FILOSOFÍA ZEN, PRÁCTICA ZEN
Capítulo 1.4. “Unidad en
Diversidad”
Ven. Dr. Jinsim Hyoenjin
20/JUN/2021
Este mes es la celebración y el orgullo de la
diversidad sexual y del género, conocido como LGBTQ+. Es un mes en que honramos
y reconocemos las contribuciones de nuestros hermanos y hermanas LGBTQ+ a la
cultura y la sociedad contemporánea y desde hace siempre. Reconocemos que nuestros hermosos miembros de
la sangha que son LGBTQ+ son igualmente budas como todos nosotros. Valorar la
diversidad de los seres humanos nos beneficia a todos porque una sociedad
diversa es más fuerte, más sana y más rica. En la diversidad encontramos la
unidad, lo cual es el tema de nuestra clase de hoy.
Todos
trabajamos muy duro cada día. Algunos buscan dinero, otros buscan fama, otros
buscan poder, placeres y lujo. Pero a pesar de que llenamos nuestro día con
trabajo y labores, rara vez hacemos algún trabajo en
nosotros mismos. Solo a intervalos de tiempo nos apartamos de nuestra
preocupación por el mundo exterior para reflexionar sobre la luz de la
conciencia interiormente. Al practicar el Zen buscamos volvernos hacia el
interior y descubrir la verdadera naturaleza. No miramos hacia arriba, no
miramos hacia abajo, no miramos al este u oeste o al norte o al sur; nos
miramos dentro de nosotros mismos, porque dentro de nosotros mismos y sólo allí
está el centro sobre el cual gira todo el universo. Esto es de la manera en que
el Zen fue proclamado por primera vez por el Buda Sakyamuni hace más de 2500
años.
Todo el mundo está
trabajando para conseguir una mejor vida. Pasamos entre 12 a 20 años estudiando
en la escuela para sacar un buen empleo. Trabajamos 8 a 10 horas cada día, 5 a
6 días a la semana, todo el año, en nuestros trabajos dentro y fuera de la
casa. Sin embargo, ¿cuánto tiempo en nuestra educación hemos dedicado a
conocernos de verdad? ¿Cuánto tiempo hemos recibido de las escuelas, la familia
y la sociedad dedicado a la introspección, autoconocimiento, y
autodescubrimiento? Normalmente ninguno. En general, toda nuestra educación
está dedicada a buscar algo fuera de nosotros para ser feliz. Resulta que
tenemos una sociedad de gente andando en un trance de distracciones, tonterías
e ilusiones. La gente anda como somnámbulos indecisos, sumisos e incapaces de
pensar por sí mismos, susceptibles a ser controlados por otros, esclavizados
por sus trabajos, enjaulados por sus creencias y religiones. Zen nos ofrece otra opción, la libertad. Si
estás dispuesto a pagar el precio de tiempo, esfuerzo y determinación, puedes liberarte
de tu esclavitud. Puedes despertar a tu verdadero ser, el centro de la
auténtica felicidad, el centro del universo entero.
Pero el método Zen de autoanálisis, autorreflexión y
el autodescubrimiento nunca debe interpretarse en el sentido de que debemos aislarnos
de la comunión con nuestros semejantes. Seguir el camino del Zen no es aislarse
en una jaula o celda, sino volverse libre y abierto en nuestras relaciones con
nuestros semejantes. La búsqueda de la autorrealización siempre tiene como contrapartida
el desarrollo de una nueva forma de relacionarse con los demás, una forma
imbuida de compasión, amor y simpatía con todo lo que vive. Y el logro de la
autorrealización siempre tiene como resultado el florecimiento espontáneo de
esta nueva actitud. Así vemos en la vida del Buda Sakyamuni que, antes de su
Iluminación, se comprometió para liberar a todos los seres sensibles del
sufrimiento; y después de su Iluminación, no mantuvo su comprensión para sí
mismo, sino que durante cuarenta y nueve años recorrió los polvorientos caminos
de la India proclamando su doctrina, el Dharma, la fundación de la Sangha o la
hermandad de monjes, y trabajando muy duro para enseñar y transformar seres
vivos.
Recuerden que la
introspección y el despertar a nuestra naturaleza búdica es sólo la mitad del
camino a la plena iluminación. En el círculo del Zen de Seung Sahn en su libro La
Brújula del Zen, nos enseña que el punto 180º representa nuestro despertar
al verdadero vacío, al Absoluto dentro de cada uno de nosotros. Pero este mismo
logro puede convertirse en un obstáculo si nos aferramos al vacío. Se conoce
este obstáculo como quietismo. Quietismo es una enfermedad zen en la que
creemos que todo el objetivo se ha logrado en nuestra propia iluminación.
