BRÚJULA DEL ZEN
Parte 6
Zen Patriarcal: El Vehículo Supremo para
la Iluminación
Charla Dharma 26/ENE/2020
Venerable Dr. Hyoenjin Prajna
Había
una vez un monje experto en el Sutra del Diamante, y como libros eran muy
valiosos en su día, llevaba la única copia en su parte del mundo en su espalda.
Fue ampliamente buscado por sus lecturas e información sobre el Sutra del
Diamante, y muy exitoso en exponer sus profundidades para no sólo monjes y
maestros, sino también para los laicos. Así, la gente de esa región llegó a
conocer el Sutra del Diamante, y mientras el monje viajaba en una senda de
montaña, se encontró con una anciana que vendía té y pasteles.
Al
monje hambriento le hubiera encantado refrescarse, pero, por desgracia, no
tenía dinero. Le dijo a la anciana: “Tengo sobre mi espalda un tesoro inestimable:
el Sutra del Diamante. Si me das un poco de té y pasteles, te contaré de este
gran tesoro del conocimiento.”
La
anciana sabía algo del Sutra del Diamante y propuso su propio trato. Ella dijo,
“Oh, erudito monje, si usted contesta una pregunta simple, le daré té y
pasteles.”
A
esto el monje estuvo muy de acuerdo. Entonces la mujer dijo: “En el Sutra de
Diamante dice que no es posible conservar la mente pasada, es imposible sujetar
la mente presente y es imposible atrapar la mente futura. Cuando usted come
estos pasteles, ¿está comiendo con la mente pasada, la mente presente o la mente
futura?”
El
monje no pudo responder, así que tomó el paquete de su espalda y sacó el texto
del Sutra del Diamante, esperando poder encontrar la respuesta. Mientras
estudiaba y reflexionaba, el día se hizo tarde y la vieja mujer empacó sus
cosas para irse a casa.
“Eres
un monje tonto,” dijo la anciana cuando dejó al monje hambriento en su dilema. “Comes
el té y los pasteles con la boca.”
Se ve aquí el problema con teoría, no te llena la
panza. El monje erudito estaba demasiado apegado a las letras del sutra, y no
pudo ver con claridad. La vieja anciana probablemente era una maestra zen muy
sabia. Sin argumento ni debate, le demostró al monje la verdad misma, la verdad
que se vive cada día, una verdad fuera de los sutras.
A diferencia del Hinayana que enseña la visión
profunda del sufrimiento, la impermanencia, la impureza y la extinción del yo
para llegar al nirvana, o el Mahayana que enseña una visión profunda de la
vacuidad, la interconectividad, y nuestra naturaleza búdica, el Zen demuestra
directamente nuestra sustancia original. Antes del nombre y forma, antes del
habla y pensamiento, antes del saber es la mente no saber. Tenemos que vaciarnos
de nuestras ideas para aprender el Zen.
Es como la historia de Nan-in, un maestro zen
japonés durante la era Meji (1868-1912), quien recibió a un profesor
universitario que vino para preguntar sobre el zen. El profesor le explicó a
Nan-in toda su teoría sobre la realidad suprema, los niveles de la conciencia,
la metafísica de lo Absoluto, y además su gran conocimiento de las religiones y
filósofos más importantes de la historia. Durante todo el monólogo, Nan-in le
escuchó pacientemente. Luego, como un buen anfitrión, le ofreció al profesor
una taza de té. Nan-in sirvió al profesor el té, vertiéndolo en la taza de su
visitante hasta el borde y luego siguió sirviéndolo hasta que se desbordó sobre
la mesa y el piso.
El profesor observó el desbordamiento
hasta que ya no pudo contenerse. “¡Está muy lleno! ¡No más entra!”
“Al igual que esta taza,” dijo Nan-in, “estás
lleno de tus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo puedo mostrarte el zen a
menos que primero vacíes su taza?”
De igual forma, Descartes dijo, “Pienso, luego
existo.” Entonces, si no piensas, ¿qué eres? ¿Qué eres antes del pensar? En el
silencio nuestras meditaciones, nos preguntamos, “¿Quién soy?” Esta pregunta,
que se llama un Huatou, nos corta los pensamientos dejándonos invertir nuestra
atención adentro y ver nuestro punto primario, nuestra sustancia original antes
de los conceptos. Hay que vaciarnos de todos nuestros conceptos, callar la
mente, y contemplar el silencio, la nada, nuestra cara original.
