ÁRBOL SAGRADO
Charla Dharma 24/NOV/2019
Ven. Dr. Hyoenjin Prajna
He aquí una
hoja del árbol de bodhi debajo del cual el Buda se despertó. ¿Qué significa
esta hoja, este árbol, esta hazaña para nosotros hoy en día?
El Buda y sus
enseñanzas siempre han estado estrechamente asociados con la naturaleza, con un
alto significado espiritual particularmente vinculado a los árboles. El
simbolismo de los árboles ha transmitido efectivamente el Buda-Dharma a lo
largo de los años, y es particularmente relevante para nuestro tiempo actual debido
a la preocupación ecológica y la crisis ambiental. La asociación del Buda con
la naturaleza refleja su rechazo de la seguridad, la estructura y el confort de
la vida familiar, que a su vez fue un rechazo de la sociedad de su época
plagada de agitación urbana, guerras, estrés, crecimiento económico acompañado por
agresión y competencia. Al retratar al Buda históricamente como cercano a la
naturaleza, destaca su búsqueda de una Verdad más profunda basada en la
armonía, la simplicidad, la belleza, la compasión y la paz. Al mismo tiempo, el
simbolismo de los árboles a lo largo de la vida y la historia de Buda ha
transmitido una sensación de refugio, protección, curación, belleza y paz,
todas cualidades que transmiten las enseñanzas básicas del Dharma hacia el
logro del Nirvana. Qué imagen más efectiva que el Buda sentado tranquilamente
en la sombra fresca de un árbol para ilustrar la paz, la tranquilidad y el fresco
reposo de uno libre de ansia y anhelo, cuando los fuegos de deseo se han
extinguido, y uno está en armonía con el mundo y consigo mismo (Armstrong,
2001).
De hecho, cada evento importante en la vida
del Buda estuvo asociado de alguna manera con los árboles: nacimiento,
iluminación, primeras enseñanzas y muerte. En ciertos relatos, la madre del
Buda lo dio a luz debajo del árbol ashoka. La palabra "ashoka"
significa “sin tristeza”, de ahí el árbol sin tristeza. Tal vez esto transmita
que, aunque la madre de Buda murió debido al parto, no hay tristeza, ya que dio
a luz un ser espiritualmente grandioso que curaría la tristeza y el sufrimiento
(Árboles y Budismo, 2012). Las brillantes flores de color amarillo anaranjado
de este árbol se vuelven rojas antes de marchitarse mostrando la transformación
que uno atraviesa en la práctica espiritual a medida que evoluciona en su
apertura hacia su verdadero ser y finalmente brilla intensamente antes de que
el cuerpo finalmente se desvanezca, como cuando el Buda, al final de su vida
terrenal, alcanzó el Paranirvana. En este momento había luces en el cielo y el
ruido de terremotos sacudiendo la tierra, y las flores de los árboles se
abrieron fuera de temporada, cubriéndole al caer, mientras su cuerpo desvaneció
(Armstrong, 2001).
Buda nació bajo un árbol del norte de la
India, que se llama sal, del cual su madera se usa como astringente e incienso
y su aceite ilumina las lámparas. Igualmente Buda cura el deseo limpiando las heridas
del sufrimiento. Su Dharma es dulce y atractiva como el mejor incienso, revelándonos
la práctica espiritual. A fin de cuentas, es nuestra lámpara cuya luz nos guía
al Nirvana. (Árboles y Budismo, 2012).
Cuando Buda era niño, su primera profunda experiencia
espiritual fue a la sombra de un árbol rosa-manzano. Entró en trance mientras observaba los
movimientos repetitivos de un granjero arando sus campos, desenterrando
hormigas y arrancando plantas. El niño sintió compasión por estas criaturas y
plantas. Pero al mismo tiempo, sintió alegría y paz sentado en la sombra del rosa-manzano.
Esta experiencia formó la basa de la meditación, la contemplación, y el cultivo
espiritual luego en su vida. (Armstrong, 2001).
Los primeros sermones
del Buda que inauguraron su carrera misionera tuvieron lugar en un bosque de
árboles (Silva, 2005-2012). Sin embargo, el más sagrado de todos los árboles en
el budismo es el árbol de Bodhi, bajo el cual el Buda alcanzó la iluminación.
