UN PÉTALO CAE
Charla Dharma 15/FEB/2015
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
“Ahora que no cae ni un pétalo,
justamente ahora,
oh tiempo, detente.”
HAYASHI SHÔ
justamente ahora,
oh tiempo, detente.”
HAYASHI SHÔ
Nos reunimos aquí hoy para explorar el camino de zen, de estudiar
cómo son las cosas de verdad. Cuando nos reunimos así, es para entendernos
tanto como distintos individuos además de una unidad de practicantes
espirituales, amigos del Dharma. Es un honor caminar juntos este camino con
ustedes.
Hay una historia que cuenta cuando nació el Buddha, declaró:
“Por todo el cielo y la tierra, no hay nada que no sea Yo.” ¿Qué quiere decir
con esto?
No está hablando de su personalidad, el yo del ego, sino del sí-mismo transcendente, la verdadera Esencia Universal como nuestra Naturaleza Búdica. Luego, miró en las cuatro direcciones y tomó siete pasos. Consideramos que el Budismo apareció justo en aquel instante, la práctica de despertarnos a nuestra verdadera mente fundamental, lo que lleva al descubrimiento de nuestro verdadero Yo transcendental, el sí-mismo.
No está hablando de su personalidad, el yo del ego, sino del sí-mismo transcendente, la verdadera Esencia Universal como nuestra Naturaleza Búdica. Luego, miró en las cuatro direcciones y tomó siete pasos. Consideramos que el Budismo apareció justo en aquel instante, la práctica de despertarnos a nuestra verdadera mente fundamental, lo que lleva al descubrimiento de nuestro verdadero Yo transcendental, el sí-mismo.
Entonces se entiende que cuando el Buddha hizo esta
declaración, está afirmando que tu fundamento está conectado directamente a mi
fundamento y al fundamento del universo, el fundamento de toda cosa en tu vida.
Así que si te despiertas a este fundamento, puedes salvar a todos las vidas
tanto dentro de tu cuerpo (las fuerzas internas de la vida física, incluyendo
los órganos, microbios, y seres internas del cuerpo) como a las vidas fuera de
tu cuerpo (personas, plantas, animales, rocas, planetas, sistemas celestiales),
puesto que todo está conectado al mismo fundamento. Todos somos expresiones de
este fundamento esencial, una red única de interconexiones, ya que todo surge del
mismo fundamento, perdura un rato, y luego vuelve a su origen. De hecho, no hay
nada ni nadie que sea una cosa real, permanente, o separado. Todo es
simplemente la función de esta Esencia Fundamental. Por eso, cuando no estamos
bloqueando la libre expresión de esta Esencia, podemos funcionar en armonía con
este libre fluir de sabiduría y compasión universales. Somos literalmente funcionando
como la expresión de la Naturaleza Universal, somos entonces Buddha. Buddha ve
por medio de nuestros ojos, Buddha siente mediante este cuerpo. Buddha habla la
verdad mediante nuestra boca. Por lo menos tenemos esta potencia. Sin embargo,
cuando actuamos con intenciones egoístas, con las kleshas de codicia, ira, e
ignorancia, se obstaculiza la armonía natural del universo, manifestando
enfermedad mental, desasosiego, y descontento. La enfermedad más prevalente en
el mundo hoy en día es el estrés, lo cual es otra forma de decir que vivimos en
samsara, con sufrimiento, miedo, frustración, e ignorancia. Tenemos que
trabajar constantemente para liberarnos de los efectos del estrés cotidiano, reducir
sus tendencias y volvernos a nuestro equilibrio natural. En parte, es por eso
que meditamos. Unos miembros de nuestra Sangha están creando bonísimos talleres
para disminuir el estrés para la gente enferma físicamente, para que superen
sus dolencias y encuentren un alivio. Sin embargo, aunque sea un paso muy
importante para la sociedad encontrar alivio del estrés, no es la razón por la
que practicamos zen. Básicamente el zen es para despertarnos y reconectarnos a
nuestra Naturaleza Fundamental, lo que nos liberara del sufrimiento existencial,
la insatisfacción con la vida, para luego ayudar a otros para liberarse también.