Tú y este chugpi (un instrumento de percusión para
marcar el comienzo y terminación de las sesiones de meditación), ¿son iguales o
diferentes? Si dices que son iguales, te pego 30 veces. Si dices diferentes, te
pego 30 veces, si no contestas, te pego 30 veces. ¿Cómo puedes contestar para
que no te pegue? (Golpea el chugpi.) Escucha
bien. Escucha el chugpi hacer “¡clac!”. En este momento exacto del sonido, no
hay dos. Es simplemente “¡clac!” Justo después de la experiencia del sonido, se
divide en sujeto y objeto, en el que oye, el acto de oír, y el oído, y luego se
pone nombres tales chugpi, o me gusta o no me gusta. Pero ninguna de estas
palabras, opiniones, o nombres es el sonido en sí. En el momento de la
experiencia, el mundo entero es simplemente (golpe).
Cuando las alumnas están estudiando los Kong-ans, una
pregunta enigmática basada en una conversación clásica entre un maestro y un
alumno, y las alumnas no pueden contestar bien, suelo dibujar la imagen de una
galleta en un pedazo de papel mientras las ofrezco una galleta real, y les
pregunto: ¿cuál prefieres, un dibujo de galleta o la galleta real? Siempre
señalan la galleta real y se la doy. Luego digo: “Sabe bien rica la galleta
real, ¿cierto? Entonces, ¿por qué sigues dándome a mí el dibujo de la galleta?”
Así que tenemos que aprender comer la galleta real, y
no satisfacernos con dibujos, palabras, y teorías de galletas. Simplemente
¡cómela! Entonces, al practicar zen, no estamos apegados a ningún objeto,
estado mental, sensación o idea. Esto sería el camino exterior basado en la
impermanencia. Tampoco queremos practicar deseando algo, como mejor rendimiento
en alguna actividad como yoga, artes marciales, deportes, o la resolución de
algún problema emocional o psicológico o para mejorar la concentración en
nuestros estudios o trabajos. No es que estos efectos secundarios sean malos,
sino no son satisfactorios. No es el punto del zen.
Entonces, ¿cuál es el punto de zen? Nada. Cuando
practicamos, no buscamos nada. De hecho, zen no te dará absolutamente nada. Zen
es este momento justo como es. Mientras que este momento no es adecuado, hay
algo para soltar. Es como la siguiente conversación entre un viajero y un
pastor:
Viajero: ¿Qué tipo de
clima vamos a tener hoy?
Pastor: El tipo de clima
que me gusta.
Viajero: ¿Cómo sabes que
será el tipo de clima que te gusta?
Pastor: Habiendo descubierto, señor, que
no siempre puedo obtener lo que me gusta, he aprendido que siempre me gusta lo
que obtengo. Así que estoy bastante seguro de que tendremos el tipo de clima que
me gusta.
Cuando dejamos exigir que el universo gira en torno a nosotros,
según lo que yo quiero, lo que yo pienso, o lo que yo
opino, entonces podemos fluir con lo que el universo nos presenta en cada
momento sin distorsionarlo con nuestras ideas y opiniones.
Así que hay tres niveles del zen. El primer nivel es
el zen teórico, el punto del círculo zen de Seung Sahn de 90 grados donde se
aprende que forma es vacío y vacío es forma. ¡Genial!, nos decimos. Eso hace
mucho sentido. Ya entiendo lo que es la práctica. Pero, ojo, quizás el vacío no
sea lo que crees, como se demuestra este encuentro entre un alumno y su
maestro:
Yamaoka Tesshu, como
joven estudiante de Zen, visitó a un maestro tras otro. Un día visitó al
maestro Dokuon de Shokoku. Deseando mostrar su logro, dijo al maestro: “La
mente, el Buda y los seres sintientes, después de todo, no existen. La
verdadera naturaleza de los fenómenos es el vacío. No hay realización, ni
engaño, ni sabio, ni mediocridad. No hay nada para dar, ni nada para recibir.
Dokuon, que fumaba en
silencio, dijo nada. De repente golpeó a Yamaoka con su pipa de bambú. Esto
hizo que el joven se enojara bastante.
“Si nada existe,” preguntó Dokuon, “¿de
dónde vino esta ira?”
Como se ve en
este ejemplo, el alumno creó haber logrado la iluminación basado en sus ideas.
Sin embargo, experimentó el enojo cuando el maestro lo golpeó con su pipa.
Hablar sobre el vacío no es el vacío. Cuando todo está bien, cuando un golpe es
simplemente “¡Ouch! ¡Me duele!” ahí se experimenta el vacío. No es intelectual.
No es conceptual. No depende si te guste o no. Es simplemente “¡Esto!”
