Charla Dharma 14/OCT/2018
Ven. Dr. Hyoenjin Prajna
Cuando vi la luna
al amanecer,
sola en mitad del cielo,
me conocí completo:
sin excluir nada
~Izumi Shikibu
Hay
un amor sin limitaciones, diferente al amor que se encuentra en muchas
relaciones sentimentales caracterizado como un intercambio lucrativo, por
ejemplo, cuando alguien dice “Te quiero,” y te sientes obligado a decir lo
mismo. Hay un orden de amor completamente
distinto, que viene de la fuente misma de nuestro ser. Es un amor que reconoce
y responde a la bondad intrínseca del corazón humano. Un amor que representa la
aspiración universal de todos los seres para encontrar la felicidad. Es algo
que existe antes y más allá de toda condición o pensamiento. El ego no puede
lograrlo. No es un amor idealista ni el producto de un estado espiritual
especial al que se puede acceder. Este amor está siempre presente y es el
fundamento de toda experiencia, la esencia misma de nuestro ser.
Pero
si el amor es abundante e infinito, ¿por qué sentimos escasez y la necesitad de
aferrarnos a nuestros queridos? Se debe en parte a que confundimos el amor con
el apego. El apego se disfraza como amor como cuando se dice: “Te amaré si me
das lo que necesito.” El amor se centra en la generosidad; el apego se centra
en satisfacer sus necesidades. El amor es una expresión de nuestra naturaleza
esencial; el apego es una expresión de la personalidad. El amor engendra
fidelidad y armonía, el apego engendra el temor y se adhiere a un resultado
particular. El amor es desinteresado y alienta la libertad; el apego es
egocéntrico y engendra posesividad. El apego deja cicatrices, el amor nos
inclina a la grandeza. El apego insano es tenso, irritado, cerrado, fijo y a
menudo compulsivo; produce dependencia perniciosa. Se termina creyendo que la
felicidad depende de la palabras y actos de algo o alguien externo a nosotros.
En cambio, el amor abarca todo. Se puede amar a alguien, aun cuando no estamos
de acuerdo con él o ella e incluso cuando no nos agrada sus hábitos.
Este
amor sano es innato y natural, es lo que somos, y puede ayudarnos a enfrentar
cualquier dificultad en nuestra vida. Cuando nos sentimos lastimados,
estancados, y rechazados, este amor puede lidiar con nuestros demonios y
conceptos negativos dentro de nosotros, como la vergüenza, la confusión, y la
pérdida. En vez de tratar de evitarlos con distracciones, adicciones y
obsesiones, se puede enfrentarlos directamente. Así que se puede sanar la
enfermedad de dukka – atrapado por la
sensación constante y diario de insatisfacción, descontento, y el estrés. Tendemos
a luchar con los demonios cubriéndonos con una armadura sobre nuestro corazón
en un intento de hacernos invulnerables al dolor. Resulta que nos entorpecemos
nuestras experiencias, y nos alejamos del afecto de otros tal como el consuelo,
la piedad, y la alegría.
A
la medida que nos relajamos la mente por medio de la meditación, nos damos el
espacio para ver que incluso nuestra armadura no estaba separada del amor. Es
como el sol que sale, derritiendo el hielo para convertirlo en agua y gas y
convertirlo en la atmósfera, así que no hay nada que nos separe de este amor
ilimitado de nuestro ser. Este amor es la fuente que nos permite aceptar todo y
no rechazar nada. Nos da la oportunidad de mirar de frente nuestro sufrimiento
al rendirnos a la receptividad de este amor.
¿Cuántos
de nosotros no ha experimentado la pérdida de un querido, aunque sea humano o
animal, dejándonos devastados? Cada uno de nosotros estamos viviendo
continuamente la impermanencia y transitoriedad. Nuestros mamás y papás
envejecen y luego mueren. Nuestros amigos y amores mueren por accidentes
inesperados. Nos causa mucho dolor. Sin embargo, en la meditación se considera
al dolor un gran maestro.
