ACTITUDES
PARA LA PRÁCTICA DEL ZEN
CHARLA DHARMA
29/09/13
Rev. Hyonjin Sunim
(Ozmo Piedmont,
Ph.D.)
El maestro
tibetano Nyoshul Khen Rinpoche una vez dijo en cuanto a cómo practicar el zen:
“Me gustaría daros un pequeño consejo a todos. Relajaos.
Simplemente relajaos. Portaos bien los unos con los otros. En vuestra vida,
simplemente sed amables con los demás. Intentad ayudarlos en lugar de hacerles
daño. Tratad de acompañarlos en lugar de abandonarlos. Os dejo con esto y con
mis mejores deseos.”
Suena fácil, ¿no?
como nos enseñaron en el jardín de niños, lo de ser amables, y cuando es la
hora del descanso, relajarnos por un rato sobre nuestros tapetes con nuestras
almohadas. Entonces ¿por qué es tan difícil hacer ahora? Nos tratamos muchas
veces con impaciencia, agresión, irritación y desprecio. Cuando es la hora de
meditar, surgen un montón de distracciones, todas tan importantes que no pueden
esperar ni unos minutos hasta que terminemos la meditación. Si practicas para lograr algo, la paz y la
alegría y buena salud por ejemplo, es muy difícil mantener la práctica. En
cambio, si puedes sentarte sólo por sentarte, no para lograr nada, simplemente
es lo que hay que hacer en este momento, entonces la mente puede relajarse y
comenzamos a recordar quienes somos de verdad, la esencia sin comienzo, sin
fin, lo que siempre es presente en todo, pero sin dependerse en nada. De hecho,
cuando contemplamos la nada, preguntándonos “¿Qué es la nada?”, la mente chica,
agitada y frustrada, puede tomar su siesta, sabiendo que “no sabe”, aliviándose de la responsabilidad de controlar todo,
solucionar todo, y prepararse para todo. Hay algo más sosteniéndonos, pero no
es ninguna cosa, es la nada. Ya, sólo relajarse un momento, abriéndose a la
nada, es en sí su propio regalo. Y desde allí, nos sentimos uno con nosotros
mismos de nuevo, uno con el mundo, y podemos salir al mundo y abrirnos a la
prefección en toda persona y en todo lugar.
Para practicar el zazén, se necesita
la plena atención, la que es nuestra capacidad de ser presente en la
experiencia surgiendo en este cuerpo y esta mente en este momento preciso. Es
la intención de abrirse al mundo como es, simplemente así, sin criticarlo ni
aferrarse a nada, atendiendo a lo que se presenta, siguiendo el consejo de
nuestro corazón, nuestro sí mismo verdadero, la esencia, en la forma más amable
posible, o sea, con compasión, la cual es la respuesta más natural al
sufrimiento que nos rodea. Sin embargo, hay dos formas de compasión: la pequeña
compasión y la gran compasión. Las dos son diferentes de la empatía, la que se
siente por alguien en relación a uno mismo. Por ejemplo, si sientes lástima por
alguien, normalmente es porque la otra persona está en una situación peor que
tú. Estás tal vez motivado a ayudar a tal persona, esperando que si algún día
necesitas ayuda, alguien te vaya a ayudar también. Esta forma de empatía en
referencia a uno mismo no es la compasión budista.
La compasión budista se siente desde
la perspectiva del Dharma, viendo a los seres sentibles mereciendo lástima no
porque son destitutos, sino porque están sufriendo por su propia voluntad, y ni
se dan cuenta. Sólo se puede generar esta forma de compasión comprendiendo el
Dharma, dando lugar a un verdadero sentido de lástima. Se entiende que la gente
hace daño a sí misma por ignorancia, directa o indirectamente. Un bodhisattva
puede ver esto y sentir lástima por ellos, sabiendo que estos seres no son
conscientes de las causas de sus propios problemas, y por tanto, no ven la
necesidad de conseguir la sabiduría para resolverlos. Un bodhisattva se dedica
incondicionalmente al alivio de las causas del dolor y el sufrimiento en todos.
Incluso, los bodhisattva deberían practicar la introspección para ver su propia
ignorancia dentro de sí mismos, las causas y condiciones, disminuyendo su
propio sufrimiento a lo más mínimo posible. Al ver el sufrimiento en otros, un
bodhisattva puede reflexionar y ver las causas del sufrimiento en sí mismo.
Esto me pasó a mi hace un par de
días. El karma, las causas y condiciones, pueden surgir en cualquier momento en
exactamente la forma que puede revelarnos donde todavía somos vulnerable a las
kleshas de deseo, aversión, e ignorancia. Tuve este momento revelador entonces
al entrar en un banco para hacer una transacción rápida. Me puse en la correcta
fila corta, según yo, indicada por mi tarjeta “premier”, la que me dio el privilegio de saltar a toda la fila
larga esperando su turno, porque “yo”
tenía una tarjeta especial, o sea, privilegiada. Por casualidad, la cajera de
la ventanilla me miró, señalando a su compañera algo en cuanto a mi. Me indicó
que no pudo atenderme porque su ventanilla estaba cerrada. Le mostré mi tarjeta
privilegiada y el letrero frente a la fila preguntándola, “¿No hay servicio
premier?” Dijo que no. Así que me puse en la otra fila larga, un poco molesto,
pero intentando a no mostrar mi impaciencia. Por supuesto, la fila larga tardó
una eternidad en moverse adelante. Después de unos 15 minutos, otro hombre
entró en la fila corta de premier, y la primer cajera lo atendió en seguida en
su ventanilla. Ya, me puse furioso. “¿Cómo puede ser,” pensé, “que no me
atendieron en la fila privilegiada, y atendieron rapidamente a este otro
hombre? ¿Qué tienen en contra de mi?” Durante el resto de mi espera en la fila
larga, mis pensamientos volaron con toda la injusticia y prejuicio que me
estaban infligiendo. Intenté de practicar con atención vigilante, dejando las
ideas de injusticia a un lado mientras que experimentaba la pura sensación de
ira y enojo en mis entrañas. De hecho, funcionó hasta cierto punto. Se disminuía mucha la intensidad de mi
agitación. Pero llegando a la ventanilla de la fila larga, todavía estaba
apegado a una sensación de aversión e injusticia. Al terminar mi transacción,
no pude resistir la pregunta en voz alta al cajero atendiéndome, “¿Si hay una
fila con un letrero diciendo “premier” allí, y la ventanilla con un letrero
diciendo “premier” arriba da la ventana de esta cajera a su lado, ¿por qué no
me atendieron?” El hombre mirándome de una forma confusa me preguntó, “¿Tiene
ud. una tarjeta premier?” “Por supuesto,” dije orgulloso, señalándole mi
tarjeta de los privilegiados a él y a todo el mundo en la fila larga a mis
espaldas. Fue como estar en un circo
grande, y yo era la gran atracción. “Por qué lo atendieron a este hombre, y no
a mi?” le desafié. Ya el cajero fue
claramente asustado por mi actitud y tono de voz. No sabía como responder.
