EL DÍA
BODHI:
LA ILUMINACIÓN
DE BUDDHA
Charla Dharma 07/DIC/2014
Rev. Hyonjin Prajna
Y justo como cuando el sol
se levanta
Ilumina el mundo.
De este modo el campo de
bendiciones del Buddha
Desvanece toda oscuridad.
(Sutra
Avatamsaka 10:304)
En el Oriente se celebra el 8 de
diciembre como El Día Bodhi. Es el día que Shakyamuni Gautama logró la suprema
y más perfecta Iluminación en 589 a.c., convirtiéndose en El Buddha, el
Despertado. La palabra iluminación tiene el sentido de la comprensión súbita de
la Verdad transcendental, cuando nos damos cuenta de que “Soy Buddha”. Es un
logro fenomenal en el desarrollo del ser humano, el final de quizás una
infinidad de vidas anteriores llegando por fin al despertar, y es lo que
aspiramos encontrar en nosotros mismos en este momento preciso.
En la tradición Budista, aquel acontecimiento fue tan importante porque
marcó el comienzo de la carrera del Buddha enseñando a otros lo que el
descubrió en si mismo, enseñanzas que han continuado a tocar las vidas de
millones de personas hasta este momento preciso, en este lugar, dos siglos y
medio después de su realización. Durante
la semana antes la celebración, muchos monasterios budistas en el mundo
participan en los retiros más difíciles de todo el año. En algunos, duermen sólo un par de horas cada
noche, llegando a la última noche del retiro sin dormir, manteniéndose
despiertos en vigilia como Buddha hizo,
lo que resultó en su despertar. Había tres fases a esta vigilia, lo que se
conoce como Las Tres Vigilias del Buddha la noche anterior a su Iluminación.
Durante la primera vigilia de la
noche, cuando su mente fue tranquila, clara, y pura, una luz surgió manifestando
el conocimiento y la comprensión. Él vio sus vidas anteriores, primero una,
luego dos, luego 3, 5, luego en grupos de 10, 20, treinta, cincuenta, entonces
100, luego 1,000...y continuaba así.
Durante la segunda vigilia, vio como
los seres mueren y renacen, dependiendo de su karma, como desaparecen y como
re-aparecen de una forma u otra, de un plano de existencia a otro.
Durante la tercera vigilia de la
noche, vio el surgir y desaparecer de todo fenómeno, mental y físico. Vio como
las cosas surgen dependiendo en causas y condiciones, lo que se llama Co-Origen
Interdependiente. Luego, percibió el
sufrimiento, dándose cuento como surge, como desaparece, y como liberarse de lo
insatisfactorio, el camino de liberación de la codicia, el deseo, y el
delirio. Por fin, su mente se liberó por
completo. Había logrado la Plena Iluminación.
Esta luz de sabiduría que se
manifestó bajo del árbol de Bodhi, el árbol de luz, hace 2,500 años, es de gran
importancia al destino humano. Se reveló así el camino por el que la humanidad
podría liberarse de la superstición, el odio, y el miedo, y así revelar el
mundo de luz, amor, y alegría, la que se llama Nirvana.
Después de su Iluminación, el Buda
se comprometió quedarse aquí en este plano de sufrimiento, el samsara, para
enseñarnos a todos este camino de liberación. Estamos sumamente agradecidos a
esta compasión en su parte de no abandonarnos, y seguimos su ejemplo, dedicando
cada paso de nuestro desarrollo espiritual a la liberación de todos los seres
del universo, como el voto de Bodhisattva.
En esta aspiración, nos convertimos en Buda-bebés, hijas e hijos del Buda, emprendiendo
nuestro viaje en el camino del Dharma.
Recordando la Iluminación de Buda, tenemos la oportunidad de despertarnos y
liberarnos del sufrir, cada uno a su propio ritmo y capacidad. El Buddha habló
de cuatro clases de practicantes, comparándonos a cuatro tipos de caballos. El
caballo superior es el que corre simplemente viendo la sombra del látigo. Este
practicante se despierta la primera vez que oye las enseñanzas del Buddha-Dharma,
dándose cuenta su importancia, y sin esperar más, se pone a practicar con
determinación y compromiso constantes. El segundo tipo de caballo es bueno, el
que corre cuando oye el sonido del látigo en el aire. Esta clase de practicante
tiene la capacidad de considerar el Dharma, gradualmente comenzando a practicar
a pesar de que tarda años en establecerse en su práctica, poco a poco
desarrollándola hasta que sea su modo de vida. El tercer tipo de caballo es bastante
malo, el que corre sólo cuando siente la picadura del látigo en su carne.