Creemos erróneamente que hemos llegado al punto final y preferimos quedarnos
sentados sobre nuestro cojín en nuestra zona de confort y olvidarnos del mundo
exterior. Así que convertimos nuestro verdadero despertar al dominio del ego
que se infla con la idea de su logro en el tiempo y el espacio. La iluminación
no es algo que puedes lograr. No es una medalla para lucir y sentirse
orgulloso, comparándote con otros como mejor por ser iluminado. De hecho, no
hay tal “cosa” como iluminación puesto que iluminación no es una cosa ni un
estado ni una idea. Iluminación es darte cuenta de lo que siempre ha estado
presente, esta naturaleza búdica que funciona con compasión y sabiduría en el
mundo. Así que, al despertarse a esta naturaleza, ya comienza el verdadero
trabajo enfocado en los demás que están sufriendo y dedicarse al alivio de su
sufrimiento y la liberación de todos los seres del universo, que incluye todas
las personas, razas, géneros, sexos, plantas, rocas, animales y toda la tierra.
Todo y todos somos budas, aunque no nos damos cuenta por nuestra ignorancia.
Entonces, desde el punto 180º hasta 360º, nos enfocamos en los demás como
nuestra propia familia.
La compasión y la bondad amorosa son de la mayor
importancia para los hombres, ya que a pesar de nuestros esfuerzos hacia la
autosuficiencia, sigue siendo un hecho de que los hombres se necesitan
mutuamente. Ningún hombre es una isla. Una isla puede existir sola en el mar,
pero un hombre no puede vivir solo. Nos necesitamos mutuamente y debemos llegar
a considerarnos amigos y ayudantes a los que podemos recurrir para obtener apoyo
mutuo. Todos los hombres, como lo implica la doctrina del renacimiento, son
realmente hermanos entre sí, literalmente miembros de la misma familia, ya que
en la ronda repetida de renacimientos no hay un hombre o una mujer que no haya
sido en el pasado, padre o madre, hermana o hermano. Por lo tanto, debemos
aprender a amarnos, a respetarnos, a protegernos y a dar al otro lo que
tendríamos para nosotros mismos. Practicar el budismo Zen es entrenarse para
eliminar la tensión, la ira y el egoísmo y para desarrollar la bondad amorosa
hacia todos. Tenemos nuestros cuerpos físicos y nuestras propias vidas, pero
aun así podemos vivir en armonía unos con otros y ayudarnos lo mejor que
podamos. Si no somos felices cuando vemos a los demás, también ellos se
sentirán infelices, pero si somos felices, ellos compartirán esa felicidad con nosotros.
Ver todo el mundo como parte
de tu misma familia y trabajar ayudándolos con actos de generosidad, paciencia,
ética, buen esfuerzo, atención, compasión y sabiduría es vivir tu naturaleza
búdica en cada momento como bodhisattvas. Ser un bodhisattva es ser un buda en
acción en el mundo. El enfoque de nuestras vidas se transforma desde la
obsesión de “yo, mí, mío” a la consideración de otros, por su bienestar, su
felicidad y su liberación del sufrimiento. Los que viven con prejuicios,
intolerancia, discriminación, racismo, sexismo, clasismo, y homofobia están
viviendo en un infierno de su propia creación. Aunque no lo admitan, están
sufriendo profundamente. Sus mentes y vidas están llenas de amargura,
agitación, odio y veneno. Es nuestro trabajo ayudarlos a liberarse de este
infierno mostrándoles la puerta de salida con nuestro propio ejemplo. Con amor
y compasión, aceptamos y amamos a la gente justo donde está en su proceso. Esto
no implica que tenemos que aprobar sus prejuicios y discriminaciones.
Nuestras vidas están inseparablemente vinculadas entre
sí. Lo que hagamos afecta a los demás y rebota sobre nosotros mismos. El amor
evoca el amor, el odio evoca el odio. Por lo tanto, los textos antiguos
budistas dicen "El odio no cesa con odio, el odio cesa solo con el
amor". Esto significa que no podemos usar odio para detener la guerra,
debemos usar el amor. No podemos usar la guerra para parar la guerra; debemos
usar el amor y el respeto mutuo. Porque sólo el amor, el amor silencioso y
paciente, puede abrir las puertas a la paz.
Entonces, ¿cómo amar a
alguien que te odia? Es a través de ver la verdad de lo que son. No son malos.
Son budas como tú y yo y todos. Pero son ignorantes a lo que están haciendo.