El segundo nivel de zen es del Tathágata (Él que ha
ido). Es el punto de 180 grados en el círculo zen que se da cuenta que forma es
vacío, y el vacío es vacío. A este nivel, no hay ni forma ni vacío. La mente es
libre del pensamiento. Uno está en paz ubicándose en la mente antes del pensamiento,
antes de la palabra, idea, u opinión. A este nivel, prestamos atención a este
momento contemplando todo desde no sé, nuestra sustancia original. Aquí se
atiende a todo justo como es, sin añadir nada. Es decir, nuestras ideas del
vacío no es el vacío. El verdadero vació es (golpe del chugpi). Este es
el punto de despertar a tu verdadero ser uno con el Absoluto, el vacío de la
sustancia original, nuestra verdadera cara original. Y esto nos libera del
miedo la muerte, como se ve en esta conversación entre un maestro y un
emperador:
El Emperador le preguntó
al Maestro Gudo: ¿Qué le sucede a un hombre de iluminación después de la
muerte?
¿Cómo debería saberlo?
respondió Gudo.
Porque eres un maestro,
respondió el emperador.
Si señor, dijo Gudo, pero no uno muerto.
No sólo el maestro en esta historia está enseñando zen
por no entrar en intelectualizaciones sobre un futuro inexistente, sino también
está ubicándose en el aquí y ahora, libre de sus deseos y aversiones. De una
forma profunda, el maestro está diciendo que la muerte es sólo una idea, igual
como el nacimiento. Cuando nos liberamos de las ideas de nacimiento y muerte,
podemos experimentar nuestra verdadera mente de no sé y ser libres disfrutando
este momento justo como es. Sin embargo, si se apega al vacío, se convierte en un
pratyekabuda, o un buda solitario. Este
tipo de buda se limita a lo que es necesario para su propia salvación y
perfección. Un pratyekabuda es digno de todo respeto, pero se le considera
egocéntrico y de poca importancia para la humanidad. Por lo tanto, hay que practicar
la forma del zen supremo que suelta incluso el vacío.
El Zen de los patriarcas es el zen supremo que se
practica en el mundo cotidiano como un bodhisattva. Esta forma de zen se
encuentra en el punto de 360 grados en el círculo del zen. Este zen de los
patriarcas la forma es forma y el vacío es vacío. Es aquí donde se practica correcta situación,
correcta relación y correcta función en servicio al mundo. Como bodhisattvas,
estamos dispuestos a convertir cualquier cosa o karma en ayuda para otros, como
la siguiente historia demuestra:
Una noche, el maestro zen
Shichiri Kojun recitaba sutras cuando un ladrón entró en su casa con una espada
afilada, exigiendo dinero o vida. Sin ningún temor, Shichiri dijo: ¡No me
molestes! Ayúdate con el dinero, está en ese cajón. Y reanudó su recitación.
El ladrón se sorprendió
por esta reacción inesperada, pero continuó con su negocio de todos modos.
Mientras se estaba ayudando a sí mismo con el dinero, el maestro se detuvo y
llamó: "No lo tome todo. Deja un poco para que pague mis impuestos mañana.”
El ladrón dejó algo de dinero y se preparó
para irse. Justo antes de irse, el maestro repentinamente le gritó: “¡Me
quitaste el dinero y ni siquiera me lo agradeciste! ¡Eso no es educado!” Esta
vez, el ladrón estaba realmente sorprendido por tal valentía. Agradeció al
maestro y salió corriendo. El ladrón luego les dijo a sus amigos que nunca
había estado tan asustado en su vida.
Unos días después, el ladrón fue atrapado
y confesó, entre muchos otros, su robo en la casa de Shichiri. Cuando el
maestro fue llamado como testigo, dijo: “No, este hombre no me robó nada. Le di
el dinero. Incluso me lo agradeció. El ladrón estaba tan conmovido que decidió
arrepentirse. Al salir de prisión, se convirtió en discípulo del maestro y
muchos años después, alcanzó la Iluminación.
Así debemos poner nuestra sabiduría y compasión en
acción en el mundo con benevolencia y ética. Por eso tomamos los preceptos zen.
Estamos comprometiéndonos vivir en armonía en el mundo, sin violencia, y con la
intención a liberar a todos los seres sintientes de sufrimiento e
insatisfacción. Cuando tomamos los preceptos, estamos realizando el vehículo supremo
del Zen.
Reuniones de meditación zen: Domingos 11:00 - 14:00
Clases Estudio Zen: Jueves 18:00 - 20:00
Efraín Gonzalez Luna 2360-1, Col. Barrera, Guadalajara, Jalisco, México
Citas Individuales con el maestro Venerable Hyoenjin Prajna:
(33) 1523-7115
ozmoofoz@gmail.com