LA ILUMINACIÓN:
SOLTANDO EL YO, SE ENCUENTRA EL NO-YO
Ozmo Piedmont, Ph.D.
La Iluminación no es la meta del zen, sino un subproducto resultando del trabajo en solucionar el koan de nuestras vidas. Un koan es un acertijo espiritual del cual se encuentra su solución por medio de la meditación, la práctica, y la contemplación. Se lo resuelve de una forma intuitiva, no por medio del intelecto ni la razón. El Buda no salió de su palacio real buscando la iluminación. Salió buscando una solución a su koan principal de su vida: ¿Cómo escapar el sufrimiento basado en la vejez, la enfermedad, y la muerte? Vagando varios años en su búsqueda espiritual, descubrió que no se puede escapar por ascetismo ni por distracción de sensualidad. Primero, hay que enfrentar la vida, aceptarla como es, y luego superarla. El Buda encontró la solución a su koan al descubrir su conexión íntima con Lo Eterno. Sentándose debajo de un árbol, se puso muy silencioso, sin moverse ni el cuerpo ni la mente. En esta manera, se reveló la verdad del origen y el fin del sufrimiento. Mientras que se aferraba a un concepto del yo, con sus deseos, inseguridades, miedos, y delirios, sufría. En cambio, su liberación del sufrimiento se basaba en el no-yo. En la misma forma, todos estamos entrando en el camino espiritual buscando una solución a nuestras dificultades de la vida, todo un reflejo de este koan básico del Buda, o sea, todos sufrimos, buscando soluciones exteriores basadas en un yo permanente y sus deseos. Cuando ya estamos hartos de nosotros mismos, cuando hemos probado todo y nada a resuelto el problema, cuando ya no podemos más, y que, por fin, estamos dispuestos a soltar nuestro yo, con sus miedos, sus dudas, sus críticas, dejando todo, para encontrar nuestra verdadera identidad, es cuando se comienza a resolverse nuestro koan. Por esto, nos sentamos en la meditación, tranquilizándonos, para derribar las barreras interiores, enfrentando lo que nos pensábamos a ser, un yo chico, llegando a encontrar lo que somos de verdad, el no-yo. Así comenzamos el trabajo espiritual de purificación de nuestro karma para descubrir la plenitud, la unicidad, del no-yo. En la escritura El Más Excelente Espejo – Samadhi se lee: “Tú no eres Él, Él es todo tú.” Esta frase quiere decir que nuestra identidad se encuentra en el no-yo, más allá del ego. El yo está perdido en delirio mientras que se cree separado, permanente, y el centro del universo. Pero no es cierto. Es justo esta creencia que nos crea mucho sufrimiento. Es nuestra responsabilidad, y la verdadera meta de toda religión, la de abandonar el ego con sus delirios de separación para reconectarnos con el no-yo, lo Eterno. Al resolver el koan de la vida, la consecuencia es la Iluminación. En otras palabras, la Iluminación es nuestra capacidad de ver lo Eterno en todo, incluso en todo aspecto de nosotros mismos. Por eso, se lee en la escritura El Más Excelente Espejo – Samadhi, “En esta actividad superior de no-mente, ¡Mira!, el hombre de madera canta y la mujer de piedra baila.” La no-mente es sinónimo con el no-yo, lo que trasciende los límites del ego, en otras palabras, nuestra Naturaleza Búdica, lo Eterno, dándonos una perspectiva más amplia, y dejándonos ver que todo es Lo Eterno en sí expresándose en cada cosa en cada momento. Todo está celebrando esta conexión porque todo es de verdad lo Eterno. Cuando nos ponemos silenciosos en la meditación sentada del zen, la mente deja de agitarse tanto, y podemos ver más allá de las distracciones de los pensamientos y las sensaciones, experimentando ya lo que no tiene palabras, lo que no es un objeto, lo que no tiene comienzo ni fin. Es lo que experimentamos como una Presencia, una paz interior, una alegría constante, a pesar de que las cosas parezcan a surgir, crecer, y morir. Algo en nosotros reafirma que todo este cambio es exactamente como debería ser, y que nada nace ni muere, porque todo es un aspecto del Infinito. Todo es Buda, incluso los desafíos, los pensamientos, y los errores, porque todos son Buda Universal enseñándonos nuestra conexión y nuestra unidad básica con Él. Nuestra práctica nos revela eso en cada momento, puesto que lo Infinito está manifestándose en nuestras vidas, revelándose de nuevo en las particularidades de nuestras acciones. Nuestro ego, nuestro yo chico, comienzan a soltar las riendas del control, dejándonos fluir en el río infinito del no-yo, que se percibe como el cambio, el cual es la segunda ley del universo llamado “anicca”: Todas la cosas fluyen porque nada es permanente. Aceptando la realidad de cómo son las cosas, podemos transcenderlas. En esta manera el Buda superó su koan, descubriendo el fin del sufrimiento basado en la vejez, la enfermedad, y la muerte. Porque en Lo Eterno no hay nacimiento ni muerte, ni comienzo ni fin. Todo ES, aquí y ahora. Todo expresa la realidad de lo que es presente siempre. Esta realización, cuando experimentado directamente, nos deja bailar y cantar con las rocas, las plantas, los animales, y todos los seres por doquier, porque “todo es Uno y al mismo tiempo todo es diferente.” No hay necesidad de sufrir, ni escapar, ni temer, ni odiar porque confiamos en que todo es efectivamente lo Eterno expresándose en lo temporal, experimentado como la paz y la alegría…la Iluminación.
Bibliografía:
Jiyu-Kennett, R. M. Roar of the Tigress, Vol. 1. Shasta Abbey Press: Mount Shasta, California, 2000.
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