Intentando suavizar la confrontación, dijo que las cajeras pensaron que yo
estaba en la fila equivocada de transacciones “express.” Bueno, aparentamente esta fue otro tipo de privilegio al
que “yo” no pertenecía, y no
entendieron que “yo” poseía el
privilegio de “premier”. Me recomendó el cajero que les muestra mi
tarjeta premier la próxima vez. Sintiendo ya lo absurdo de toda esta
conversación de espectáculo, decidí de escaparme lo más rápido posible, aunque mi
orgullo herido todavía tenía una declaración final expresar: “Lo hice” dijé, “y
lo haré de nuevo la próxima vez, pero a mi
me parece una gran falta de respeto.” Y con esto, me volteé y salí del
banco, con todos mirándome boquiabiertas mientras que me marchaba del lugar
fingiendo un triunfo personal. Incluso en este momento, me di cuenta que
acababa de actuar como un loco de remate, y dudaba si pudiera regresar jamás a
este sucursal bancaria en el futuro. Tal es la mente chica interpretando toda
la información pasando por medio de los sentidos, condicionada por el karma del
pasado, y manifestándose otra vez en el presente. La diferencia es que esta
vez, vi todo pasando frente a mi como por cámara lenta y comprendí con plena
consciencia como mis interpretaciones equivocadas, juntas a las
interpretaciones erróneas de las cajeras, resultó en malentendidos, emociones
negativas, y el sufrimiento para mi, los cajeros, y todos los testigos del
público en el banco. Asi soy yo con las kleshas de mi propio karma. Comienzo ya
la práctica de expiación y arrepentimiento, resolviendo entonces no volver a
hacer lo mismo en el futuro, contemplando los preceptos 5, 6, 7, y 9, los que
tienen que ver con no nublar la mente (con mi ira); no hablar de los errores ni
las faltas de los demás (el error de las cajeras); no envanecerse ni despreciar
a los demás (mi tarjeta privilegiada de premier y el tratamiento especial que
merecía); y no enojarse (mi ira hacia las cajeras y las injusticias
imaginadas). Esta introspección, viendo
las causas de mi propio sufrimiento, y como liberarme de ellas, es un aspecto
de la pequeña compasión.
En cambio, la gran compasión se
manifiensta a un nivel espiritual muy avanzado de un bodhisattva, cuando esté al
punto de convertirse en un buda perfecto.
Sólo budas y grandes bodhisattvas como Avalokiteshvara, Samantabadra, Kshtigarbha,
y Manjushri muestran esta especie de gran compasión. Ellos no tienen ninguna idea de salvar a un
ser sensible; de hecho, no hay un subjeto que salve a nadie, ni nadie a salvar,
ni hay seres sentibles que existen a salvar. No obstante, la salvación del
bodhisattva surge espontánea y naturalmente salvando a todos. Esto se debe a su estado de no-yo absoluto,
sin objeto ni sujeto. Aunque nosotros como practicantes ordinarios no podamos
practicar todavía así, debemos cultivar la intención de practicar con gran
compasión como los budas.
Otro requisito para la práctica del
Zen es el cultivo de renunciación. No es que tuviéramos que dejar nuestras
casas para vivir en una cueva. La renunciación significa soltar los apegos para
que estemos libres y contentos. Aprendemos a soltar el apego a la adquisición,
la codicia, el odio, la avaricia, y la aversión. Nos liberamos del apego por medio
de la renuncia, entrenándonos en como soltarlos. Al renunciar a los apegos, nos
los liberamos por completo. La actitud del no apego en tu práctica te dará
libertad y tranquilidad. Eso incluye la experiencia de cosas buenas. Hay que
decirse que son impermanentes y ningún porqué de sentir orgullo. Si surgen
pensamientos desviados causándote obstáculos y descontento, también son
impermanentes y nada por preocuparse. Al
entender la impermanencia mientras que praticas el no apego, es posible
liberarte por completo. No es sólo algo intelectual. Hay que practicar estas
actitudes en acción en el mundo cotidiano, sabiendo que todo es transitorio y
soltándonos de los apegos y el concepto del yo independiente. Así, la compasión
surge naturalmente, y estamos atentos y conscientes de como realizar nuestra
budeidad en cada momento de la vida.
Bibliografía
Goldstein, Joseph. (2005). Un Único
Dharma. La liebre de Marzo: Barcelona, España.
Yen, Sheng. (2009). Shattering the Great Doubt. Shambhala: Boston and London .
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