Charla Dharma 28/OCT/2018
Ven. Dr. Hyoenjin Prajna
“Al estudiar la mente, se la conoce,
se la deconstruye y se la revela
la creatividad ilimitada de Buda.”
Hyoenjin Prajna
La Mente es Buda. La Mente es la
fuente de toda la fuerza creativa, su funcionamiento, y el resultado de su funcionamiento.
La Mente siempre ha existido, carece de forma y de aspecto, pero es
omnipresente. Nadie puede existir fuera de la esencia de esta Mente y del
principio de la manifestación de los fenómenos. El principio de la creatividad trasciende las
distinciones de lo mundano y lo sagrado o entre lo superior y lo inferior. Hay
un dicho Zen: “El Dao existe en el orín y el excremento.” Había una vez un
maestro que se despertó en medio de la noche con ganas de ir al baño. En los
monasterios antiguos, los monjes solían dormir en el salón de meditación a los
pies de la estatua de Buda. Este maestro se levantó, y comenzó a orinar al lado
de la estatua de Buda. Otro maestro intentó detenerlo, preguntándole cómo es
que podía orinar en la presencia del Buda. El maestro respondió: “Si pudieras
mostrarme un lugar que esté libre de la presencia del Buda, me dirigiría allí.”
El otro maestro guardó silencio al reconocer que el Buda, o sea, la Mente o
Dao, está en todas partes.
El
Dao es el principio universal que toma infinitas formas, hasta en las
secreciones corporales, la sangre, el sudor, las lágrimas y el olor. Este
principio de Dao existe en cada persona y en cada cosa. Mira la diversidad creativa
de la naturaleza. Constantemente se descubren nuevas especies de flora y fauna
en todos lados: desde las iridiscentes ranitas de rojo, fucsia, verde y azul
bajo las hojas mojadas de la selva amazónica hasta nuevos tipos de estrellas y constelaciones
en el firmamento del espacio ilimitado. Sean donde sean, se encuentra la vida creativa,
desde las oscuras grietas al fondo de los océanos, o las calientes paredes de
volcanes, o el frígido hielo de glaciales, o viajando por el espacio sobre
asteroides y cometas. La naturaleza
tiene una tenacidad infatigable para manifestar, diversificar, evolucionar,
realizar, y reinventarse. Sin embargo, la vida de cada ser es tenue,
momentánea, delicada; se surge, perdura un rato, y luego desaparece, como una
burbuja en el aire o un destello de luz. Todo tiene su momento de expresarse
para luego cambiarse, transformándose una y otra vez sin fin.
El
propósito de nuestro cultivo espiritual es descubrir y utilizar nuestra creatividad,
o sea, la Mente Primordial. Aunque todos tenemos la sabiduría y virtud natural
de Buda, debido al pensar errónea, esta sabiduría y virtud se quedan limitadas
y escondidas. Hay que disolver los apegos y pensamientos equívocos que
contaminan la mente, creando obstáculos a la creatividad. Al meditar, se puede
volver a la fuente, a la Mente Original. Cuando la mente es calma y serena, se
siente una percepción interna como una cálida luz radiante. Esta luz es la pura
manifestación de la Mente Búdica. Cuando un pensamiento errante ingresa a tu
mente durante la meditación, siempre que te mantengas concentrado y lo ignores,
ese pensamiento desaparecerá. Es lo mismo en la vida cotidiana. Cuando nos
sentimos molestos o agitados, mira directo a lo que está causando la molestia.
Al preguntarse “¿Qué es esto?”, se puede ver la idea generando el problema.
Concentrándose así, se hace uno con la idea, uno con “no sé.” Dentro de esta
unicidad, se revela la Mente de Buda, libre y silenciosa. El propósito de todo
cultivo zen es lograr una mente pura, calma y liberada en todo momento, capaz
de manifestar la realidad tal como es. La mente que no sabe nada, entonces, es
Buda, nada más. Es la Mente antes del pensar.
