KENSHO
Charla
Dharma 26/ENE/2014
Hyonjin Sunim
En la práctica del
Zen, la palabra “kensho” significa la experiencia directa de la Verdad, nuestra
Esencia eterna, la que es aquí y ahora por doquier y disponible a todos. Aunque
desde el principio de nuestra práctica, podemos experimentar aspectos de esta
Esencia en cuanto a la paz, la calma, y el bienestar de la mente, a veces se
surge una experiencia única, una experiencia profunda en la que se ve con toda
claridad la Realidad del Universo. Como
cualquier experiencia, el Kensho es pasajero e impermanente, y no es un
requisito a la Iluminación completa. Pero por los que lo experimentan, puede
servir como un guía confirmando lo que comenzamos a intuir desde el primero
momento de sentarnos en zazen. Cada vez que nos sentamos, experimentamos un
atisbo de esta realidad, y seguimos practicando para estabilizarnos en ella. A
veces, nuestra percepción se abre por completo, y percibimos mediante la lente
de la mente totalmente abierta. Esto es
kensho.
En marzo de 2010, tuve una
experiencia de kensho mientras pasaba por un período de enfermedad física, la
que luego me enteré fue dengue. A causa de esta infección, me encontré varios
días acostado en la cama, sufriendo todos los síntomas parecidos a un gripe
severo: fiebre, escalobríos, y dolores musculares. Puesto que no tenía la
energía para levantarme ni hacer nada, aproveché el período de convalesencia
como una meditación, atento al cuerpo, los pensamientos, y las sensaciones,
pero sin hacer nada con ellos. Simplemente los observaba con plena consciencia,
lo que permitió algo asombroso manifestarse.
Tumbado en la cama, en medio del
silencio, percibí cierto patrón de karma en mí. Podía ver muchas elecciones del
pasado, caminos que había atraversado causándome mucho sufrimiento, no sólo a
mí, sino a muchos a mi alrededor. Sentía mucho remordimiento por los errores
que había cometido. En medio de esta contemplación surgió un fuerte sentido de auto-critica
mezclado con el temor de que mi vida había sido un fracaso. Al mismo tiempo, vi como esta tendencia a la
crítica se había proyectado hacia otros, juzgándolos en mi mente.
Ya podía entender el significado más
profundo de los preceptos relacionados con el habla, la crítica, y el chisme. Claro,
es la regla dorada del karma, lo que haces a otros es lo que haces a ti mismo.
Al criticar a otros, tendemos a criticar a nosostros mismos, juzgándonos por
nuestras imperfecciones humanas. Los preceptos nos aconsejan de no hablar de
los errores ni las faltas de los demás y también no envanecernos ni despreciar
a los demás. Los preceptos no son simplemente reglas a seguir, sino son la
clave a nuestra libertad y paz interior.
Cuando actuamos en acuerdo con los preceptos, la vida se vuelve más tranquila y
armoniosa, llena con bienestar. Nuestro estado natural y normal es lo de calma
y tranquilidad. De hecho, es la mente pura de nuestra Esencia. En cambio, cuando
pensamos y actuamos en maneras basadas en egoismo, nos contraimos la mente en
una bola de sufrimiento, como un agujero negro en el espacio infinito del
Universo. Esta bola negra jala todo a su alrededor, incluso hasta la luz, muy
parecido a lo que pasa a la mente obstaculizada.
El Buda enseñó que hay cinco
obstáculos que bloquean el libre fluir de la mente: 1. Deseo sensual; 2. Mala
voluntad; 3. Torpeza; 4. Preocupación; y 5. Duda. Al criticar a otros, estamos
apegándonos a tres de estos obstáculos, como la mala voluntad, la duda, y la preocupación.
En mi caso, mi tendencia había sido pensar mal de otros, juzgándolos, y a su vez,
juzgándome a mi mismo, comparando y rebajandoles en mi mente, inconsciente del
daño que nos causaba a todos. Dudaba de mi práctica y me preocupaba mi falta de
congruencia. Me pregunté si esta vida de verdad valía algo. Estos obstáculos
nos causan cierta tensión interior, dejándonos estresados, molestos, y
agitados. Comencé a percatar como la mente chica, la que sufre, no es nada más
que un conjunto de hábitos, ideas, y conceptos de quienes pensamos que somos,
reforzando estas tendencias negativas.