Indica la clase de practicante que sufre una y otra vez las consecuencias de su
ignorancia, apegado a las kleshas de codicia, frustración, e indiferencia, y
sólo después de mucho tiempo, cuando está tan agobiado, comienza a practicar.
El cuarto tipo de caballo es verdaderamente terrible, puesto que sólo corre
cuando siente el picotazo del látigo hasta la médula del hueso. Esta clase de practicante
sufre y sufre vida tras vida, insistiendo que otros son la causa de su dolor,
rehusando tomar responsabilidad por sus acciones o hacer cualquier cambio en su
comportamiento, hasta que su vida es tan intolerable que considera terminarse
la vida para escapar del dolor. Como su último recurso basado en desesperación
completa, se rinde por fin a la práctica.
Aunque todos queremos ser como el
caballo superior, lamentablemente la mayoría del tiempo nos comportamos como el
cuarto, ignorando lo que estamos creando, desvalorando las enseñanzas, y
tardando mucho tiempo en comprometernos al camino de los Buddhas. No obstante,
siempre es nuestra decisión. ¿Cuánto sufrimiento tienes que experimentar hasta
que te rindieras a la práctica? Por supuesto, se supone que todos aquí somos de
la clase suprema de caballos, habiendo ya vivido muchas vidas en preparación a
esta oportunidad. Estamos ya muy agradecidos por haber encontrado este camino y
por tanto estamos aprovechando cada momento para aprender más y correr directo a
la meta final, la plena realización de que “soy Buddha”. Con este logro,
comenzamos nuestra carrera, como hizo el Buddha, en ayudar a otros para que se
despierten también.
Eso es lo que Buddha hizo al Iluminarse el 8 de diciembre de 589 a.c. Al
recordar aquel acontecimiento, estamos reafirmando de que sí, es posible
liberarnos a nosotros mismo del sufrimiento, liberarnos de la vida y la muerte,
y despertarnos a nuestro verdadero ser, la revelación del Infinito. Sin embargo, esta revelación no puede quedarse
allí como un mero concepto. Al contrario, puede volverse como el punto de
partida de una carrera de acción basada en compasión en la que trabajamos para
la liberación de todos los seres del universo. Así, nos convertimos en
bodhisattvas.
Un poema del maestro filósofo budista indio Shantideva (siglo 7-8 d.c.) expresa
el ideal del bodhisattva:
Para todos aquellos que
sufren las desdichas de este mundo,
Hasta que todas sus
enfermedades hayan sanado,
Que yo pueda convertirme
para ellos
En el médico, el enfermero y
la medicina misma.
Produciendo un diluvio de comida y de bebida,
Que yo pueda despejar los lamentos de la sed y del hambre.
En las épocas marcadas por la escasez y el deseo
Que yo pueda aparecer como bebida y sustento.
Para los seres sensibles,
pobres e indigentes,
Que yo pueda convertirme en
un rico tesoro,
Estando cerca de ellos y a
su alcance,
Como fuente variada de todo
lo que puedan necesitar.
Mi cuerpo, por lo tanto, junto a todas mis pertenencias,
Y todos mis méritos conseguidos y por conseguir,
Los doy sin conservar nada
Para que beneficien a todos los seres.
Al igual que la tierra y los
elementos que todo lo penetran,
Tan duraderos como el mismo
cielo,
Para ilimitadas multitudes
de seres sensibles,
Que yo pueda ser su base y
sostén.
A todos aquellos que viven,
Estén tan alejados como los límites del cielo,
Que yo pueda proporcionar sostén y modos de vida
Hasta que puedan ir más allá de los límites de sufrimiento.
Práctica y
compasión es lo que nos transforma de bebés en adultos espirituales, de bodhisattvas
en Buddhas completamente realizados. La única forma en la que podemos mostrar
nuestra gratitud al Buddha por su sacrificio, su esfuerzo, y su compromiso a
nuestra salvación, la única forma de recompensarle su benevolencia y compasión,
es seguir su ejemplo: despertarnos a la Verdad y ayudar a otros.
GRACIAS POR TU APORTACIÓN DE DANA
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