del Divino en nosotros.
Este tesoro del budismo es descubrir Lo Eterno en nosotros mismos. Por medio de la meditación y la práctica espiritual, se descubre Lo Divino, que siempre es presente en nuestro interior, pero encubierto por obscuraciones de codicia, frustración, y confusión, ó sea, los tres venenos de obscuraciones mentales. Sin embargo, dentro de cada uno de nosotros son las semillas de la alegría verdadera, listas a brotar si las regamos con amor, compasión, altruismo y cariño. Esto es lo que significa la imagen de la Bodhisattva Kánzeon, una mujer de pie sobre una flor de loto, y en sus manos vierte un vaso conteniendo el agua de la misericordia y la compasión a todo el universo.
Bodhisattvas son seres iluminados muy especiales en el budismo, los que posponen su salvación final, su entrada al Nirvana de la paz y a la Liberación completa del sufrimiento, para dedicarse al alivio del sufrimiento en todos los seres sensibles. Hacen esto por su compasión al mundo, viendo que no pueden dejar atrás a sus familiares, sus amigos, sus queridos en el mundo del sufrimiento, el samsara. No hasta que el último de los seres sensibles en el Universo ya haya pasado al Nirvana, que por fin el bodhisattva puede entrar también. Es un símbolo de la compasión infinita, el sacrificio personal por la liberación y el beneficio de todos en el universo. Kánzeon es una imagen de la madre celestial, vertiendo las aguas de compasión sobre toda la tierra. De hecho, su nombre significa “La que responde a los llantos del mundo”.
Kánzeon es una figura bien amada y valorada por todo el Oriente, de la cual no siempre era una imagen feminina. Su historia comienza en la India como Avalokiteshvara, un hombre celestial representado con mil brazos, cada uno con un ojo en la palma, simbolizando que él puede manifestarse en una infinidad de formas para el apoyo y la salvación de todos los que le pidan ayuda. Cuando su imagen llegó al Tíbet, su nombre cambió a Chenrezig, y comienza a verse más y más una combinación de características combinadas entre lo masculino y lo femenino, eventualmente llegando a ser asociado mucho con la imagen femenina de Tara, también relacionada con la compasión y la sabiduría. Luego, como su culto se esparció por el resto de la China y el Oriente, se ve más y más representado como una hermosa mujer, joven o madura, dónde se llamaba Kwan-yin. Finalmente, al llegar al Japón, su imagen ya es totalmente feminizada, y se le conoce como Kánzeon. Es interesante notar que en todos estos países, en mucho de la iconografía se puede ver matices de los dos géneros a la vez, con cabello largo, faldas, facciones delicadas, pero con un ligero bigote sobre su boca, y con o sin senos. Es una manera expresar simbólicamente que Lo Divino en nosotros transciende toda dualidad, y en esta transcendencia, somos uno con Lo Infinito, y todas las características psicológicamente se puede utilizar en la realización de nuestra naturaleza búdica: la fuerza física combinado con la receptividad emocional, lo dinámico con lo sensible, la compasión con la sabiduría. La meta en el budismo es encontrar este equilibrio adentro de nosotros, y lograr la harmonía entre los opuestos, llegando a experimentar directamente nuestra unicidad con Lo que No-nace, No-muere, No-cambia, No-formado, y Lo que es Eterno en cada uno de nosotros.
Al mismo tiempo, el énfasis que la cultura oriental a puesto sobre la imagen femenina en la forma de Kánzeon y Kwan-Yin nos muestra la cualidad más accesible para el descubrimiento del Infinito en nuestras mentes y corazones, la que se conoce como la compasión. Puesto que Kánzeon responde a los gritos del mundo, ella responde a las necesidades de cada persona en exactamente la manera que se necesita para aliviar su sufrimiento y encontrar la paz. Tal vez esto es lo más importante, amar cada momento y a cada persona de esta forma, simplemente hacienda lo que hay que hacer aquí y ahora, valorándonos el uno al otro, y abriéndonos a la paz, es todo lo que se necesita hacer.