En aquel momento, sintiendo el
cuerpo perder su energía vital, deslizándome poco a poco a un agujero negro de
olvido, una parte de mi quería abandonarlo todo. Ya el dolor era tanto físico
como mental. Pero otra parte de mi, muy desde dentro de la oscuridad, estaba animándome
a seguir adelante, continuar con esta vida, puesto que todavía había mucho por
hacer. Me rendí a esta voz interior, resuelto a volver a la vida. Al mismo
tiempo, reconocía que necesitaba ayuda, una razón para continuar adelante.
Tendría que encontrar la Verdad de quien soy, buscándola dentro del silencio.
En este momento, sentí el pequeño ego
de personalidad derrumbarse. Percaté el conjunto de ideas desvanecer. En este
punto más bajo de mi vida, admití a mi mismo que no sabía nada, no era nada, y no
tenía nada a entregar, y así, algo extraordinario pasó. Me di cuento que este
“nada” ya era de hecho muy reconfortante. Me cayó el veinte que “nada” es todo
el punto principal. El ego no era nada real, sólo un cascarón vacío. Aunque el
cascarón desvanecía, algo continua.
Entonces, ofrecí todo de mí al
Universo, confiado que la duda, la preocupación, y la mala voluntad no eran
reales, no eran de verdad lo que soy. Había hecho lo mejor que pude de esta vida, sacrificado mucho por el
camino espiritual. Si esta era mi última respiración, entonces me rendiría al
Universo sin quejarme. En este acto, implícitamente buscaba ayuda, sin saber de
quién ni para qué. En este “no lo sé”, comencé a experiementar el vacío de una
forma nunca antes. Este vacío aqui y ahora, no depende de ideas ni teorías, es
simplemente como es, vacío puro, sin faltar ni requerir nada. Este vacío es Buda,
la mente inherentamente pura y completa en sí. Siempre es nuestra elección de
alinearnos con esta Mente de Buda, o rechazarla en favor de lo habitual. Los
Preceptos están allí a liberarnos de lo habitual. No somos estos pensamientos,
este karma negativo. Al elegír a vivir los Preceptos, estamos eligiendo a vivir
libres. Quería rendirme por completo a esta nada, al Infinito libre de la
emoción y el pensamiento, una nada que abarca todo sin aferrarse a ninguna cosa.
Ya comencé a ver el universo entero
abrirse frente a mi, y aunque mantenía
consciencia de mi cuerpo aquí, me sentí la consciencia expandir hacia el
más allá, abriéndome al universo. Ya percibía estrellas infinitas en toda
dirección, galaxias brillando sin límite, el firmamento en todo su esplendor.
Me sentí único con todo, libre de emoción o pensar, la talidad de este momento
preciso. Consciencia también es única con la nada, por tanto, es eterna, sin
comienzo ni fin. Simplemente ES. Por tanto, no hay nada eliminar. El ego es sólo una idea, pero una idea
funcional; puede alinearse en armonía con el Infinito en cualquier momento.
Nuestra práctica es seguir alineándonos con este Mente Pura, la Mente de Buda,
la nada de nuestra Esencia. Mediante las kleshas de deseo, aversión, e
ignorancia, redescubrimos quienes somos. Efectivamente, puesto que somos criaturas de contraste, cada vez que nos olvidamos,
pegados a lo que nos cause sufrimiento, cuando por fin regresamos a la calma
lúcida de la mente, se aprecia más el fluir inmaculado del Vacío como nuestro
estado natural, ya puesto en relieve por la clara contraste con la mente
contraida. Por eso meditamos, adiestrándonos al proceso de atender a este
momento justo como es, así disolviendo las kleshas en la luz de consciencia. Pero
recuerden, un kensho no es la meta final, sino un letrero señalando el camino
correcto a seguir, una confirmación de que estamos en el camino de los budas,
un camino basado en los Preceptos. Con dedicación y esfuerzo constante, todos
llegaremos a la budeidad perfecta de nuestro verdadero ser. Siempre eres libre
a elegir. El Infinito es bastante paciente; ya que tiene toda la eternidad
esperarte. ¿Cuanto tiempo tardarás en volver?
(Si esta enseñanza te fue útil, ¿podrías considerar en hacer una aportación a la Sangha MBZ?)
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