EL ZEN DEL CALCETÍN VIEJO
Rev. Hyonjin Sunim
(Aquarius, Febrero-Marzo, 2013)
¿Cómo un calcetín viejo puede ser el más valioso tesoro del mundo? En Zen, lo más esencial para la práctica espiritual es tomar refugio en Tres Tesoros: el Buda, el Dharma, y la Sangha. Se llaman tesoros porque nos alivian del sufrimiento relacionado al dolor, la vejez, la enfermedad, y la muerte, puesto que no hay nada más valioso que lo que se encuentra justo aquí y ahora, frente a nosotros siempre. No es que de repente el dolor y lo difícil en la vida de repente desaparezcan, sino que descubrimos como vivir en paz con la vida justo como es. Aprendemos la paciencia, la aceptación, y la autocompasión para este cuerpo y la mente chica, los que tienen que aguantar tanto en cada momento. La primera enseñanza del Buda hace 2,500 años, justo después de su Iluminación, era que la vida es sufrimiento. Así es. Nadie puede escapar este hecho. Todos descubrimos que este cuerpo está limitado, que envejece, se enferma, y eventualmente muere. Deseamos que sea diferente. Y este deseo de cambiar lo que es inevitable nos causa sufrir. Nos obsesionamos con cirugías plásticas, maquillajes, vitaminas, ejercicio, ropa fina, y todo tipo de distracciones de sexo, drogas, alcohol, entretenimiento, y estímulo de los sentidos. Pero tarde o temprano, la vida nos enseña que nada de esto es un remedio permanente. Resistiendo este hecho, sufrimos. Pero este sufrimiento no es necesario.
Aunque no se puede eliminar el dolor, la enfermedad física, y la muerte, en cambio, se puede eliminar el sufrimiento. El sufrimiento es un aspecto de la mente chica, la parte de nosotros que quiere creer que no debería ser así, que no merezco esta experiencia, que es injusto y horrible lo que estoy pasando. Por supuesto, todos hemos pensado esto de vez en cuando, pero la consecuencia es más sufrimiento, puesto que no estamos presentes con lo que es la vida justo en este momento. Aprendiendo la aceptación de como son las cosas, incluso las debilidades del cuerpo, sus limitaciones, y su fragilidad, es cuando aprendemos la lección más importante de la vida, que se puede descubrir la paz y agradecimiento justo en medio del dolor, que todo es perfecto justo como es, si soltamos cualquier resistencia a lo que la vida nos está presentando. Pero, para lograr esta realización, es casi más allá de la mente chica, la que es condicionada y habituada a patrones negativos y dañinos. Por esto, cuando por fin la mente chica, que siempre creía que estuviera en control, que pudiera resolver todo, como si fuera el centro del universo, ya se rinde, y se abre a una consciencia más auténtica y liberada dentro de nosotros mismos, nuestro sí mismo que no nace, no envejece, y no muere, lo que los budistas llaman, nuestra Naturaleza Búdica. Por esto, la enfermedad y el envejecimiento, los dolores y los momentos difíciles, pueden ser oportunidades para descubrir el tesoro adentro. Es solo cuando reconocemos que de verdad necesitamos ayuda, que por fin tomamos con plena corazón el refugio en el Buda, el Dharma y la Sangha.
¿Qué significa refugiarse en el Buda, el Dharma, y la Sangha? Cuando tomamos refugio en estos tres tesoros del Budismo, nos estamos abriendo nuestros corazones y nuestras mentes a la paz y la sabiduría innatas dentro de nosotros. Todo sufrimiento es un aspecto de la mente chica, la mente del pensamiento e impulsos mentales. ¿Como se puede pasar más allá de estos pensamientos para descubrir el sí mismo? Irónicamente, usando un pensamiento se puede romper el apego a los pensamientos. El Maestro zen Seung Sahn de Corea recomendó que nos hagamos la pregunta más importante del mundo: “¿Quién soy?” Sin embargo, cualquier respuesta basada en ideas o conceptos nos mantiene aferrados a la mente chica, el aspecto de la personalidad que sufre. Pero al aceptar que la mente chica no tiene la respuesta, se abre a la percepción directa del sí mismo. Al decirse “no sé”, cortamos todo pensamiento y regresamos a la Mente antes del pensamiento, o sea, el vacío, la sabiduría, y la compasión de la Naturaleza Búdica. Esto es el verdadero sí mismo.