El árbol de Bodhi tiene un profundo significado espiritual para los
practicantes budistas. Siendo el lugar de su iluminación en el norte de la
India, el árbol de Bodhi tiene santidad geográfica, un objeto de peregrinación
espiritual. Este árbol es un arquetipo del árbol mundial encontrado en
iconografía de muchas religiones del mundo. Sus raíces se adentran en las aguas
del infinito. Sus ramas y hojas soplan en los vientos del vacío. Está iluminado
por la clara luz de la sabiduría. Es un refugio de los tigres y dragones del
deseo. Sus hojas son verdes con la primavera y sus poderes regenerativos. Su fruto
representa el conocimiento del Dharma y la sabiduría que aporta al comprender
vidas pasadas,
la unidad y la inmortalidad. Este árbol mundial une todos los
mundos. El árbol de Bodhi es una representación simbólica de nuestro
crecimiento hacia la liberación. Es un viaje al infinito, como una pequeña
semilla que se abre para crecer y liberar la mente. Su semilla crece más allá
de los límites de este cuerpo y sus ramas crecen hacia lo Infinito mientras que
sus raíces se apoyan firmemente en el suelo de la vida cotidiana. (La
meditación del árbol Bodhi, 2012)
La adoración a
los árboles era común en la época del Buda. Se cree firmemente en la India que
espíritus y dioses habitan en árboles particularmente grandes y nudosos y estos
seres pueden conceder favores a los que les honren (Dhammika, 2010, 2011). Los
árboles proporcionan refugio y protección.
Se cuenta que
el joven Asceta Gotama (el nombre del Buda antes de su Iluminación) practicaba
ayunas tan severas, que se veía como un esqueleto.
Ahora, en un pueblo cercano llamado
Senani, vivía una niña joven, muy hermosa y rica llamada Sujata, que quería un
esposo de igual rango y un hijo. Había esperado durante muchos años y no tuvo
éxito. La gente le dijo que debía ir a cierto árbol de higuera cerca del río
Neranjara y rezarle al dios del árbol para que le diera un esposo y un hijo.
Ella hizo lo que la gente le dijo y más tarde se casó con un joven y tuvieron
un hijo encantador. Estaba extremadamente feliz y decidió cumplir su promesa al
dios del árbol por darle todo lo que había pedido.
Sujata
tenía mil vacas, y las alimentó con enredaderas dulces para que la leche de
vaca fuera dulce. Ordeñó estas mil vacas y alimentó con esa leche a quinientas
vacas, y luego alimentó con su leche a doscientas cincuenta vacas y así
sucesivamente hasta que alimentó solo ocho vacas. Ella hizo esto para obtener
la leche más dulce y nutritiva, para hacer un delicioso arroz con leche como
una ofrenda al dios del árbol.
Mientras hacía esto, se sorprendió al ver
a su sirviente corriendo de la limpieza y preparando el área al pie del árbol
de higuera. Muy feliz y emocionado, el sirviente dijo: "¡Mi señora Sujata!
El dios de la higuera está meditando al pie del árbol. Qué suerte tienes de
tener al dios en persona para aceptar tu comida".
Sujata
también estaba feliz, emocionada y bailaba de alegría con el sirviente. Luego
se esforzaron aún más para preparar el arroz con leche, vertiéndolo en un cuenco
dorado.
Tomando
el delicioso arroz con leche, ambos fueron al árbol de higuera y Sujata vio lo
que ella percibía como un hombre santo. Era guapo y de aspecto dorado y se
sentaba serenamente en meditación. Ella no sabía que él era, de hecho, Asceta
Gotama. Ella se inclinó con respeto y dijo: "Señor, acepta mi donación de
arroz con leche. Que tengas éxito en obtener tus deseos como yo".
El asceta Gotama se comió el dulce y
espeso arroz con leche y luego se bañó en el río Neranjara. Esta era la última
comida y baño que tendría en siete semanas. Cuando terminó, tomó el cuenco
dorado y lo arrojó al río, diciendo: "Si tengo éxito en convertirme en un
Buda hoy, deje que este cuenco vaya río arriba, pero si no, déjelo ir río
abajo". El cuenco dorado fue río arriba, todo el tiempo manteniéndose en
el medio del río. (Buddhanet, 15)
Así que, por su dedicación y devoción al árbol,
Sujata pudo realizarse como madre, esposa y primera seguidora laica del Buda.
Todo su preparación y purificación de la leche de su ofrenda nos recuerda de
nuestra propia práctica de cultivo y disciplina espiritual. En agradecimiento,
ella le ofrece lo mejor de sus labores, y como acto de compasión, le ofrece
arroz con leche. Pero Asceta Gotama, como nosotros, no se quedó apegado al
vehículo de esta compasión, el cuenco dorado, y lo arroja al río. Así, cada
día, arrojamos nuestros apegos al río, y seguimos nuestro camino y práctica,
testigos a los milagros y bendiciones que se manifiestan a nuestro alrededor,
como el cuenco dorado flotando río arriba en el camino medio. Eventualmente
nuestra práctica da fruto. Ya Asceta Gotama siente la fuerza y determinación
para enfrentar el reto final:
El héroe se paseó por las orillas del río.
