T’AEGO:
POETA DE LA NATURALEZA Y MAESTRO ZEN
CHARLA DHARMA 15/09/13
Rev. Hyonjin Sunim
(Ozmo Piedmont, Ph.D.)
T’aego (Siglo 14 D.C.)
Se le considera a
T’aego como un gran maestro quien trajo la escuela Rinzai del Budismo Zen a
Corea. Él tuvo dos experiencias profundas de Iluminación en su vida, y fue
reconocido con un Maestro Nacional, dirigiendo toda la institución del budismo
en su tiempo. En su capacidad oficial, intentaba unir las varias escuelas del
Budismo Zen a sólo una. Aunque sirvió al rey por varios años, prefería la
quietud de la naturaleza del bosque, los rios y las montañas para vivir. Sin embargo, servía al rey con toda voluntad
para eliminar la corrupción en los monasterios y para restaurar una forma de
práctica más pura del Zen de su tiempo. Sus escritos reflejan una apreciación
profunda por la naturaleza señalando la Esencia Eterna y la Mente Búdica en
todo. Su estilo era sin pretensiones y sencillo, particularmente en su uso de los
koans.
T’aego podía
escribir de una forma muy alentadora, mientras que pudiera hacer comentarios
muy cortantes, regañando a los practicantes flojos y corruptos en la sociedad,
la corte royal, y en los monasterios. Consideraba
su deber el de luchar por la purificación de todo el país y las instituciones
religiosas, pidiendo a otros ayudarle en una batalla para el regreso a la
integridad, la ética, y los valores principales.
Muchas veces
T’aego hacía referencias en sus enseñanzas al koan clásico de Zhaozhou: “¿Tiene
un perro naturaleza Búdica?” La respuesta “Mu” significa “no” pero con el
sentido de negación y vacuidad. Se lo
utilizó como un “hwadu,” una palabra clave para enfocar la mente en meditación
y eliminar todo pensamiento discriminativo, absorbiéndose en unidad con Mu, y
abriéndose a la esencia original, el fundamento de la mente, o la cara
verdadera que se tiene desde antes del nacimiento de tu mamá y papá. También demuestra
el uso del hwadu recomendando el volverse atrás rastreando la luz de la
consciencia a su orígen, preguntándose a la vez quién es el que está
preguntando cuando escribe:
“Aún, ¿quién es el que reconoce la impermanencia y
el nacimiento y la muerte así? ¿y quién es el que viene preciso preguntar
acerca del Sendero? Si puedes apreciar esto con certeza...entonces, como
decimos, ‘El rostro es único y maravilloso: la luz brilla en las diez
direcciones.’ (Cleary, 1988:108).”
Además, demostró
enseñanzas de Tierra Pura recomendando la recitación del nombre de Amitabha
Buda para alcanzar la tierra pura de nuestra conciencia atenta y presente, o
sea, nuestra naturaleza esencial. Mucha de su poesía refleja el simbolismo del
Taoismo y la naturaleza, señalando el camino directo a la Iluminación, el
no-yo, la Naturaleza Búdica, la Vacuidad, y la impermanencia. En su poema
número 33 titulado “El canto de
alegría espontánea en las montañas” se lee:
“...Prefiero
compartir la alegría espontánea siempre con los ríos y las rocas...No puedo
dejar que la gente mundana supiera de esta alegría...entre los altibajos de
riscos y ríos fluyendo con corrientes fuertes, la soledad es dulce. Un
hermitaño pequeño en la ladera es suficiente cobijo para el cuerpo. Además las
nubes blancas pueden descansar allí. ¿No
has visto el canto del viejo monje T’aego? En su canción hay alegría
inagotable. Alegría espontánea, canto espontáneo - ¿qué hay para hacer? Es la
alegría del saber del destino en el cielo de la dicha. ¿Por qué el canto espontáneo, la alegría
espontánea? Yo mismo no sé nada de esta alegría de la que disfruto. Hay sentido
en esto: ¿lo reconoces o no? No obstante, es dificil entender para la gente en
sus actividades cotidianas. En las profundidades de la Iluminación intoxicados
tocamos el laúd sin cuerdas.” (Cleary, 1988:126-7)
Esta alegría
espontánea en medio de la naturaleza es la promesa de la práctica y desarrollo
