GUERREROS
ZEN
Charla
Dharma 17/AGO/2014
Rev.
Hyonjin Sunim
Ahora,
habiendo emprendido la práctica de “diez mil acciones” (Zen), deberías aguantar
lo que es difícil aguantar y hacer lo que es difícil hacer. (Kusan, 2009:81)
El maestro Kusan Sunim (1901-1983) era
un maestro Zen coreano que enseñaba la necesidad de practicar con tanta
determinación que se puede compararlo como un guerrero espiritual, diciendo que
debemos tener la valentía de un soldado al frente de batalla luchando con sus
enemigos. Desarrolla esta imagen con la idea de proteger nuestra casa, la
mente, de los seis enemigos de los sentidos, cerrando las puertas de
percepción, para que no entren, así ignorándolos, y luego sujetándolos para que
nos sirvieran. Si somos descuidados en esto, nos matarán, pero con determinación
definitiva, podemos romper su barrera, y así ganar acceso al tesoro de la mente
despierta.
Cuando estamos bajo fuego, no debemos
gastar nuestras energías en considerar si el enemigo puede tirar bien o no,
convencidos que nos va a matar. Para protegernos, simplemente tenemos que
actuar, comprometiéndose cien por ciento a la batalla, con valentía y fe, confiando
en nuestros líderes, nuestra preparación, y las armas a nuestro alcance.
Debemos tirar con acierto y directo, defendiéndonos del ataque. De igual forma,
practicando la meditación, tan pronto como apareciera un pensamiento en la
puerta de uno de nuestros seis sentidos, deberíamos estar bien alarmados como
si fuera el enemigo intentando entrar en nuestra casa. El momento que aparece,
deberíamos usar el arma del hwadu bloqueando su entrada. Cerrando las seis
puertas de los sentidos así, nos salvamos, y seguimos vivos. Así, el hwadu
sirve para mantenernos concentrados y desapegados, en vez de vulnerables a
cualquier pensamiento que surgiera, matando nuestra fortaleza de paz interior.
Pero la lucha interior no termina allí.
Hay que estar dispuesto a soportar mucho, aguantando lo que es difícil
aguantar, haciendo lo que es difícil hacer. Es una práctica de austeridad
interior. Los Buddhas y patriarcas no lograron la Budeidad fácilmente. Tuvieron
que esforzarse mucho y enfrentar mucha adversidad, puesto que el sufrimiento de
nacer y morir, o sea samsara, es tan aterrorizante. Frente a este reto, Kusan
nos aconseja:
Por
tanto, aunque quieras dormir más, deberías dormir menos. Aunque quieras comer
más, deberías comer menos. Aunque quieras hablar mucho, deberías intentar
hablar menos. Aunque quieres ver muchas cosas, deberías ver menos. (Kusan 2009:81)
Dice que tu cuerpo definitivamente se sentirá refrenado. Por
eso, es una práctica de austeridad. Todos los Buddhas y Patriarcas tuvieron que
practicar así para despertarse. Practicando así, eventualmente llegamos a un
punto crucial donde no le queda ningún lugar por el cual la mente pueda escapar.
En aquel momento, los pensamientos son
ausentes y todo pensamiento engañado se para por completo. Sólo se queda la
masa de cuestionamiento. A algunos, la práctica ya puede volverse engañosamente
fácil. Tengan cuidado. Si sueltan la concentración en este momento, el hwadu se
perderá su fuerza vital y será más difícil volver a este estado en el futuro. A
otros, puede parecer que la práctica se ha vuelto sumamente difícil, perdiendo
su capacidad de dormir o comer, experimentando dolores de cabeza, mareos,
visión borrosa, miedo, y ansiedad. Pero no se desanimen, rindiéndose al enemigo,
no pierdan esta oportunidad. Son estados
temporales de la mente producidos por tensiones en el cuerpo. A veces son a
causa de energía vital subiendo a la cabeza produciendo tensiones. En tales
momentos, es recomendable reforzar el ánimo, sentarse recto, calmar la mente, y
concentrar en el cuestionamiento del hwadu tres dedos debajo del ombligo,
diciéndose “¿Quién soy?” o “¿Qué es esto?”, mientras se mantiene una actitud de
“No me importa si vivo o muero,” soltando toda preocupación por el cuerpo. Así,
el hwadu puede madurar rápidamente, el cuerpo ya sintiéndose vacío como el
espacio, pareciendo existir y no existir a la vez. Cuando por fin la mente y
cuerpo se vuelven muy livianos y tranquilos, puedes poco a poco entrar en
estados más elevados de la meditación.