Y el tiempo perfecto para practicar esta actitud, mostrando nuestro amor y apoyo, es durante la Navidad. En vez de dar a los demás desde la perspectiva de la obligación, el deseo, o el materialismo, se puede utilizar el acto de dar regalos como una práctica espiritual, expresando la consciencia divina en nuestros corazones que busca la forma más adecuada para traer la alegría a los demás, mostrando nuestro estima y apreciación a nuestros queridos y amistades. Y como Kánzeon, se espera que este acto de entrega y compasión se extienda más allá de nuestro círculo familiar. Porque cuando se da incluso a los desconocidos, los desamparados, y los desafortunados, esto es la expresión más pura de la compasión, ya que sin buscar reconocimiento ni recompensa, traemos la paz y la alegría a todos, sin considerar si la persona lo merece o no. Así amamos incondicionalmente, y este amor puede suavizar todas las penas del mundo. Esta clase de amor es activa, mostrándose por medio de actos de caridad y cariño. Se puede donar tiempo, comida o dinero a organizaciones de caridad. Pero lo que es igualmente importante es buscar por todo el año lo que no cuesta nada material, el regalo de la compasión: comprensión, solidaridad, paciencia, y aceptación. En vez de criticar ó juzgar a los que están a nuestro alrededor, tomemos un momento considerar como ayudar al otro en la forma más apropiada. A veces una palabra suave, una sonrisa, o un gesto de apoyo pueden aliviar mucha tensión y estrés en el trabajo o el hogar. Cuando surgen las sensaciones de enojo, irritación, impaciencia, y molestia, es el momento de dejar la compasión manifestarse. Los budistas zen consideran estos momentos de crisis muy valiosos para limpiar nuestro karma y liberarnos, tanto nosotros como a los demás, del sufrimiento. Se lo hace por medio de la aplicación del triple AAA, lo que representa Abstener, Atender, y Aprender. Primero, cuando una situación nos estimula una emoción fuerte, se toma un momento para no reaccionar instintivamente, puesto que este instinto la mayoría de las veces se basa en el condicionamiento, el cual refuerza el egoísmo. Se requiere el esfuerzo interior de no reaccionar al mundo basado en los venenos se las obscuraciones mentales, conocidos como las kleshas en budismo: la codicia, la frustración, y la confusión. El segundo paso es Atender a la sensación, observando muy atentamente la emoción y los pensamientos, sin intento de eliminarlos, reprimirlos, ni fomentarlos más. En el acto de observarlos con atención vigilante, terminando de identificarnos por completo con el objeto de observación, la sensación de molestia ó frustración. En estos momentos de observación, se puede comenzar a percibir que la emoción comienza a disminuirse poco a poco, puesto que no se le está alimentando de ninguna manera, hasta que por fin desaparezca. Ya se puede literalmente pedir ayuda a Kánzeon, buscando lo que es bueno hacer en este momento, lo que puede aliviar el sufrimiento y resolver el problema. Este es el acto de caridad y compasión, lo de no hacer lo que es instintivo basado en los hábitos egoístas. En este momento, uno efectivamente está identificándose con Lo Infinito, en la forma de nuestra naturaleza búdica, que tiene la cara de Kánzeon, la bodhisattva de la compasión. Al recibir esta inspiración de cómo proceder, se da por completo al acto, con toda confianza y sin miedo. Ya es el momento para el tercer paso, el de Aprender. Es el momento para reflexionar en que pasó, revelándonos nuestros propios patrones de karma. Incluso, consideramos si nuestras acciones están de acuerdo con las enseñanzas del Buda expresado en su ética del Dharma y el principio de compasión simbolizado por Kánzeon. En este aprender, se considera lo que hemos hecho bien, y lo que se puede mejorar para la próxima vez que el mismo patrón surgiera.
Este proceso puede tardar unos segundos o unos días. De todos modos es un acto de amor y compasión, porque ya no somos víctimas de las tendencias que nos causan dolor y sufrimiento del pasado. Hemos actuado basándonos en la sabiduría del Universo. Y nuestras acciones son libres de egoísmo y karma negativo. Si se puede practicar de esta forma en la vida cotidiana, se despierta a lo más puro del sí mismo, lo del amor infinito. Así, se vive cada día como Navidad, porque cada día se vuelve un regalo de paz y compasión. Tal regalo va más allá de cualquier religión ó dogma. Es el corazón de Universo, y la cara de Kánzeon.
[i] Bhikkhu Ñanamoli. 1992. The Life of the Buddha. Pariyatti Editions: Onalaska, WA., USA. p. 200.
[ii] Roshi Jiyu-Kennett. 1999. Zen is Eternal LIfe. Shasta Abbey Press: Mount Shasta CA., USA. p. 308.
OZMO PIEDMONT, PH.D.
MEDITACIÓN BUDISTA ZEN
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