BRÚJULA
DEL ZEN
Parte 5
“DHARMA,
KARMA, Y CONCIENCIA”
Charla Dharma 19/ENE/2020
Ven. Dr. Hyoenjin Prajna
Dharma es la ley
cósmica o la verdad universal o la sustancia original que no tiene comienzo ni
fin y es la fuente de todo lo que se manifiesta como forma en el mundo. Esta
sustancia toma cualquier forma según las condiciones, pero cuando las
condiciones desaparecen, las formas desaparecen, pero la sustancia en sí no
desaparece. Se puede comparar con la electricidad. Se ve muchas maneras que la
electricidad se manifiesta en formas, por ejemplo, la luz de lámparas. Hay
muchos tipos de lámparas: algunas grandes, algunas chicas, algunas con
bombillas incandescentes o con bombillas fluorescentes o con luces LED. Todas
emiten luz cuando se enciende el interruptor de la lámpara. Al apagar el
interruptor de la lámpara, ya no hay luz. La estructura de la lámpara y su
interruptor son las formas y condiciones que producen luz. Cuando las formas y
condiciones cambian o desaparecen, ya no hay luz. ¿Pero dónde está la
electricidad? Aunque no se ve en sí la electricidad, siempre está sea lo que
sea las condiciones de la lámpara, las bombillas, o los interruptores. La sustancia
original es como la electricidad manifestándose en infinidad de formas: rocas,
montañas, plantas, bosques, agua, ríos, animales, y seres humanos. Aunque el
nombre y forma cambian, todo es sustancia original funcionando como forma pero
no es ninguna forma en sí. Por eso Seung Sahn dice que “El Dharma no es ni uno
ni dos.” La esencia no es una cosa separada del universo, como Dios en un
cielo, puesto que se manifiesta en infinidades de formas. Sin embargo, ninguna
de estas formas en sí es real, separado, o permanente. Son todas vacías de una
realidad propia y separada. De cierta forma, todo el universo es una creación
de nuestras mentes condicionadas. Creemos que todo lo que percibimos es real y
constante, pero no es así. Todo es impermanente y vacío de una realidad propia.
Incluso tiempo y espacio son creaciones de nuestra mente.
La mente condicionada es lo que crea
la ilusión del yo, una idea identificándose con el cuerpo asumiendo que las
cosas son estables y permanentes. Pero de hecho, es toda una ilusión. Basado en
el estado de la mente, se experimentan seis mundos diferentes momento tras
momento, dependiendo de las ideas y emociones que estamos generando. Cuando
generamos ideas de codicia extrema, experimentamos el mundo de los fantasmas hambrientos,
nunca satisfechos con lo que tienen y siempre buscando algo para satisfacer
nuestra hambre interminable. Cuando estamos obsesionados con placeres físicos,
experimentamos el mundo de los animales. Cuando estamos deprimidos e iracundos,
experimentamos el mundo del infierno como damnificados eternos. Cuando
generamos celos, el mundo se vuelve una batalla interminable en busca de las
riquezas de otros. Cuando estamos sintiéndonos superiores a los demás, apegados
a nuestra buena fortuna, entonces estamos sentados en nuestros palacios
presumidos dentro de nuestro propio cielo perfecto de los dioses. Y cuando estamos distraídos y estresados con
demasiadas opciones en la vida, demasiada información, demasiados libros,
demasiados talleres, demasiadas metas a realizar, entonces estamos atrapados en
el mundo maníaco de los seres humanos.
Estos mundos de sufrimiento son
resultado de un desequilibrio en las ocho conciencias de la mente condicionada.
Seis de estas conciencias se basan en los órganos sensoriales: oler, ver, oír,
gustar, tocar, y pensar. Al morir, estas seis conciencias desaparecen. No
obstante, hay dos conciencias más allá de los sentidos que continúan vida tras
vida: la conciencia emocional los pensamientos discriminatorios (me gusta/no me
gusta), y la conciencia de la memoria y la inteligencia, la que se llama la
conciencia almacén. Son estas últimas dos conciencias que se identifican como
un yo y que siguen vida tras vida buscando la resolución de alguna pregunta espiritual
no resuelta; por ejemplo, ¿qué es el amor verdadero? ¿qué es la felicidad
verdadera? ¿cuál es el sentido verdadero de mi vida? Todas las preguntas
espirituales pueden resumirse en una fundamental: ¿Quién soy? Si no se enfrenta
esta pregunta principal y resolverla por completo, entonces uno no está
contento, y la mente sigue agitándose en busca de la respuesta final. El problema es que la mente condicionada
busca la solución en el mundo ilusorio de los sentidos. Y esto genera karma.
Karma significa acción. Cuando las
acciones están basadas en intenciones egoicas, o sea, codicia, aversión, e
ilusión, entonces generan consecuencias experimentadas como sufrimiento e
insatisfacción. Karma se genera primero en el pensamiento, y luego en el habla
y los actos físicos. Sólo el pensamiento crea el karma, pero el karma no existe
en sí. No es una cosa verdadera. Es una idea basada en un yo ilusorio aferrado
a un cuerpo ilusorio y así creando consecuencias ilusorias, las que crean
nuestro karma impactando nuestras vidas y generando más karma debido a nuestras
reacciones habituales. Es una cadena de sufrimiento e insatisfacción. Hay que
cortar esta cadena, pero ¿cómo?
Al mantener la mente “no sé” se
puede mantener la mente libre de karma. Es la mente de nuestra esencia, la
sustancia original. Cuando contemplamos la pregunta, “Quién soy?” es como
mantener la mente “no sé”, así que no se genera más karma. Mantener la mente
“no sé” es no crear ni bueno ni malo, y así se escapa samsara. Cuando
mantenemos la mente “no sé”, nos damos cuenta de que todo es vacío. Así
desaparece la mente condicionada del yo, y así desaparece el karma. Cuando
meditamos, estamos aprendiendo cómo calmar la mente y ser presente sin ideas
dualistas de me gusta/no me gusta. Esta mente calma es la mente pura, sencilla
y natural como un bebé inocente. La mente lúcida es la mente clara que puede
funcionar siempre para ayudar a los demás. Así, se puede aprovechar tanto el
buen karma como el mal karma para transformarlo en ayuda de los demás, y así se
transforma en un bodhisattva activamente salvando a todos los seres del
universo.
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