BRÚJULA DEL ZEN
Parte 7
"NO MATEN AL BUDA"
Charla Dharma 02/FEB/2020
Venerable Dr. Hyoenjin Prajna
Hace muchos
años, en China, había un joven monje cuy conocido por mantener siempre una
práctica dura. Se sentaba en postura de meditación, desde la mañana hasta la
noche en el templo de su maestro, el Séptimo Patriarca. Se decía que ni
siquiera se echaba a dormir. Todo el mundo creía que de todos los monjes del
templo, este joven era claramente el más decidido, puesto que sólo se sentaba
en postura de meditación, pasara lo que pasara.
Un
día, el patriarca decidió comprobar la práctica de este joven y ardiente monje.
Cuando visitó su celda, lo encontró absorto en profunda meditación. “¿Qué
haces?” preguntó.
El
joven monje contestó: “Estoy haciendo zen sentado.”
“¿Cuál
es el propósito de sentarse en posición zen?”
“Quiero
convertirme en Buda.”
“Oh,
esto es estupendo,” dijo el Patriarca. Sin decir nada, el Patriarca fue al
jardín y trajo una piedra y un trozo de teja y empezó a rascarla con la piedra.
El
sonido alteró la paz del joven monje. Intentó ignorarlo, pero el patriarca
siguió rascando. ¡El sonido era insoportable! Tras algunos minutos, no pudo
resistirlo más. “Maestro ¿qué estás haciendo?”
El
patriarca respondió: “Intento hacer un espejo.”
“Es
imposible. ¿Cómo se puede hacer un espejo rascando una piedra?”
“Cómo
puedes convertirte en Buda sentándote en postura zen?”
Estas
palabras sorprendieron al joven monje que se inclinó ante su maestro. “¿Cuál es
el error de mi práctica? Por favor, enséñame.”
“Cuando
un caballo no tira de un carro ¿golpeas al carro o al caballo para que se ponga
en marcha?”
“Sería
ridículo golpear al carro.”
“Has
de considerar del mismo modo la práctica de la meditación. El carro es tu
cuerpo y el caballo es tu mente. Si quieres entender tu verdadera naturaleza,
has de esforzarte en descubrir tu mente, y no sólo en empujar el cuerpo.”
Al
oír estas palabras, el joven monje alcanzó una profunda intuición. A partir de
ese momento practicó correctamente la meditación, y más tarde alcanzó la iluminación
y recibió la Transmisión del Dharma del Séptimo Patriarca. Lo conocemos como Ma
Jo, uno de los más grandes maestros zen que nunca hayan existido.
Esta historia demuestra lo fútil es practicar zen para lograr algo.
Sentarse todo el día en meditación para convertirte en Buda es garantía que
nunca te convertirás en Buda. Es ubicar la meta en un futuro imaginario con un
concepto de lo que es Buda, algo que crees que no eres. No obstante, si sigues
rascando la piedra, crees que de alguna forma mágica te vayas a convertir en un
espejo, o sea, Buda. No va a pasar. Es
como pegar el carro una y otra vez para que se mueva en vez de motivar
directamente al caballo, o sea, la mente. El carro del cuerpo no es el
problema, sino más bien el caballo de la mente testaruda que no quiere llevar
el carro en la dirección correcta de la práctica auténtica.
La práctica
auténtica del zen no se ubica en la postura perfecta del loto, ni en hora y
horas de sentarse para lograr algún objetivo, como en ciertas prácticas hoy en
día que busquen el rendimiento físico, mental, o mundano, creyendo que esto
será el objetivo. La mente condicionada es el caballo testarudo con sus
hábitos, opiniones, y críticas mentales lo que está obstaculizando el progreso
espiritual. El objetivo no es alcanzar un estado mental de felicidad y alegría
o rendimiento físico. Más bien, practicamos para practicar, nos sentamos a
sentarnos. Nada más. En el proceso, puedes percatar lo que ya eres del
principio…Buda. Buda significa esencia, y se experimenta como este momento tal
cual, sin expectativa, sin opinión, sin crítica. Suelta tu opinión, suelta tus
ideas, suelta tu crítica de ti mismo, suelta tu critica de los demás. Así se
experimenta la mente verdadera antes del pensamiento, la mente no-mente, la
mente calma lúcida de la sustancia esencial.
