LA
MATRIZ-SAMADHI
Charla Dharma 30/NOV/2014
REV. HYONJIN PRAJNA
Desde
el samadhi nace un Buddha. Es la matriz en la cual se despierta a la plena
conciencia de que “Soy Buddha”. El rol del samadhi es imprescindible a la
Iluminación y la práctica espiritual. Faltando samadhi, nuestra práctica se
vuelve insípida y poca profunda, un mero seguir ciego de reglas y leyes. En
cambio, entrar en samadhi es un acto de fe y confianza en el que nos rendimos a
la Mente Única y comenzamos la práctica verdadera de zen. En vez de entender el
samadhi como la meta final, de hecho, es el punto de partida para que entres en
el camino de los Buddhas iluminadores.
¿Qué
es el samadhi? Samadhi es estado de consciencia profunda o un trance libre de
pensamientos discriminativos, libre de las sensaciones de placer o dolor. Nos
experimentamos esto claramente el retiro pasado en la casa de David y Marijosé.
Después de pasar tres días meditando en silencio, muchos de nosotros sentimos
dolores de espalda y cuello, batallando con sueño y cansancio, falta de dormir,
frío, y molestias interiores. Sin embargo, debido a la buena determinación y
supremo esfuerzo, en la última sesión del penúltimo día, logramos como grupo un
momento en el que el silencio reinó supremo. Fue evidente en este momento que
la mente chica por fin se había callado. Fue como si el mundo entero se había
parado, y se abrió una puerta interior en donde todo se volvió cristalino. Las
quejas y molestias se quedaban en segundo plano, y lo que se reveló fue la
plena consciencia sin pensamientos discriminativos, un sentido de que todo está
en equilibrio, una armonía profunda y silenciosa. Este momento fue samadhi, la
concentración profunda sin estorbos, preocupaciones, deseos, ansias, o miedos.
Simplemente estábamos todos allí, transparentes y radiantes, la Mente del no
pensar.
Es
un acto de fe entrar en samadhi. Muchos tenían que sacrificar bastante para
abrirse a esta experiencia en cuanto a tiempo, energía, y recursos, dejando
familia y queridos en casa por unos días, sufriendo lo incómodo del invierno
durmiendo en el piso o un sofá, dedicándose a mirar la pared por varias horas
mientras que el mundo exterior bailaba a un concierto de rock en el vecindario.
Aunque pareciera extraño, elegimos retirarnos del mundo, del confort, de
nuestras rutinas, para arriesgarnos y entrar en algo desconocido para algunos,
o por lo menos, un poco inconveniente en cuanto al montón de trabajo y
compromisos sociales que les llamaban. No obstante, la llamada interior fue más
fuerte, y allí nos encontramos meditando juntos, observando la mente chica con
sus ideas de bueno y malo, placentero y desagradable. Pero a pesar de los
obstáculos, algo bellísimo se mostró, lo que se encuentra en samadhi, lo que no
tiene nombre, pero que se refiere como Buddha.
Este
Buddha interior es nuestra propia consciencia libre obstáculo, libre de las
agitaciones, libre de las kleshas de deseo, aversión, y delirio. Desde este
silencio, nos surge la realización suprema de que “soy Buddha”, y esto es
iluminación. Dentro de nuestro linaje, hablamos de iluminación súbita, la que
significa que nos damos cuenta, no sólo de una forma intelectual, sino en lo
más recóndito de nuestro ser, de que soy Buddha. Pero esto no es la meta final.
De hecho, es un punto muy arriesgado, puesto que la mente chica del ego quiere
aferrar la experiencia, guardándola por sí misma, como algo especial. Así, se
convierte en dualidad, de que soy yo alguien con algo mejor que tú. Pero no es
así, ya que todos nosotros, todo el universo, cada hoja de cada árbol, y cada
grano de arena, también es Buddha. Pero sólo despertarse a este hecho no es
suficiente. Requiere la práctica continua a cultivar esta verdad por todas
nuestras vidas, incorporándolo en la vida cotidiana, ayudando a otros liberarse
de samsara y el sufrimiento.
