LA GUARIDA DEL LEÓN
25/AGO/2019
Venerable
Dr. Hyoenjin Prajna
“Las prácticas budistas Zen no son regulaciones exteriores
para vivir, sino que las prácticas budistas Zen son formas internas de
liberación personal.”
~Wonji Dharma
La verdadera enseñanza siempre nos
hace sentir incómodos, si no nos hace sentir incómodos, no es la verdadera
enseñanza. Esencialmente, las cosas en la vida que no nos hacen sentir cómodos
están ahí para mostrarnos algo. Cuando leemos, por ejemplo, un precepto que
trata el tema de no robar, si no nos sentimos incómodos considerándolo, quizás
no es un problema en nuestras vidas. En cambio, al leer el precepto de no robar
y comenzamos a pensar, ‘bueno, eso no se aplica a tal o cual o tal y tal,’ entonces
quizás deberíamos examinarlo un poco más profundo. Puede ser que hay algo ahí
que nos hace sentir incómodos porque estamos intuyendo incongruencias en nuestras
vidas y práctica.
Al comenzar a practicar el zen,
tenemos mucho entusiasmo. Nos sentimos que por fin nos hemos descubierto “la
Vía”. Con mucho entusiasmo declaramos a todos nuestro descubrimiento, enseñando
a todos los demás lo que creemos haber encontrado. Estamos muy emocionados por
haber descubierto un camino tan significativo en nuestros corazones, y puesto
que nos hemos experimentado tanta transformación personalmente, comenzamos a
creer que tenemos la solución final de todo el sufrimiento del mundo. Nos
volvemos firmes en nuestro celo, listos a marcharnos testarudos hacia la
guarida del león para confrontar cualquier asunto que creemos que tenemos que
domar en nuestras propias vidas. No obstante, esta guarida del león es
simplemente una construcción de nuestras mentes. Percibimos todos los fenómenos
fuera de sincronía con nuestros puntos de vista. Así que, si seguimos corriendo
precipitadamente hacia la guarida del león imaginaria, nuestro león demoníaco
junto con el resto del mundo puede devorarnos rápidamente. Para no caer en esta
crisis, debemos aprender cómo escuchar y adaptarnos a las perspectivas distintas
a las nuestras.
Sin embargo, la imagen del león tiene
otro significado importante en la práctica zen.
Es una metáfora que simboliza una mente inmóvil. Esto no significa una
mente estancada en sus propias ideas, sino una mente abierta a lo que está ocurriendo
a su alrededor, o sea, permanecer en nuestro centro sin perseguir ideas al
azar. Hay una expresión en Zen para expresar esta actitud audaz: “El perro
persigue el hueso, el león agarra y devora al lanzador.” Es decir, un perro
se distrae fácilmente. El momento que alguien le tira un hueso, se va inmediatamente
persiguiéndolo. Representa la mente indisciplinada. Cualquier impulso o idea
que surgiera, se va persiguiéndolo. Si alguien le provoca, la mente
indisciplinada experimenta ira y comienza a ladrar, distraído por el hueso de
provocación. En cambio, un león es inmovible. Se sienta tranquilamente, vigilando
la situación. Aunque alguien le tira un hueso de ideas o provocaciones, no lo
persigue. Espera con mucha paciencia y plena atención hasta que el lanzador se
acerca, y luego lo devora. Es decir, la mente inmóvil tiene la confianza y la
sabiduría no moverse con cualquier distracción. La mente inmóvil actúa como un
león, lista a despedazar la mentira, trampa, o distracción. Es un símbolo de
fuerza, equilibrio y disciplina mental. Al mismo tiempo, esta mente inmóvil del
león no es violenta. Si lo que se acerca es la verdad en la forma de un
cordero, lo da la bienvenida a su guarida sin problema.
Hay un gran ejemplo demostrando esta
mente inmóvil cuando las personas toman sus preceptos más avanzados de ministro
o sacerdote en una gran ceremonia y celebración con la sangha. Hay una gran prueba
para cada candidato, el cual debe sentarse frente a todo el público mientras
que todos uno por uno le dirige una pregunta sobre el cómo aplicar el Dharma a
la vida cotidiana. El candidato debería contestar a cada uno con la mente
inmóvil, demostrando su capacidad de enfrentar cualquier reto con ecuanimidad,
valor e intrepidez. El público, la sangha, puede decidir si el candidato es un león
con una mente inmóvil o un perro con una mente distraída, temerosa y dudando de
sí mismo. La prueba se basa no tanto en respuestas correctas o incorrectas, sino
más bien en como el candidato mantiene su claridad y calma frente al reto.