En la tradición zen coreana, hay dos aspectos principales de
la práctica, como dos alas de un pájaro: 1. Samadhi y 2. Prajna. Se requieren las
dos alas para volar, una depende de la otra. Un ala, Samadhi, refiere al
aspecto de la práctica en la que se tranquiliza la mente, manteniéndola en un
estado de calma-lucidez, la meditación profunda. Un efecto secundario de este
estado es relajación, imprescindible para aliviar el estrés, la causa de muchas
enfermedades físicas y mentales. Pero en Zen no se practica para conseguir
algo, lo cual es dualista y obstaculiza nuestro progreso, ni para reducir el
estrés ni para lograr algo especial. Pueden ser buenos efectos secundarios y
muy sanos, pero no son el objetivo. Cuando practicamos samadhi, prestamos
atención a lo que está surgiendo en este momento, lo que está obstaculizando
nuestra armonía y equilibrio. Efectivamente, estamos aprendiendo a desapegarnos
de lo que obstaculiza nuestra Esencia. Por eso, el enfoque de nuestra atención presente
no es en ningún objeto de consciencia, sino en soltar cualquier objeto, idea, o
estado interior. Así nos liberamos de lo que nos mantiene en samsara, la jaula de
nuestra ignorancia, el samsara del delirio, el sufrimiento basado en nuestros
propios pensamientos dualistas y discriminativos. Cuando se ha desapegado a
todos los objetos de la consciencia, ¿qué se queda? Shunyata, o el Vacío. Pero
sólo decimos vacío porque no es algo que se puede ver ni tocar, puesto que no
puede ser un objeto de nuestra atención. Todo es este Esencia. Es como intentar
de ver directamente a tus propios ojos sin usar un espejo. No se puede. Sólo se
ve los reflejos, los objetos de la vista, pero no se ve la vista con los ojos.
Nuestra atención es Esencia. Se puede intuir su Presencia, pero no es ningún
objeto de consciencia. Es la atención en sí. No es una cosa, no es algo
separado, simplemente es, y percatamos que hay atención o consciencia en todo
momento, sin necesariamente viendo atención en sí. Por eso, decimos “Voltea la
luz adentro y rastréala al Fuente.” La Fuente de la luz es la luz en sí, no-dos.
No hay nadie viendo la luz, hay simplemente luz. Todo surge en esta luz. Es
antes del pensar, antes de la dualidad de sujeto y objeto. Simplemente es,
mientras no es ninguna cosa aislada. Por tanto, vacío.
Pero, la práctica del Zen no es simplemente la mente
calma-lúcida. Requiere al mismo tiempo la otra ala para volar, para llevarnos
al Nirvana. Se llama Prajna, lo que significa sabiduría, o sea, la sabiduría de
la Verdad, principalmente annica
(todo es impermanente), anatta (no
hay un yo individual verdadero, permanente, ni separado), y dukka (todos sufrimos por falta de
entender la verdad). Cuando entendemos estas verdades, entramos en Nirvana, la
plena realización de nuestra Esencia Fundamental, liberándonos del sufrimiento
basado en la mente chica egóica. Lo que somos de verdad es este Fundamento, lo
que no nace, no muere, no cambia, es y no es, más allá de todo concepto o idea,
mientras que toda forma momentánea viene de y vuelve a esta Esencia Eterna. Esta
Esencia ni es forma ni es vacío, por eso, todo puede funcionar como una
unicidad. Cuando el Buddha recién nacido miró a su alrededor en las 4
direcciones, y luego tomó siete pasos, es como decir, que lo que es
omnipresente en todo, hay que realizarlo en cada paso de nuestras vidas
cotidianas terrenales, el camino a la Verdad, la Vía del Dao, el sendero del
Zen.
No es suficiente simplemente entender esta verdad
intelectualmente, hay que experimentarla directamente, y la práctica de samadhi
(meditación) crea las condiciones adecuadas para despertarnos a lo que ya es
presente en cada uno y todos de nosotros, nuestra naturaleza búdica. Además,
aunque nos despertamos a este hecho, es sólo el comienzo del trabajo. Por eso,
nuestros maestros Zen enfatizan iluminación súbita y cultivo gradual. Es decir
que la iluminación ocurre al principio de la práctica verdadera, desde el momento
que comienzas a considerar que eres esencialmente Buddha como la naturaleza
Fundamental. Este despertar inicial es lo que da sentido al cultivo siguiente,
o la práctica continua. Por supuesto, este despertar es bastante intelectual y
superficial al principio. Lo que requiere es cultivo de esta inspiración inicial
para que se madure en nosotros, llevándonos a la plena realización de la verdad.