Pero,
al despertarnos a esta Buddha esencial en todos nosotros, ¿por qué tenemos
practicar? Hay escuelas de zen que dicen exactamente eso, considerando que el
punto en que se da cuenta de que somos Buddhas, no hay nada más lograr. En
cierto sentido, tienen razón, puesto que no hay nada exterior que se queda
conseguir, ya que la Mente Búdica es siempre presente. Al creer que tenemos que
lograrlo en algún momento futuro, estamos distanciandonos más y más de la plena
realización de lo que siempre es presente. Hay un riesgo grande, al darnos cuenta
de la verdad de que “soy Buddha”, que se deja de practicar. Pero justo allí es
el chiste. Si no practicamos, meditando diario y aplicando la ética de los
preceptos, entonces nos congelamos en una idea de lo que es Buddha,
estancándonos en dualidad y reforzando el ego de nuevo. Lo que requiere
entonces, es práctica para seguir madurando en la plena consciencia de la
verdad.
Podríamos
hacer la analogía con el nacimiento. Cuando un bebé viene al mundo, es un ser
humano con todas sus cualidades, solo de una forma inmadura. El bebé es un
hombre o mujer en potencia. No es esencialmente diferente del adulto, pero si,
tiene que madurar para llegar a la plena manifestación de su humanidad.
Podríamos decir lo mismo con nuestra práctica. Al entrar en la profunda
concentración y silencio de samadhi, estamos dando a luz a nuestro Buddha bebé
interior. Sin embargo, como cualquier bebé, hay que proteger, alimentar, y
cuidarlo para que llegue a su madurez. De igual forma, nuestro Buddha bebé es
un Buddha completa, pero inmaduro. Hay que cuidar y educarlo para que llegara a
su edad adulta, un Buddha maduro.
Por
eso, practicamos cada día la meditación, cultivando nuestra capacidad de vivir
la vida cotidiana basada en la ética de los preceptos. Cuando nos sentamos en meditación,
estamos renovando nuestra iluminación inicial, reafirmando nuestra budeidad
fundamental. El acto de sentarse es un acto de fe que sigue reconociendo la
verdad de nuestro verdadero ser, reanimándonos para seguir adelante en crecer
como Buddhas, soltando nuestras kleshas de enojo, frustración, miedo, e
indiferencia, madurando en nuestra capacidad de ayudar a otros en aliviar su
sufrimiento y dar a luz a su propia Buddha bebé interior.
El
gran maestro zen coreano Chinul afirmó en el siglo 12 que la iluminación es
anterior a la práctica, no después. Cualquier práctica antes de la iluminación
es un aspecto de dualidad, diferenciándose entre seres humanos y Buddhas; por
lo tanto, no es verdadera práctica. Según Chinul, práctica es verdaderamente
práctica sólo después de la iluminación, dando uno la fuerza y convicción para
seguir practicando continuamente como una reafirmación, renovación, y
compromiso a esta comprensión directa de la verdad. Así, seguimos madurando en
nuestra iluminación como los Buddhas que somos, perfeccionando nuestra
capacidad de servir. Por eso, el Sutra Avatamsaka describe 52 niveles
desarrollo para los bodhisattvas. Qué es un bodhisattva si nada más que un
Buddha madurando y perfeccionándose. Esto es nuestro trabajo, nuestro privilegio,
y nuestra bendición. Aspiramos a la plena budeidad, meditando cada día,
cultivando nuestra práctica, hasta que nuestro Buddha bebé crezca y madure a su
plena capacidad y perfeccionamiento.
Bibliografía
Park, Sung Bae. (1983). Buddhist Faith and Sudden Enlightenment. State Univesity of New
York Press: Albany, N.Y.
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