Están apegados a ideas agitadas de miedo, aversión, ira y odio. Estas ideas son
en sí vacías. Son productos de condicionamiento. Son el resultado de gente
pensando que “mí” manera de ver y vivir es la única. Esta idea se convierte en
dogma que no da espacio a ninguna otra perspectiva. Todos cometemos este error
de vez en cuando. Creemos que nuestra opinión es la única. Pero es simplemente
una opinión, una idea. No es absoluta. Todos debemos reconocer nuestra
tendencia de apegarnos a nuestras ideas como únicas y absolutas, lo cual es la
base de toda guerra, holocausto y genocidio en el mundo. Todo lo que odiamos en
otros es lo que odiamos en nosotros mismos. Es una proyección de nuestra
sombra, nuestro propio material inconsciente lleno de lo que no aceptamos en
nosotros mismos. Cuando hablas mal de otros, cuando chismeas, cuando calumnias,
cuando te burlas de otros con bromas llenas de desprecio y agresión, estás
hablando de ti mismo. Si podemos reconocer esta tendencia, podemos comenzar a
identificarnos con el otro, y así, tratar al otro con respeto y consideración.
Por supuesto, si te odias a ti mismo, si continuamente te criticas y te
desprecias, es muy difícil respetar a otros. Al despertar a nuestra naturaleza
búdica, podemos reemplazar el sufrimiento, el odio y la violencia interior al
amor y la compasión universal.
Por su espíritu de amor y compasión universal, el
budismo se extendió pacíficamente desde su hogar original en la India a
diversas partes del mundo. En el budismo hay dos escuelas tradicionales, la
Theravada (o Hinayana) y la Mahayana. El budismo Theravada florece en Ceilán
(Sri Lanka), Burma, Tailandia, Laos y Camboya - los países del sudeste
asiático. La otra tradición, conocida como Budismo Mahayana, se ha practicado
en el Tíbet, China, Japón, Corea, Mongolia y Vietnam.
En el presente siglo, el budismo se ha extendido desde
Asia al mundo occidental, incluido Estados Unidos, donde muchos han comenzado a
estudiar una práctica a través de las enseñanzas. La escuela budista que hasta
ahora ha demostrado ser más atractiva para el hombre occidental ha sido el
mayor valor práctico del budismo Zen, la gran contribución que el método Zen
puede hacer a esta vida diaria. El hombre occidental siempre está ocupado,
siempre activo, con toda su atención concentrada en la tarea de conquistar y
dominar el mundo externo. La meditación zen lo ayuda a liberar su mente de esta
ocupación excesiva con cosas externas y le permite disfrutar del verdadero
descanso y la tranquilidad que proviene de su interior. Otra razón por la cual
el Zen atrae a los hombres occidentales reside, quizás, en el desafío que
presenta a su intelecto, un desafío que invita a una mayor investigación y
práctica real. El hombre occidental es muy intelectual, y el Zen presenta una
filosofía lo suficientemente profunda como para satisfacer las demandas de su
intelecto. El hombre tiende a ser perezoso por naturaleza. La mayoría de la
gente prefiere ir a la iglesia para orar a algún ser supremo para la salvación
que realizar su salvación por sí mismos. Pero el Zen no permite tal omiso del
trabajo: exige que los seguidores piensen. Preguntamos: "¿Qué soy? ¿Cuál
es el significado de la vida? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Cuál es mi
verdadero ser?" Zen no nos da respuestas preparadas a estas preguntas para
nosotros mismos, pero da el método de la meditación.
Zen ha entrado plenamente en
el Occidente sólo desde hace unos 70 años a partir de los movimientos Beat de
los 50 y los Hippies de los sesenta. Y aquí en México somos la primera
generación de practicantes sinceros definiendo una nueva forma de zen mexicano
latinoamericano basado en las enseñanzas milenarias desde Buda hace 2,600 años.
Nuestro estilo contemporáneo se basa en la celebración de diversidad, igualdad
completa entre hombres, mujeres, gays, transexuales, bisexuales travestis, y
cualquier orientación de género y sexo. El mundo ha cambiado. Las instituciones
del pasado basadas en estereotipos limitantes de roles y responsabilidades
tradicionales ya no sirven. Las instituciones que no se adaptan a este cambio
en la sociedad simplemente no van a tener relevancia a las vidas cotidianas de
las personas, y dejarán de existir. Cualquier institución que quiere tener
relevancia a la gente común tendrá que liberar a la persona común de su
ignorancia y sufrimiento y mostrarla el mundo interior que incluye la
introspección, la contemplación y el pensamiento crítico que puede discernir
entre la mentira y la verdad. Esto es lo que ofrece la meditación.