El cultivo gradual involucra la meditación, la práctica diaria de los preceptos
y el estudio del Dharma, para que se estabilice por completo en esta verdad,
volviéndonos un bodhisattva dedicado a la liberación de otros, ayudándoles a
liberarse del sufrimiento también. Por lo tanto, nos iluminamos súbitamente al
hecho de que somos todos buddha, esta Esencia perfecta, y cultivamos esta
realización durante toda la vida, eliminando las kleshas y transformándonos por
nuestros actos en bodhisattvas perfectos. El punto final es budeidad, o un
Buddha completamente realizado y funcional. Este ideal es el eje de nuestra
aspiración, una realidad en potencia que siempre reside en nosotros,
animándonos de seguir adelante con la práctica constante y continua. Desde el
principio somos buddhas, y cultivamos lo que está inherentemente dentro de
nosotros poco a poco hasta que se manifieste por completo, sin obstáculo, en
nuestras vidas cotidianas. Por eso, se llama cultivo gradual.
La enseñanza principal de la historia del Buddha es sin
palabras. El Buddha miró a todos lados y tomó siete pasos. Esto simboliza
acción en la vida cotidiana. Palabras simplemente confunden y obstaculizan. Son
aspectos de la mente chica, dualista, y discriminatoria. El zen enseña que no
se puede progresar mediante la erudición, el conocimiento intelectual, lo
académico, ni por medio del poder terrenal, la fama, ni por teorías. Sólo se
aprende por investigación interior, comenzando con el hwadu “¿Qué soy?” y continuando
con la pregunta “¿Cómo vivir una vida plena, ética, y equilibrada?”, la cual
nos lleva a la práctica de los preceptos, la ética budista basada en la libre
expresión de Esencia y el alivio del sufrimiento en el universo. Cuando nos
liberamos del yo chico, nos despertamos al sí-mismo, nuestra verdadera
yo-nosotros, parte de la unicidad con todo el Universo. Todos somos tierra,
agua, fuego, aire. Comimos estos elementos para sostenernos. Todo viene de
ellos y vuelve a ellos. Todo desaparece en ellos y luego vuelve a surgir de
ellos. Es el ciclo Eterno de la Vida, el círculo del Zen.
Se puede decir que somos como un pétalo de flor. Este pétalo
cuelga de la rama de un árbol. A pesar de estar protegido del viento, tarde o
temprano va a caer. Todo es tan efímero como este pétalo, todo es impermanente.
Como individuos, somos este pétalo, funcionando por el bien del árbol. Luego,
vamos a caer, la forma individual desaparece. Es inevitable. Sin embargo,
estamos reunidos aquí para superar la ilusión colectiva de separación individual
y permanente. La flor vuelve en la primavera, los pétalos continúan abriéndose
a la luz. La vida continúa. Somos esta vida eterna, la que se encuentra aquí
mismo en este momento, este mismo mente-corazón de nuestro Fundamento. Todo
funciona como una unicidad. Esta mente-corazón, esta Esencia, es intangible,
invisible, y trasciende el tiempo y el espacio. Todo en el universo funciona
como uno, todo está interconectado. Al mismo tiempo, dentro de esta unicidad,
tú y yo existimos como individuos, aunque efectivamente somos dos aspectos o
fenómenos de Shunyata, o sea, el Absoluto. Estamos aquí juntos aprendiendo cómo
despertarnos a este fundamento mediante el cultivo de la mente. Estamos
aprendiendo a soltarnos y confiar todo al Absoluto. Todo lo que experimentamos,
confíalo al Absoluto en ti. Este Absoluto es como una planta de energía
inagotable e infinita. No importa cuánta energía se saca de esta planta, nunca
va a agotarse. Cuando se pone energía en esta planta, nunca va a desbordarse. Aunque
esta energía viene y va, nunca se ve la energía en sí, aunque se ve sus efectos
en nuestras vidas cotidianas.
Por tanto, practicamos en la vida cotidiana, sentándonos, poniendo
la mente en calma, soltando todo al Absoluto. Esto es Zen. Esto no significa
que nos apeguemos al vacío del Absoluto tampoco, sin hacer nada. Funcionamos en
la vida como expresiones del Absoluto, confiando todo al Absoluto – nuestra soledad,
nuestra pobreza, nuestra ansiedad, tristeza, y enfermedad. Estamos aprendiendo
aquí soltar absolutamente todo incondicionalmente, incluso todo lo que
entendemos y no entendemos, la razón y las excusas. Cuando todo va bien,
suéltalo con gratitud. Cuando no sale bien, suéltalo también, sabiendo que nada
es permanente, que esta situación va a cambiar. Confía en el hecho de que esta
Esencia, el sí-mismo universal, este Absoluto, siempre nos va a cuidar bien. Es
la promesa y práctica del Zen.
Bibliografía
Daehaeng. (2014). Wake Up and Laugh. Wisdom Publications:
Boston.
TE AGRADECEMOS POR TU APORTACIÓN
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