Según su perspectiva, el público puede aparentar al candidato como un círculo
de amigos amorosos apoyándole incondicionalmente con compasión o suavidad o en
cambio, se lo percibe como monstruo al punto de devorarlo.
Recuerden que en el mundo del
absoluto, no hay ni bueno ni malo, mientras sí hay bueno y malo manifestándose
en el mundo relativo. Comenzamos a cometer errores cuando confundimos el mundo relativo
con el mundo absoluto. Cuando nos apegamos a nuestras opiniones, estamos
diciendo que mi manera de pensar, mi opinión, y mi perspectiva, es la única y
no tolero ninguna otra. Ya se ha transformado en dogma, lo cual crea más insatisfacción
y sufrimiento. En lo relativo, tu opinión es simplemente tu opinión. En vez de declarar
“la Vía Única” según tu propia opinión, se da cuenta de que todas las opiniones
son “la Vía.” Esto es lo que se llama “el mundo de la verdad,” del cual se puede
adaptarse a un mundo cambiándose continuamente. Para fluir en este mundo,
requiere que se practique correcta situación, correcta relación, y correcta
función. Así que, aprendemos a vivir en un mundo en que “está todo bien.”
De esta manera, cuando otros actúan de
una forma que no nos agrada, no tenemos que injuriar, insultar, o calumniarlos.
Como budistas, estamos comprometidos a la no violencia, es decir, no hacer daño.
No obstante, esto no significa ser pasivo. A veces no hacer daño significa causar
interrupción en el mundo. Gandhi es un ejemplo de esto. Su compromiso a no
hacer daño, la no violencia de ahimsa, le dio la mente león con la capacidad de
no cooperar con lo malo en la forma de la injusticia de un país subyugando y
abusando a otro país. Su resistencia y no cooperación liberó a su país de los
abusos de colonialismo.
En nuestra tradición, evitamos usar
las etiquetas de bueno o malo. Sería mejor elegir entre lo correcto y lo
incorrecto, basado en si algo causa daño a alguien o no. Aunque elegimos oponer
algo, debemos mantener nuestro compromiso a la no violencia y no actuar basado
en la ira. Con diligencia, podemos aprender que un corazón bondadoso no
significa pasividad o inacción. Al mismo tiempo, si mantenemos una actitud o
creencia absolutista, que mi camino es el único camino, puede convertirse a una
vía de totalitarismo. Esto es lo que los ancianos maestros llaman, “el
hedor del Zen.” Lo absoluto no depende en una idea. De hecho, el absoluto se
refiere a shunyata, el cual es más allá de palabras y habla. Así que cuando
presentamos nuestra Vía como la única vía, de hecho estamos ofendiendo las
enseñanzas del Buddha. Aunque queremos hacer el bien, aspirando a ser buenos
seguidores del Buddha, así que formamos ideas acerca de lo que se debe hacer y
cómo hacerlo. A fin de cuentas, estas ideas son simplemente construcciones
mentales que pueden obstaculizarnos de nuestra propia Naturaleza Búdica. El
practicante auténtico del zen camina libremente por el mundo soltando los pensamientos
y construcciones mentales que pueden obstaculizarlo. El verdadero practicante
zen confía en las enseñanzas del Buddha, asegurando que no hace daño ni a sí
mismo ni a otros. Si tiene que actuar, lo hace con benevolencia y compasión,
manteniendo la mente inmovible del león y adaptándose a un ambiente cambiándose
continuamente. No hay una expectativa que seamos perfectos en todo momento.
Tengan compasión y paciencia hacia sí mismos y otros, cuídense sus preceptos,
mantengan su hua-tou constantemente, y actúen con benevolencia, compasión, y
amor.
Bibliografía
Dharma, Ven. Dr. Wonji.
(2015). It’s All Good! The Chan Teachings of Wonji Dharma. Buddha Dharma
University Press: Oneida, NY.