La
médula del cultivo zen es despertarnos a la infinita creatividad de la Mente,
la que es libre de limitaciones, libre expresarse, libre elevar nuestra
capacidad creativa para liberar a todos los seres sintientes. La Mente posee una energía ilimitada y un
poder creativo infinito. Pero para tener acceso a esta energía creativa, hay
que deconstruir el ego. Eso requiere calmar la mente mediante una disciplina
diaria para desmantelar tu sistema de creencias erróneas.
Al
meditar cada día, aprendemos a restringir el funcionamiento erróneo de los
pensamientos basados en la codicia, aversión, e ignorancia. Desde ahí, practicamos
el autocontrol utilizando la fuerza creativa para efectuar los cambios
necesarios libres del sufrimiento y para vivir una vida más sana y vibrante. Tomamos
responsabilidad de nuestras vidas observando nuestros malos hábitos mentales y
eliminándolos. Aprendemos a concentrarnos en la realidad actual, lo que es este
momento tal como es, o como Seung Sahn solía decir, simplemente esto. Así que comenzamos
a usar los pensamientos de una forma más clara y positivamente para generar nuevos
fenómenos hermosos que reflejan la verdad en sí, la Mente Universal.
No
somos nuestros pensamientos y emociones. Pasan por nosotros, pero no son
nosotros. Somos como el cielo azul. Nuestras emociones son como las nubes que
pasan por él. La tristeza, la frustración, y el miedo no son nada más que nubes
pasajeras. Como las nubes, las emociones pueden ser intensas y dolorosas. A
veces parecen tan grandes que tapan el sol, pero eso es temporal. Intenta de estar
con tus emociones. Fíjate en la relación entre la emoción y esa parte de ti
mismo que la observa. La capacidad para observar el drama interno sin perderse
en juicios ni en la reactividad es básica para el desarrollo espiritual. Si podemos
tolerar la emoción fuerte y aceptarla, abrazarla y sentirla por completo y en
su totalidad – en su textura, color, y viveza -, le ofrecemos el espacio que
necesita para ser.
En
eso, no estamos intentando ni reprimir ni expresar las emociones de una manera
exagerada. La represión puede manifestarse en síntomas como tensión,
entorpecimiento y desánimo, incluso transformarse en un factor de una
enfermedad grave. Aunque la expresión de emociones puede ser sano y positivo en
el momento apropiado, pero tendemos a reaccionar a un estímulo de una forma
desproporcionada estallando con una intensidad que causa daño y dolor: pateamos
al gato, nos enfurecemos durante un embotellamiento, o cualquier otro medio
para desplazar los sentimientos incómodos, con el deseo para liberarnos de
ellos.
Pero
existe una tercera opción más equilibrada y creativa: contener la emoción. Retenemos estas emociones por consideración a
los demás. Aceptamos la realidad de su presencia, nos gusten o no. Aceptarlas
no es lo mismo como resignarse a ellas, lo cual es pasiva, sintiéndose víctima
e incapaz de efectuar un cambio. De hecho, resignación es una forma de apego
del ego sin esperanza de que las cosas van a cambiar. Pero cambio es la ley del
universo. Así que, al aceptar las emociones, nos da la oportunidad de estudiarlas
con un interés respetuoso, con la cualidad de curiosidad con la pregunta: “¿Qué
es esto?”. Exploramos la tensión en nuestro pecho, sentimos el peso de nuestros
brazos o cierta añoranza sin conectarla a ninguna historia específica. Esta
capacidad aceptar las emociones mientras que las contenemos es la ecuanimidad, la que nos permite regular,
reflexionar y reevaluar la situación. Nuestra capacidad de respirar, sentir, y
tomar conciencia de la experiencia física estabiliza nuestra atención y hace
posible que el cuerpo se convierte en un recipiente inofensivo en que las
emociones pueden ser incorporadas y reguladas, dándonos la oportunidad de
considerar una nueva dirección para actuar de una forma creativa, revelando la Vía
sana y hermosa de la Mente.
Bibliografía
Ostaseski, Frank. (2017) Las Cinco
Invitaciones. Océano: Amazon
Digital Services LLC. Edición Kindle.
Tsan, Miao. (2012) El Origen
es Puro. Bright Sky Press. Edición Kindle.
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