Cuando te
criticas a ti mismo, o criticas a los demás, estás matando al Buda. El primer
precepto para todos los budistas es no matar. Cuando hablas mal de otros, estás
matando al Buda. Estás creando dualidad, y matando la reputación de otros y la
armonía de la comunidad espiritual, la sangha. Mientras que sigues criticando a
otros, estás alejándote de Buda, estás obstaculizándote de la Iluminación, y
estás generando división, desacuerdo, e insatisfacción para ti mismo y para
todos a tu alrededor. Incluso si participas pasivamente en escuchar a otros mientras
critican y chismean sobre otros que no estén presentes, estás matando al Buda aún.
No mates al Buda. No entres en la crítica y chismeo que daña a otros y a ti
mismo. Enfócate en tu propia práctica, los hábitos mentales y el habla negativa
y divisiva que crea veneno en la comunidad y trae agitación mental a tu propia
vida. Estás contribuyendo a toda una cadena de karma negativo. Si sigues
generando crítica, estás viviendo en tu propio infierno de insatisfacción y
delirio, un infierno que proyecta tus propias inseguridades, celos,
frustraciones, y fracasos en los demás, en vez de admitir tus propios errores,
como este monje joven hizo, admitiendo que había cometido un error, y pidió que
el maestro le ayude en corregirlo. Invertir la atención adentro, mírate a tu
propia mente, y si encuentras opiniones negativas o ideas que hieren a otros,
córtalas inmediatamente. Pregúntate, “¿Quién soy?” Suelta las ideas que te
obstaculicen de experimentar la mente calma y lúcida de tu naturaleza búdica.
Salva al Buda, sálvate a ti mismo, conserva la vida de otros con benevolencia,
compasión, y apoyo emocional. Así, puedes entrenar al caballo de la mente para
llevar el carro de este cuerpo con destreza y facilidad. Ya la trayectoria no es una carga pesada,
sino un hermoso paseo junto con otros a través de un campo en flor.
Recuerdo hace
muchos años un viaje que hice a España en mi juventud. Había alquilado un auto para
hacer un recorrido del sur de España en camino a Granada desde Madrid. Me
impresionó los miles de campos plantados con grandes girasoles amarillos y café.
Al pasar el día, cada cara de girasol se giraba para seguir el sol. Imagínate
miles y miles de estas flores arqueando para seguir el brillo del sol,
recibiendo su luz para su crecimiento y bienestar. Es una magnífica imagen de
la práctica espiritual. Cuando estás sentado en meditación, siéntate como una
gran flor de girasol plantada con sus raíces profundas en la tierra. Guarda
silencio en el campo de tu mente y busca la luz del sol, tu propia sustancia
brillante. Ábrete a esta luz que siempre está aquí. Aunque se esconde por ratos
en la noche y la oscuridad, confía que siempre está aquí. Sé como estos
girasoles ya listos para recibir la luz del alba en todo su esplendor. Gírate
adentro y ábrete a esta luz que te da la vida. Descúbrete tu verdadera cara
antes del nacimiento de tus abuelos. Experimenta la calidez de este sol que
nunca se ha apagado, nunca se ha ido, que siempre es justo aquí. Recibe su luz
en tu vida. Deja que te nutre y te alimenta y crece en la práctica de la ética.
Conserva la vida. Es sagrada. Y como estos girasoles, sé el alimento para
otros, regalando las semillas de tu práctica a todo el mundo, para que ellos
también puedan brillar con la luz de Buda.
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