Hasta ahora, muchas personas en Occidente han tendido
a entender mal el significado de practicar la meditación. Tal vez, cuando
algunos de nuestros amigos nos ven sentados, nos preguntan por qué estamos
perdiendo el tiempo. Para ellos la meditación no tiene sentido. Pero para
nosotros que practicamos la meditación, es una parte esencial y muy
significativa de nuestras vidas. Todo el día, todos los días de la semana,
todas las semanas del mes, todos los meses del año, trabajamos en nuestro
negocio u ocupación. Para dar equilibrio a nuestras vidas es necesario sentarse
en silencio, aprender a aceptar y experimentar en lugar de controlar, a mirar
hacia dentro y no a mirar hacia afuera. Cuando trabajamos durante el día, por
lo general no trabajamos para un objetivo interno sino para algo externo a
nosotros mismos. Trabajamos porque queremos dinero y queremos dinero porque
queremos una vida mejor y más cómoda. Pero cuando nos sentamos en meditación,
no es para ningún objetivo material, sino para comprender el verdadero
significado de la vida: descubrir nuestro verdadero ser. ¿Qué es el verdadero
ser? ¿Cuál es el propósito de la vida? Estas preguntas requieren una
comprensión inteligente. Por lo tanto, la mayoría de las personas que vienen al
budismo Zen son inteligentes, no necesariamente en el sentido de que tengan un diploma
superior, sino en el sentido de que son capaces y están dispuestos a hacer el
tipo de trabajo intelectual y espiritual que el Zen exige a aquellos que
seguirían su camino. Porque el camino del Zen no es el camino de la oración y
la adoración, sino el camino de la meditación. Esto es algo que tenemos que
practicar nosotros mismos; no hay nadie que pueda hacer el trabajo por
nosotros.
Primero, hay que aprender la
importancia de sentarse regularmente en silencio. En los retiros de meditación, nos sentamos varias horas cada día sin
distracción. No hay celulares inteligentes, no hay televisión, no hay Facebook,
Twitter, WhatsApp, Gmail, no hay música, bandas, Netflix. Hay sólo este momento
silencioso. Tienes la oportunidad de escuchar tu propia mente. Para muchos,
puede ser muy incómodo descubrir la cantidad de basura y tonterías que pasan
por la mente. Hay todo tipo de defensas que tenemos para no escucharla:
aburrimiento, sueño, dolores, molestias, enojo y conversación incesante. Pero
si persistes, puedes experimentar un momento de silencio en que no pasa nada.
Puede ser muy placentero. De hecho, es el primer vislumbre de tu mente
verdadera, la esencia universal. No
necesariamente es algo muy extraordinario. Probablemente sea muy ordinario,
nada especial. Entonces, tienes
la oportunidad preguntarte, “¿Quién soy?”, “¿Qué es esto?”
¿Por qué tenemos que meditar? Según el budismo,
nuestra mente se comporta como un mono, inquieta y siempre saltando; por lo
tanto, se le llama "mente de mono." A través de la meditación
intentamos mantener la mente de mono quieta, mantenerla calmada, tranquila y
pura. Cuando nuestra mente está en calma, nos damos cuenta de que el Buda está
dentro de nosotros, que todo el universo está dentro de nosotros y que nuestra
verdadera naturaleza es una con la naturaleza búdica. Entonces, la tarea más
importante es mantener la mente tranquila, una tarea que puede ser fácil de
entender pero no es fácil de practicar. Sin embargo, la práctica es muy
importante; saber por sí mismo no es nada - hacer es más valioso. El método del
Zen es el método científico: aprendemos haciendo, por nuestra propia
experiencia.
Entonces, no es suficiente
leer libros sobre meditación y zen. Zen es un método científico. Aplicamos
experimentos con los mismos métodos una y otra vez en nuestra propia persona. La
hipótesis es que cuando se calma la mente y se introspecciona, o sea, se mira
adentro, se puede encontrar la base de todo, el punto primario, la mente búdica
libre de sufrimiento donde termina la insatisfacción. Son experimentos hechos
millones de veces por 2,600 años en innumerables sujetos. Pero tienes que
descubrirlo por ti mismo en este mismo instante aquí y ahora. Si realizas el
experimento según el criterio establecido, siempre da el mismo resultado: la
iluminación. No se puede definirla como una cosa fija. El ego quiere algo
definido, fijo y racional, algo reducido a un concepto manejable, como un único
dios en el cielo. Pero la iluminación no puede ser reducida a una cosa
dogmática y definida, algo rígido en un cielo que pasa juicio final sobre lo
que es bueno y malo. Hay que abrirse a una infinidad de posibilidades según las
circunstancias. Hay que soltar el control y abrirse al otro, al desconocido, a
la mente no sé. El mundo no es sólo lo que yo creo, sólo lo que yo percibo. El
mundo es diverso, un misterio de infinitas perspectivas. En todo su esplendor,
cada cosa tiene su lugar, cada cosa es la expresión del infinito, casa cosa es
lo que es, perfecta y parte de la totalidad. Unidad en diversidad. Es como
tener infinitos bodhisattvas con innumerables brazos de compasión todos listos
a ayudar, abrazar y saludar con manos juntas en hapchang.
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