Sean tan resueltos como el Buddha
cuando se sentó por siete días sin parar. Cuando creen que están al punto de
estar derrotados, manténganse firmes sujetando su arma del hwadu. Así, pueden
enfrentar la tiranía del enemigo, los sentidos esclavizándonos durante
milenios. Pero no se desanimen. El momento
de liberación está cerca. Nuestra salvación reside, no en ninguna persona, ni una
fuerza exterior, ni en los Buddhas ni los patriarcas, sino reside enteramente
en nuestras propias manos. Al refrenar los sentidos, nos liberamos del sufrimiento
del nacer y morir. Así se pasa por la puerta final.
Esta puerta se encuentra en la mente,
una puerta brillante, clara, vacía, y profunda. Originalmente es indiferenciada.
Es decir que no hay distinción entre los Buddhas, los patriarcas, los bodhisattvas,
y los consejeros espirituales. Efectivamente, si se despierta a esta puerta, entonces
el sublime Dharmadhatu, la Realidad Absoluta de nuestro verdadero ser, el
Dharma de la mente única, aparecerá radiante y clara ante nuestros propios
ojos. Esta es la puerta de la vacuidad que se entra después de practicar firme
y constantemente. No obstante, cuando nos apegamos a sólo un pensamiento, las
diez mil formas del universo se manifestarán, o sea, todo fenómeno surgirá en
el espejo de la mente, causándonos sufrir.
Vi esta lucha realizada la semana
pasada en nuestro refugio de meditación con varios miembros de la sangha. Fiel
a un régimen monástico, nos levantamos a 3:00 a.m. para comenzar la meditación durante
14 horas cada día, descansando sólo para usar el baño, desayunar y comer,
eliminando la cena en las noches para que dedicáramos más tiempo a la
meditación hasta las 9:00 p.m. Además, practicamos oryoki, comiendo en estilo
monástico en una ceremonia requiriendo mucha concentración, paciencia, y
enfoque. Inevitablemente, se pierde la concentración sólo un segundo, y “¡boom!”
te tiran y fallas, dándote la oportunidad de observar cómo la mente se contrae
reaccionando al error. Las reclutas
tuvieron la opción de sentarse, ponerse de pie, o caminar en kinhin durante todas
las sesiones de 50 minutos meditando en silencio. La mayoría del tiempo, la
gente se mantenía sentados quietos mirando a la pared, dándoles amplia oportunidad
observar la mente invadida por los enemigos de quejas, críticas, y
discriminaciones, o sea, las kleshas que causan el sufrimiento.
Así, nos encontramos asediados,
experimentando muchos de los síntomas que Kusan describió, incluso todo tipo de
dolores corporales, ansiedades, y tensiones. Como buenos soldados, siguieron batallando contra
los contrincantes interiores. Cuando se dudaban, sus compañeros les animaban,
susurrando un ligero “¡Sí se puede!” a sus oídos. A veces tuve que ser duro con
ellos como un sargento militar, manteniendo el orden y la estructura del
refugio. Otras veces ofrecía consejo maternal, cediendo el control por un rato
para festejar un cumpleaños, regalándoles chistes, un poco de baile, unas aspirinas,
sonrisas o un abrazo reconfortante. En
todo momento lucharon con valentía contra el enemigo de las sensaciones,
pensamientos discriminativos y kleshas mentales, manteniéndose firmes al frente
de la batalla. A pesar de que algunos cayeron de vez en cuando en las trampas
del enemigo, prisioneros a las dudas, tristezas y fracasos, nunca se rindieron,
todos luchando al final. Lamentablemente había pérdidas, cuando los egos
cayeron muertos en el campo de batalla. Pero
fue el precio que tuvieron que pagar por liberar la patria de sus cadenas de
apego. Y en aquella victoria, el silencio reinaba, purificando la mente de toda
profanación, hasta que el brillo del vacío amaneció. Y en aquel entonces éramos
testigos de un milagro asombroso al darnos cuenta de que no pasó nada, puesto
que no había nada ganar, ni nada perder. No había nunca una batalla, ni
enemigo, ni soldados valientes, ni un yo a superar, ni nada a matar. Todo había
sido sólo un sueño, un mero juego de niños en pleno verano al anochecer. Al despertarnos de aquel sueño, percibimos por
fin que todo era simplemente como es, perfecto, vacío, quieto, el júbilo silencioso
de Nirvana.
Bibliografía
Sunim,
Kusan. (2009), The Way of Korean Zen.
Weatherhill: Boston.
DANA ES CARIDAD, UNA FORMA DE MOSTRAR GRATITUD POR LAS ENSEÑANZAS
Y UNA DE LAS SEIS PERFECCIONES EN EL CAMINO ZEN
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