La noche descendió lentamente. Las flores cansadas cerraron sus pétalos; una
dulce fragancia surgió de los campos y jardines; los pájaros ensayaron
tímidamente sus canciones finales del atardecer.
Fue
entonces cuando el héroe caminó hacia el árbol del conocimiento.
El
camino estaba rociado con polvo de oro; palmeras raras, cubiertas de piedras
preciosas, se alinearon en el camino. Rodeó el borde de un estanque cuyas
benditas aguas exhalaron un perfume embriagador. Lotos blancos, amarillos,
azules y rojos extendieron sus pétalos masivos sobre la superficie, y el aire
resonó con las claras canciones de los cisnes. Cerca del estanque, debajo de
las palmeras, ninfas bailaban, mientras que en el cielo los dioses admiraban al
héroe.
Se
acercó al árbol. Al costado del camino, vio a Svastika, el segador.
"Son
tiernos, estas hierbas que estás cortando, Svastika. Dame un poco de hierba;
quiero cubrir el asiento que ocuparé cuando alcance el conocimiento supremo.
Son verdes, estas hierbas que estás cortando, Svastika. Dame un poco de hierba,
y algún día conocerás la ley, porque te la enseñaré, y tú puedes enseñarla a
otros ".
El
segador le dio al Santo ocho puñados de hierba.
Allí estaba el árbol del conocimiento. El
héroe fue al lado este del árbol y se inclinó siete veces. Tiró los puñados de
hierba al suelo y, de repente, apareció un gran asiento. La hierba suave lo
cubría como una alfombra.
El
héroe se sentó, con la cabeza y los hombros erguidos, la cara vuelta hacia el
este. Luego dijo con voz solemne:
"Incluso
si mi piel se reseca, incluso si mi mano se marchitara, incluso si mis huesos
se desmoronaran en polvo, hasta que haya alcanzado el conocimiento supremo, no
me moveré de este asiento".
Y
se cruzó de piernas. (Harold, 1922, 87-88)
Así se sentó Gotama,
quieto e inmóvil, determinado alcanzar el conocimiento supremo y liberarse de
la vida y la muerte, la ilusión y el sufrir. Este es nuestra forma también. Nos
sentamos sobre nuestro asiento, un cojín redondo, un banquito de madera, o una
silla sin respaldo. El sentarnos rectos sin mover hasta lograr la liberación es
un acto simbólico que realizamos cada día. Nos sentamos bajo el árbol de bodhi,
el árbol de conocimiento, el árbol de nuestro espino dorsal con sus ramas de
nervios cerebrales extendiéndose a través de nuestra mente. Allí, en el
silencio y la paz, contemplamos, “¿Quién soy?” En el silencio antes del pensar,
enfrentamos Mara.
El
ejército de Mara era una visión aterradora. Se erizaba con picas, flechas y
espadas; muchos llevaban enormes hachas de batalla y palos pesados. Los
soldados eran negros, azules, amarillos, rojos y sus caras eran aterradoras.
Sus ojos eran crueles llamas; sus bocas escupían sangre. Algunos tenían las
orejas de una cabra, otros las orejas de un cerdo o de un elefante. Muchos
tenían cuerpos con forma de jarra. Uno tenía las patas de un tigre, la joroba
de un camello y la cabeza de un burro; otro tenía melena de león, cuerno de rinoceronte
y cola de mono. Había muchos con dos, cuatro y cinco cabezas, y otros con diez,
doce y veinte brazos. En lugar de adornos, llevaban mandíbulas, calaveras y
dedos humanos marchitos. Y sacudiendo sus peludas cabezas, avanzaron con una
horrible risa y gritos salvajes:
"Puedo
disparar cien flechas a la vez; agarraré el cuerpo del monje". "Mi
mano puede derrumbar el sol, la luna y las estrellas; qué fácil será aplastar a
este hombre y su árbol". "Mis ojos están llenos de veneno: se
secarían el mar; lo miraré y se quemará en cenizas".
Sarthavaha,
el hijo de Mara, guardó silencio mirando la escena. Algunos amigos se habían
reunido a su alrededor y decían:
"¡Tontos!
