TRES
NIVELES DE CONSCIENCIA
Hyonjin Sunim
Más
vacío me vuelvo,
más
salvado del Yo,
mejor
entenderé
la
libertad de Dios.
1. Si eres vacío, ¿cómo “te vuelves”?
2. ¿Cómo entiendes “la libertad de Dios”?
COMENTARIO: La Mente Única jamás ha aparecido. Dios y tú nunca están
separados. Cuando la mente aparece, debes creer en Dios 100%
Hay tres niveles
de consciencia en la práctica Zen: la mente calma, la mente atenta, y la mente en
acción. Cuando meditamos, aprendemos a
calmar la mente, dándonos la oportunidad de desenredarnos de los enfados y
preocupaciones de la mente condicionada. Efectivamente, estamos eligiendo a no
participar inconscientamente con estas tensiones interiores, siguiendo el
camino medio entre la gratificación y el rechazo. No estamos intentando sentir
ni no sentir, ni conseguir ni rechazar nada, simplemente, nos sentamos en medio
del silencio observando imparcialmente, abiertos a todo lo que surgiera sin
análisis, intelectualización, ni crítica. Se ve naturalmente que todo lo que
surge se va, la ley de impermanencia.
Comprendiendo bien esta ley, nos damos cuenta que tenemos una elección.
No somos esclavos ni vícitmas de las fuerzas kármicas, las que fomentan la
creencia en un Yo aferrado a ideas y recuerdos anclados al pasado y projectados
al futuro, creando cierta tensión interior, lo que llamanos “dukka,“ la cual
significa sufrimiento o descontento, la inhabilidad de aceptar y apreciar este
momento justo como es. Pasamos todo nuestro tiempo viviendo en una ilusión
creada por nuestros pensamientos, los que nos jalan de la experiencia directa
en el presente, o sea, el vacío de Shunyata percibido como la mente calma, en
paz, y sin objeto. En la práctica de meditación, no se debe intentar eliminar los
pensamientos, sino simplemente observarlos, viéndolos como vacíos, pero sin
identificarse con ellos como algo real o permanente. Es el fluir inmaculado del vacío, nada más ni menos que la Esencia
universal de la mente calma. Este es el primer nivel de la consciencia, el
darse cuenta de la calma esencial en medio de los conceptos, ideas, y
pensamientos entrando y saliendo de la mente.
Esta menta calma es nuestro base a
dondo regresamos una y otra vez cuando los pensamientos nos jalan en otras
direcciones de pasado o futuro. El
segundo nivel de la consciencia es la habilidad de percatar el disturbio detrás
de los pensamientos, atentos pero sin movernos. Somos atentos a lo que está
pasando, pero sin hacer nada. Así tenemos la oportunidad de reconocer una tensión
interior buscando su solución, pero sin que nos atrapara. De esta forma,
creamos un espacio interior en el cual la sabiduría esencial (bodhicitta) puede
responder. En este espacio, una pregunta implícita surge, la de “¿Qué es bueno
hacer?” Es justo allí, sentado en medio del “No lo sé” que nos deja desapegar
de la mente chica, abriéndonos a una sabiduría más profunda. El “no lo sé” es la
humildad de la mente chica rindiéndose a algo más profundo, soltando las
riendas del control, abriéndose a la sabiduría de shunyata, reconociendo el
“yo” de la mente chica como algo totalmente vulnerable e impotente, incapaz de
solucionar esta tensión interior. Requiere el valor de pedir ayuda, la fe de
confiar en esta ayuda, y la paciencia para esperar la respuesta dentro de este
no-saber del vacío aparente. Los maestros espirituales nos afirman que “Siempre que se envían estas invocaciones
devotas, son percibidas y contestadas sutilmente.”
La respuesta puede ser clara o una vaga sugerencia del próximo paso a seguir.
No se puede adivinarla de antemano, puesto que estamos abriéndonos al
No-conocer, No-pensar, y No-saber de la Mente Verdadera, lo que rompe todos los
esquemas de nuestro modo habitual de vivir. Si bien la mente chica prefiere lo
conocido, nos fundamos en la pureza de nuestro propósito espiritual.
Ya llega el tercer nivel de la
consciencia, la clave de nuestra práctica: eligimos realizar lo que se ha hecho
evidente hacer, llevando a cabo el consejo recibido como la solución a la
tensión percibida. Al comprometerse a la acción, es un impulso impersonal
basado en la compasión innata del Universo respondiendo al contexto del
sufrimiento presentándose en este momento. Las consecuencias de esta acción nos
vuelven de nuevo al primer nivel de la consciencia quieta, la que puede ver las
causas y condiciones impermanentes revelándose
en este nuevo momento de tiempo. Así es lo que significa la mente calma y
lúcida del Zen: la calma es la esencia universal, la lucidez es la consciencia
percatando las tensiones mentales cuando surgen, atendiendolas sin mover en el
“No lo sé”, esperando la sabiduría innata guiarnos en cómo responder, y
actuando activamente basado en el consejo recibido. De esta forma, nos
liberamos del karma de sufrimiento del condicionado, creando conscientamente
una vida más satisfactoria, en armonía y paz con el Universo.
Si esta enseñanza te ha ayudado, ¿podrías considerar una aportación a la Sangha MBZ?
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