¿QUÉ SE VE,
EL OJO O LA MENTE?
Charla Dharma
22/MAY/2016
Rev. Dr. Hyonjin
Prajna
Al
llegar a un templo, el Sexto Patriarca se encontró con dos monjes discutiendo
sobre una bandera que se iba aleteando en el viento. Uno dijo que la bandera se
movía; el otro afirmaba que el viento se movía. El Sexto Patriarca dijo:
"No es el viento, no es la bandera. Son sus mentes que se están
moviendo." Los monjes eran completamente atascados, y no podían responder. (#308, The Whole World Is a Single Flower)
Hemos aquí un ejemplo del maestro mostrándoles
a los monjes la lección de que el mundo que percibimos con nuestros sentidos es
una proyección de nuestras mentes. Estos dos monjes peleando sobre sus
percepciones de una bandera moviéndose en el viento, no se dieron cuenta de que
es su mente la que genera la percepción del movimiento. Por lo tanto, debido a
la mente, estamos creando un mundo ilusorio que se conforme a nuestro
condicionamiento anterior, incluyendo todas nuestras presunciones,
suposiciones, prejuicios, y hábitos mentales.
Es decir que nuestra facultad de ver no depende
en el órgano del ojo. Lo que ve reside en la mente. No es el ojo que ve, sino
la mente. En el Sutra Shurangama, se ve la misma enseñanza del Buda instruyendo
al monje Ananda acerca de esta consciencia que percibe el mundo mediante el
sentido visual, usando el ejemplo de un ciego quien, al preguntarle lo que
percibe, dice que ve la oscuridad total:
“Hay que entender entonces que cuando la gente
ve luz, su consciencia de ella no llega a ser debido a la luz. Cuando la gente
ve la oscuridad, su consciencia de ella no llega a ser debido a la oscuridad.
Cuando la gente ve espacio, su consciencia de él no llega a ser debido al
espacio, y cuando la gente ve objetos sólidos, su consciencia de ellos no llega
a ser debido a los objetos sólidos.
Al mismo tiempo, aunque el maestro revela el
error de los monjes, todavía cae en el mismo error cuando dice que es la mente
que mueve. ¿Por qué? El Buddha explica:
Ya que hemos llegado a la conclusión de que la
consciencia visual no llega a ser debido a ninguno de estos cuatro, deberías
además entender que cuando puedes usar la consciencia verdadera para ser
consciente de la esencia de tu consciencia visual, entenderás que tu verdadera
consciencia no es lo mismo como la esencia de tu consciencia. Las dos son
bastante distintas la una de la otra. La esencia de consciencia no es igual a
la consciencia verdadera.[1]
O sea, la octava
consciencia se llama la consciencia Universal o la alayavijñana, la que incluye
la inteligencia y almacena todas las memorias. Esta consciencia, aunque sea la
base de la personalidad y la persona, la que perdura incluso después de la
muerte del cuerpo, no es lo mismo como la mente verdadera de la consciencia
universal, también conocida como la naturaleza búdica, la cual es impersonal, y
nunca un objeto de la consciencia puesto que es el origen en sí de toda
consciencia. En este sentido, ni se puede llamarla consciencia. Más bien, es la
matriz fundamental antes de la formación de cualquier experiencia, percepción o
concepto. No es algo que se pueda ver o percibir como una cosa, ya que es
anterior a la división de sujeto-objeto. Sería como el ojo intentando de verse
a sí mismo. Nunca el ojo puede verse puesto que es el origen de la visión. Se
puede inferir que hay un ojo puesto que se observa que hay una experiencia y
percepción de visión, lo que implica que hay un ojo viendo. De la misma forma,
somos el origen de toda forma y fenómeno, sin ser limitados por las formas y
fenómenos. Somos la naturaleza búdica, siempre perfecta, pura, y completa,
presente aquí y ahora. Por lo tanto, somos siempre puros y perfectos en nuestra
esencia. Sin embargo, mientras que nos identificamos con nuestros cuerpos y la
mente condicionada de los sentidos, nos experimentamos a nosotros mismos como
algo limitado, defectuoso, y una distorsión de la Verdad.
Así que, cuando actuamos basados en estas
imaginaciones ilusorias, creamos sufrimiento tanto para otros como para
nosotros mismos debido a las distorsiones ocasionados por nuestras ideas. Tengo
un ejemplo que me pasó hace unos días. Mi pareja y yo nos gusta pasear nuestros
cinco perros shih-tzu, perritos bien delicados y chiquitos, por la Avenida
Chapultapec. Estábamos sentados tranquilamente leyendo y tomando el sol, cuando
de repente percibí un enorme perro pitbull corriendo cuesta abajo hacia
nosotros sentados en el banco. Viendo que el perro no tenía correa, y no estaba
acompañado por un amo, me di cuenta por su trayectoria y actitud que iba a
atacarnos. Mi primer impulso fue ponerme frente a nuestros perros para bloquear
el ataque del otro perro. Me puse de rodillas para recoger mis cinco perros, lo
cual me puse cara a cara con el perro acercándose. En este momento, se me
ocurrió que el perro pudiera morderme la cara, lo cual sería muy doloroso.
