EL LABRADOR
Ozmo Piedmont, PH.D.
En la Tripitaka, el Canon Pali, el Buda utilizó una metáfora muy genial para demostrar el sentido de la práctica espiritual en la vida cotidiana, comparándose a sí mismo a un labrador en el campo arando la tierra y sembrando la semilla. Cuando un granjero le preguntó por qué se consideraba un labrador si no llevaba ni arado ni semillas, el Buda contestó:
Mi semilla es la fe, mi lluvia el control,
Mi arado y mi yugo son el entendimiento,
Mi palo es la consciencia, la mente es mi lazo,
Y la atención vigilante mi zapato y mi aguijón.
Cauteloso en el cuerpo y el habla
Y moderado en el uso de la comida,
La Verdad es el cosechar que hago,
La paciencia es como quitarme el arnés,
Mi buey enjaezado es la energía,
La que se recurre para que cese la esclavitud,
Pasando a donde no hay tristeza
Y nunca más volviéndose atrás.
Arar así es lo que hago;
Lo que tiene la inmortalidad como su fruto.
Él que ara de esta manera se liberará
De todo sufrimiento.[1]
Nuestra práctica comienza con la semilla de la fe, cuando algo nos llama desde adentro, invitándonos a buscar una forma de vivir en el mundo basada en la paz y la compasión, y confiamos que esta llamada es real e importante. Cuando comenzamos a abstenernos de reaccionar en formas egoístas, entonces nos regamos con nuestra aspiración, purificando nuestro karma y encontrando la liberación del sufrimiento. Nuestras herramientas son el yugo, nuestra práctica espiritual conectándonos al Divino, y el arado de la comprensión correcta, el que rompe la tierra dura de la ignorancia, preparando nuestras mentes para que recibieran las nuevas semillas del Dharma. Lo que nos mantiene en el camino de la práctica es nuestra consciencia basada en la Naturaleza Búdica, la voz interior aconsejándonos, y junto con la mente, nos mantienen bien enfocados en como encontrar el mejor camino posible. Con la mente y la consciencia trabajando juntas, se puede desarrollar la herramienta más indispensable, la atención vigilante, permitiéndonos la habilidad de mantenernos en el presente observando sin prejuicio la realidad a nuestro alrededor. La utilizamos como aguijón, suavemente animándonos a seguir el camino adelante. Si estamos cautelosos con el cuerpo, su mantenimiento, y nuestra forma de comer, entonces nuestro trabajo está facilitado y más eficaz, puesto que tenemos un cuerpo saludable, fuerte, y resistente. Nuestro cosechar es el descubrimiento de la Verdad, tanto adentro como afuera, o sea, nos damos cuenta de nuestra conexión íntima con el Infinito. Tener paciencia con todo lo que hacemos nos da la oportunidad de purificarnos del arnés de los tres venenos de deseo, frustración, y delirio. Esto requiere la energía de la dedicación para liberarnos de las influencias negativas de los venenos en nuestro karma y nuestras mentes. Con esto se logra la Iluminación, cambiándonos nuestro karma, viviendo la vida en una forma más sana. Nos comprometemos a seguir este camino, porque se puede experimentar los resultados en carne y hueso, una paz profunda llegando a la salvación, la transcendencia de la muerte, y la liberación del sufrimiento para siempre.