Ram
Dass, un maestro espiritual y escritor del libro clásico del 1971 titulado Be Here Now (Estar aquí ahora), nos
explica que la “conciencia amorosa” puede curarnos profundamente. Para tener
acceso a esta conciencia amorosa, requiere un viaje corto del ego al corazón
espiritual. Cuando se es la conciencia amorosa, se está consciente de todo lo
exterior y lo interior, las olas del mar, las flores del jardín, los
pensamientos del temor y los sentimientos oscuros. Esta conciencia amorosa
atestigua todo sin identificarse con nada. Cuando se fusiona con este amor, no
hay nada que temer. Este amor neutraliza al temor. Este amor es abierto y
abarca todo. Cuando estamos atrapados por nuestros gustos y aversiones, caemos
presa de la duda, la indignidad, el aburrimiento, los deseos y el rencor. Este
amor no elimina nada de esto; más bien nos da un medio para enfrentarlo todo.
Este
amor nos ayuda a aceptarnos y nuestra vida tal como somos y a los demás tal
como son. Cuando se aproxima algo indeseable – como la muerte, la enfermedad o
la pérdida de un empleo o relación – es natural tener miedo. En estos momentos,
hay que buscar una parte de nosotros que no tema. Cuando tienes miedo, lo que
sabe que lo tienes, lo que atestigua tu miedo, en sí no tiene miedo. Lo que observa
el temor no es el temor, es nuestro verdadero ser, experimentado como un amor
sin límites. Podemos aprender a relacionarnos con pensamientos difíciles,
emociones fuertes o circunstancias desafiantes desde el punto de vista del
testigo, de la conciencia amorosa. Cuando se lo hace así, todo se vuelve más
manejable.
Una
de las capacidades más exquisitas del amor es la de aceptar todo aquello con lo
que hace contacto, aun si a primera vista la situación, experiencia o persona
no parece digna de ser amado. El amor posee su propia libertad. A través de la
conciencia amorosa se puede admitir la tristeza, la soledad, el temor, la
depresión y el dolor físico. Esta conciencia amorosa brilla en la oscuridad
revelando la verdadera fuente del sufrimiento. Así que se puede dar la
bienvenida a todas y cada una de las cualidades y defectos “sin excluir nada.” Esta frase “sin excluir nada” es un dicho
zen, la cual es la función receptiva del amor. Al rendirnos a lo que es la vida
en este momento preciso sin excluir nada, nos abrimos al universo entero y
descubrimos el tesoro que siempre reside en nuestro corazón. Al recibir el
regalo de este amor ilimitado, nos sanamos naturalmente, porque se descubre que
no faltamos nada, somos uno con todo, y no hay nada que nace ni muere, lo que
se experimenta como una epifanía. El Buddha lo explica así:
"Monjes, no digo que el logro del
despertar sea todo de una vez. Más bien, el logro del despertar es después del
entrenamiento gradual, la acción gradual, la práctica gradual. ¿Y cómo es el
logro del despertar después del entrenamiento gradual, la acción gradual, la
práctica gradual? Es el caso que, cuando se ha surgido la convicción, se lo
visita [a un maestro]. Al visitarlo, se le acerca. Al acercárselo, se le presta
atención. Al prestarle atención, se escucha el Dharma. Al escuchar el Dharma,
se lo recuerda. Al recordarlo, se penetra al significado de las enseñanzas. Al
penetrar al significado, se llega a conformarse a través de la meditación sobre
las enseñanzas. Al conformarse a través de la meditación sobre las enseñanzas,
se surge la aspiración. Al surgir la aspiración, se está dispuesto. Al estar
dispuesto, se contempla. Al contemplar, se hace un esfuerzo. Al hacer un
esfuerzo, se da cuenta con el cuerpo la suprema verdad y, al penetrarla con
discernimiento, hay una epifanía (kensho) ... Kitagiri Sutta: En Kitagiri;
Majjima Nikaya.
Así
que, con la práctica, la disciplina, y la diligencia, se puede despertar a la
verdad de nuestro ser, experimentada como amor ilimitado que nos sana. Aprende
a descansar en este amor ilimitado. Descansa en el amor. Cuando la gente esté
enferma o lastimada, sólo ámala. Ámala hasta que pueda amarse a sí misma de
nuevo. Ámate a ti misma hasta que te sanes por completo. Este amor es en verdad
la mejor medicina.
Bibliografía
Ostaseski,
Frank. (2017) Las Cinco Invitaciones.
Océano: Amazon Digital
Services LLC
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