Había una asociación en mi de un recuerdo en mi infancia, cuando tenía cinco
años, de un perro grande “atacándome”. De hecho, el perro sólo quería jugar,
saltándose encima de mí de una forma muy juguetona. Pero para un niño chiquito,
aparentaba que iba a matarme, y me traumaticé bastante. Y ahora me encontraba
de rodillas en el pavimento enfrentándome con un perro al punto de morderme la
cara, o peor aún, matar a uno de mis queridos perros.
Pero algo extraño me pasó en aquel instante. En
vez de sentir miedo o furia por la posible mordida a mi cara y cuerpo,
simplemente me dije, “No importa, hay que defenderlos.” Sí, el perro llegó, y
en vez de morder mi cara, intentó a morder el cuello de primer shih-tzu a su
alcance, el papá de la manada Ling-Ling. Por suerte, el pelo liso y largo de
Ling-Ling impidió que el pitbull pudiera aferrarle el cuello con sus mandíbulas
musculosas. Por un momento fue pandemónium, todo un enredo de correas, patas, y
ladridos alrededor de nuestras piernas. Y
de repente, recordé que estaba sujetando un bastón largo. Aunque yo estaba
enredado por completo, pasé el bastón a mi pareja, quien le dio un golpe al
cuello del perro, lo suficiente para asustarlo, pero no lastimarlo seriamente.
Por suerte, ya llegó su amo quien le alejó su perro con una expresión de vergüenza
y arrepentimiento. Sólo sentí alivio que
el peligro ya se había terminado. Ni había ningún aspecto de miedo, rabia, o
enojo, simplemente el reconocimiento que todo estaba bien, nadie lastimado
seriamente, y todos seguros de nuevo. Simplemente nos sentamos, riéndonos de
todo lo que acaba de pasar. Bromeaba a mi pareja la valentía que mostró al
repelar el ataque con el bastón, algo que merecía una medalla de oro.
Luego, al reflexionar sobre el evento, me di
cuenta qué diferente hubiera sido si basaba mis acciones en la memoria de mi
infancia, obstaculizando nuestras acciones con pánico, miedo exagerado,
acompañado con venganzas o agresiones hacia el amo del pitbull. Hubiera sido
mucho peor. El hecho es que perros pelean, accidentes pasan, es la vida. Cuando
no somos prisioneros de nuestras pasadas y condicionamiento, podemos ser
presentes con lo que está pasando, equilibrados y atentos a lo que sea lo
correcto hacer en este momento. Es una forma de vivir, con la mente calma y
lúcida, la base de nuestra mente verdadera, la mente de compasión y sabiduría,
la que sabe cómo reaccionar de una forma correcta según las circunstancias, ni
demasiada fuerza para lastimar ni con demasiada pasividad para no
defenderse. Aunque las memorias e
impulsos de la personalidad surgen, no tenemos que apegarnos a ellos, no
tenemos que vivir eternamente identificados con nuestro pasado y los obstáculos
de nuestras creencias y traumas pasadas. Vivir libre es resultado de nuestra
práctica diaria, sentándonos en el silencio y alineándonos con nuestra
naturaleza búdica. Cuando nos sentamos cada día, basándonos en esta naturaleza,
al pasar una crisis así, funcionamos automáticamente desde allí. No se basa en
un proceso intelectual, es antes del pensar, en el no saber, en el confiar en
algo más real en nosotros, algo que responde correctamente según la situación,
la relación y la función. La situación fue peligrosa en relación a los perros al
punto de pelear. Mi función fue simplemente protegerlos y prevenir un ataque en
la forma menos violenta posible. Todo ocurrió en unos pocos segundos, pero asombrosamente se resolvió de una forma óptima según las circunstancias.
Aunque fue dramático para los que observaron en sus carros, nada especial nos
pasó. Simplemente hicimos lo que requería, y luego continuamos con nuestras
vidas como si nada hubiera pasado. Y de hecho, nada pasó, porque como el
Kong-an original, ni la bandera ni el viento movió, sino fue la mente. Y puesto
que esta mente es inherentemente libre del condicionamiento, no se hizo nada.
En el momento clave, no había Hyonjin, ni perro atacante, ni bastón. Había sólo
este momento manifestándose justo como es, sin conceptos de bueno ni malo, sin
obstáculos mentales, y de alguna forma milagrosa, nada pasó, fue simplemente
otro día más.
Bibliografía
Seung Sahn. The Whole World Is a Single Flower.
Charles E. Tuttle Company, Inc.: Boston, USA. 1992.
The Shurangama Sutra: A New Translation with commentary by Ven. Master
Hsuan Hua. Buddhist Text Translation Society. 2009. Traducción al español del inglés por Rev. Hyonjin
Prajna.
[1] “Verdadera consciencia” aquí refiere a la mente verdadera, mientras que
la “esencia de consciencia” refiere a la división observadora de la octava
consciencia, la que contiene una pequeña cantidad de distorsión.
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