Crees que está loco porque medita; crees que es cobarde porque está tranquilo.
Eres tú quien está loco, eres tú quien es cobarde. No conoces su poder; por su
gran sabiduría los va a derrotar a todos. Si sus números fueran tan infinitos
como los granos de arena en las orillas del Ganges, no molestarían ni un solo
pelo de su cabeza. ¡Y creen que pueden matarlo! ¡Oh, regresen! No intenten
dañarlo; inclínese ante él con reverencia. Su reinado ha llegado. Los chacales
aúllan en los bosques cuando el león está lejos, pero cuando el león ruge, los
chacales se escapan aterrorizados. ¡Tontos, tontos! Gritan con arrogancia
mientras el maestro guarda silencio, pero cuando el león habla se irán
corriendo."
El
ejército escuchó con desprecio estas palabras de sabiduría pronunciadas por
Sarthavaha y sus amigos. Siguió avanzando.
Antes
de atacar al héroe, Mara trató de asustarlo. Despertó contra él la furia de los
vientos. Los vendavales feroces se precipitaron hacia él desde el horizonte,
arrancando árboles, devastando pueblos, sacudiendo montañas, pero el héroe
nunca se movió; ni un solo pliegue de su túnica estaba perturbado.
El Maligno convocó
las lluvias. Cayeron con gran violencia, sumergiendo ciudades y cicatrizando la
superficie de la tierra, pero el héroe nunca se movió; ni un solo hilo de su
túnica estaba mojado.
El
Maligno hizo rocas ardientes y las arrojó al héroe. Se apresuraron por el aire
pero cambiaron cuando se acercaron al árbol, y cayeron, no como rocas, sino
como flores.
Luego,
Mara ordenó a su ejército que soltara sus flechas contra su enemigo, pero las flechas
también se convirtieron en flores. El ejército corrió hacia el héroe, pero la
luz que difundió actuó como un escudo para protegerlo; las espadas se
estremecieron, las hachas de batalla fueron abolladas por ella, y cada vez que
un arma caía al suelo, también se transformaba en una flor.
Y,
de repente, llenos de terror al ver a estos prodigios, los soldados del Maligno
huyeron.
Y
Mara se retorció las manos con angustia, y lloró:
"¿Qué
he hecho para que este hombre me derrote? ¡Porque no son pocos, aquellos cuyos
deseos les he concedido! ¡A menudo he sido amable y generoso! Esos cobardes que
huyen podrían dar testimonio de eso".
Las
tropas que aún estaban cerca respondieron:
"Sí,
has sido amable y generoso. Lo atestiguaremos".
"Y
él, ¿qué prueba ha dado de su generosidad?" continuó Mara. "¿Qué
sacrificios ha hecho? ¿Quién dará testimonio de su amabilidad?"
Entonces
una voz salió de la tierra y dijo:
Mara
quedó boquiabierta de asombro. La voz continuó:
"Sí,
yo, la Tierra, yo, la madre de todos los seres, daré testimonio de su
generosidad. Cien veces, mil veces, en el curso de sus existencias anteriores,
sus manos, sus ojos, su cabeza, su cuerpo entero han estado al servicio de los
demás. Y en el curso de esta existencia, que será la última, destruirá la
vejez, la enfermedad y la muerte. Mientras te supera en fuerza, Mara, incluso
así te supera en generosidad. "
Y
el Maligno vio a una mujer de gran belleza emerger de la tierra, hasta la
cintura. Ella se inclinó ante el héroe, y juntando las manos, dijo: "¡Oh,
el más santo de los hombres! Soy testigo de tu generosidad".
Y
Mara, el malvado, lloró porque había sido derrotado. (Harold, pp. 91-95)
He aquí una
hoja del árbol de bodhi, la que representa la fuerza vital unificándonos todos,
ya que todos somos las hojas del mismo árbol Supremo, la Naturaleza
Fundamental, la Madre Matriz de todo. De
hecho, en la historia de Kalingabodhi Jataka, el Buda indica que el Árbol de
Bodhi podría ser utilizado como un objeto de veneración, homenaje y respeto por
los devotos en ausencia del Buda. (Hoja Bodhi, 2012) En homenaje a este gran
logro, los invito sentarse conmigo bajo el árbol de Bodhi el próximo 7-8 de
diciembre. Sean la luz que vence la oscuridad.
BIBLIOGRAFÍA
Armstrong, Karen. (2001). Buddha. Penguin LIVES Series.
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Harold, A.
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Silva, Lily de. (2005-2012). “The Buddhist Attitude Toward
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