espiritual, tocando nuestra esencia verdadera, la que está por doquier en cada
momento, a pesar de que sea dificil percibir en las distracciones de la vida
cotidiana. El no saber de T’aego de lo
que disfruta, él está haciendo referencia a la alegría más allá del pensar, la
razón, y el análysis, la talidad de todo lo que surge aquí y ahora. Podemos
despertarnoslo, experimentarlo, en la quietud del no-mente, más allá del
pensamiento discriminativo, donde podemos oír el laúd sin cuerdas, la melodía
dulce del sonido silencioso, el silencio lleno de sonido, la que se llama la
Nada de percepción interior de nuestra verdadera esencia, la que es todo menos
silencioso. Al final del mismo poema, T’aego escribe:
“...Dejando atrás en vano las reverberaciones de
un nombre vacío: ¿como puede haber silencio? Los que lo sepan bien son
difíciles encontrar. Más raros todavía son los que se alegren mientras que lo
practiquen en acción. Deberían observar la alegría de T’aego en esto. El
ascético baila borracho. Un viento enloquecido se levanta en los valles miríades.
La alegría espontánea no sabe el progreso de las estaciones. Simplemente
miro las flores del acantilado abrirse y caer.”(Cleary, 1988:126-7)
Este ascético
bailando borracho es una metáfora haciendo referencia al momento cuando se
libera del apego rígido al pensamiento y la razón, dejando la dicha extática
manifestarse espontáneamente. Sin embargo, a fin de cuentas, es simplemente el
fluir de la vida justo aquí y ahora frente a nuestros ojos, el abrir y caer
natural de flores colgando sobre un río escondido. Nos despertamos
continuamente a esta perfección en nuestra práctica, nuestra meditación, y
nuestra vida, si simplemente nos despertamos nuestras mentes, el florecer
interior, dejando esto también pasar, re-emplazado una y otra vez por otro, en
el fluir constante de la vida.
Otro imagen
importante para T’aego en su poesía es el uso de la luna para representar la
unicidad completa de la Mente de Buddha, sin movimiento, pero reflejándose en
la mente de cada ser, en todas las experiencias de la vida:
En su poema número
41 titulado “Luz de la luna Pong” se lee:
En el inmenso espacio del cielo silencioso
La luz redonda brilla sola
Se refleja hasta las profundidades del lago
La luz se divide por entre las miríadas olas
separándose
La clara iluminación maravillosa...
Se extiende en toda dirección como una gran ola
nunca sobrante
La luna brilla en el lago: no son diferentes
El lago refleja la luna: no son iguales
Ni diferentes, ni iguales: esta es Buddha...
Esta es la luz de la luna iluminando el lago, una
tierra espiritual donde no hay “logro”
No es sólo un color úniforme de una medianoche
otoñal. (Cleary, 1988:135)
Hemos aquí a
T’aego ilustrando la calma y clara luz silenciosa de la iluminación, la que se
encuentra en lo más profundo de nuestro ser. La luz que se encuentra allá es la
que se refleja por doquier. Nuestra
Mente verdadera es Buddha, la que es inmanente y transcendente a la vez, la que
es uno con todo, mientras todas las formas son diferentes, la enseñanza del co-origen
inter-dependiente, un contraste de opuestos intrínsicamente interconectados el
uno con el otro, en un juego de creación, apariencia, y cambio. Al fondo de
nuestro ser, se ve el reflejo de la luna, nuestra Mente de Buddha,
esencialmente vacía de cualquier existencia independiente, simplemente la clara
luz del ser. Sea como sea, esta consciencia luminosa percibiendo las infinitas
formas del universo puede al mismo tiempo iluminar las tinieblas oscuras de nuestra
propia ignorancia, mostrándonos el camino a la liberación.
Bibliografía:
Cleary, J.C. (1988). A Buddha From Korea : The Zen
Teachings of T’aego. Shambhala: Boston .
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