“Buda” en sánscrito significa “despertar.” Al preguntarnos “¿Quién soy?” y respondiendo con la mente “no sé,” nos despertamos a nuestra verdadera Mente, la consciencia cósmica, o sea, el Buda interior. Todo lo que sea limitado, cambiable, e impermanente, no es nuestro sí mismo. Esto incluye el sufrimiento, impaciencia, pensamientos, y estados emocionales y mentales. No obstante, lo que no se altera frente a estos pensamientos cambiables, es Buda. De hecho, todo es Buda, incluyendo tu mente y cada cosa fenomenal. Cuando no se altera, todo es uno con todo, todo es bello y perfecto justo como es. Este es el Tesoro del Buda.
Es como cuando el Maestro Seung Sahn visitó un museo en París hace unos años y vio un cuadro curioso, el que era una pintura de dos calcetines viejos y gastados, con agujeros. Se lo consideraba este cuadro el mejor cuadro de la exposición, y el museo había pagado mucho dinero por él. ¿El Maestro se preguntó, “Por qué este cuadro significa tanto?” Al contemplarlo por un rato, comprendió su significado interno. Aunque los calcetines aparentaban muy feos, sin embargo, un ser humano había caminaba muy lejos en ellos. La persona había pasado por muchas experiencias, gastando mucho esfuerzo, causando muchos agujeros en los calcetines, reflejando mucho sufrimiento. Este cuadro enseñaba algo importante de la vida humana: aunque eran sucios y feos, la vida que los ocupaba era bella. Esta vida ordinaria, la que normalmente ignoramos, es noble, bella, y hermosa en sí, incluyendo con todos sus agujeros, suciedad, desafíos, y su sufrimiento. La belleza que se aprecia en este cuadro es lo que llegamos a apreciar en nosotros mismos: esto es el Tesoro del Buda.
Lo que nos obstruye de apreciar esta belleza en nosotros es el apego a ideas, la idea que me gusta algo o no me gusta algo, la idea que deseo algo o no aguanto algo. Cuando aprendemos a soltar el apego, aceptando que todo es transitorio, y comenzamos a ver las cosas como son, como si fuera la primera vez de verlas, como en un cuadro de calcetines viejos. Así descubrimos el Tesoro del Dharma cuando la belleza interior brilla sin los obstáculos de deseo o aversión, sin miedo, resistencia, resentimiento, juicio, ni descontento. El Dharma verdadero es la perfección interior mostrándose y expresándose al mundo exterior. Se percibe ya por medio de los pensamientos la Verdad suprema, la sabiduría que se revela libre de preferencias y aversiones. Esta Dharma es lo que el Buda enseñaba durante su vida, y es lo que cada uno de nosotros descubre por si mismo, lo que es siempre dentro de nosotros aquí y ahora.
Cuando descubrimos esta Verdad, luego surge naturalmente la aspiración de ponerla en práctica en la vida cotidiana, con nuestras familias, comunidad, y la sociedad, lo que se llama la Sangha. Pero, ¿cómo? El Buda nos dio un guía de como llevar una vida equilibrada y en armonía con los demás y con uno mismo. Es un mapa de como llevar una vida correcta, la Vía de los Budas, revelada en una seria de guías basada en la bondad, la ética, y la moralidad, lo que comenzó esbozado en el Sendero Óctuple del Buda, y se cristalizó en Los 5 Preceptos del Zen: no mater, no robar, no hacer mal uso de la sexualidad, no mentir, y no nublar la mente con intoxicantes. Cuando seguimos estas guías, combinadas con la meditación, la mente chica se tranquiliza, revelando su belleza interior, lo que es la Iluminación. Cuando se descubre esta belleza interior, el Buda interior, naturalmente surge la compasión de ponerlo en práctica en el mundo con otros seres humanos. Así, esta menta calma y lúcida, la que es la Iluminación, nos lleva a vivir en armonía con todo el mundo y con todos los seres sensibles por doquier. Por lo tanto, queremos compartir esta alegría con todos. Queremos que todos alcancen la misma Iluminación, la alegría y la liberación del sufrimiento. Esto es El Tesoro de la Sangha. Tomar refugio en el Buda, el Dharma, y la Sangha es descubrir nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera forma de actuar, y nuestro verdadero trabajo. Nos descubrimos que nuestra vida es perfecta, como un viejo calcetín. Aunque sea vieja y gastada, la vida que lo lleva puesto es noble y admirable, llena de bondad, amor, y compasión, lo eterno pisando la vía de los Budas.
Bibliografía
Sahn, Seung. (2002). La Brújula del zen. La Liebre de Marzo: Barcelona, España.
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