EL AMOR ACTIVO DEL ZEN
Rev. Hyonjin
Sunim
Bodhicitta
El camino del Bodhisattva se basa en la aspiración de lograr Iluminación
perfecta por el beneficio de otros, liberando a todos los seres sensibles en
todos los reinos del universo del sufrimiento.
Este propósito es lo que se llama bodhicitta, lo que se entiende como la
Mente Despierta y la Iluminación en sí, o sea, la Naturaleza Búdica inherente
en cada uno, la que es siempre pura e inmaculada, no falta nada, y funciona
naturalmente por el beneficio de todos los seres. La bodhicitta perfecta es la
vacuidad, la liberación del apego, la liberación de lo que se debería hacer o
no hacer; es simplemente la aceptación de lo que es en este momento, haciendo lo que es bueno hacer
en este momento sin considerar cómo nos va a beneficiar personalmente.
Se ven referencias al voto
del Bodhisattva en varias sutras: El Bodhisattva Kshtigharbha renuncia entrada
al Nirvana hasta que todos los Infiernos estén vacíos; Kanzeón, en el Sutra
Avatamsaka, promete responder siempre a los gritos del mundo mientras que haya
sufrimiento; El Buda Amitaba propone medios hábiles y compromete salavar a
todos los seres que necesiten ayuda; en el Sutra del Diamante, el bodhisattva
se compromete salvar a todos los seres mientras dándose cuenta que no hay nadie
a liberar. En todo caso, el bodhisattva asume responsabilidad por el bienestar
de otros, sabiendo que el sufrimiento de otros es su propio sufrimiento, y
trabaja sin descanso por la liberación de todos.
Pero para los que no hayan
logrado la perfección de bodhicitta, hay bodhicitta relativa, comenzando donde
estamos aquí en el presente, intentando a lograr la Iluminación perfecta y la
aspiración de convertirnos en budas por el beneficio de todos. Aunque todavía
nuestras intenciones están ligados a propósitos egoístas, seguimos haciendo lo
correcto, incluso cuando no queremos hacerlo. Esto es nuestro compromiso al
camino del Bodhisattva en el sentido cotidiano y relativo.
Los Cuatro
Inconmensurables
Por tanto, la intención
pura del bodhicitta está bloqueada por las kleshas de codicia, ira, e
ignorancia. Practicamos meditación y estudio del Buda-dharma para eliminarlas,
dejando esta aspiración funcionar sin impedimento. En Zen hay cuatro prácticas
en la vida cotidiana necesarias para lograr bodhicitta, conocidas como Los
Cuatro Inconmensurables o Las Cuatro Moradas Divinas, las que son:
1. Amor Benevolente: es el deseo
que todos los seres sean felices.
2. Compasión es el deseo que
todos los seres sean libres del sufrimiento.
3. Alegría Altruista es como
celebrar los méritos de otros, sintiendo felicidad por la buena fortuna de
ellos, sabiendo que pueden experimentar la alegría suprema como budas, y
cualquier momento de felicidad les trae más cerca a este ideal. Cuando se experimenta alegría altruista por otros, el
mérito asociado con su logro o bendición se convierte en nuestro própio mérito
y bendición, creando mucho beneficio para nosotros mismos.
4. Ecuanimidad es cuando
la mente está en armonía con otros y el mundo mientras se practica el amor
benevolente, la compasión, y la alegría altruista. Ecuanimidad en acción es
cuando se dedica mérito, ofreciendo libremente tu propio mérito de buen karma a
otros seres, sin pensar en si lo merecen o no, sin considerar si son buenos o
malos. Dedicar mérito nos ayuda en superar nuestra indiferencia, recordar a otros,
y dedicarnos a su bienestar. Es un contrapeso a nuestra tendencia de sentirnos
superiores a otros. Puesto que todos estamos interconectados, mi mérito es su
mérito, y su mérito se vuelve mi mérito. Por esto, dedicamos mérito a todos los
seres sensibles al final de nuestra sesión de meditación, para asegurar que
este mérito siempre crezca, en vez de agotar o disminuirse en el futuro.
Amor en Acción
El Buda describió
amor benevolente como el que se experimenta una madre por su hijo:
Como
una madre que lo protege con su vida
A
su hijo, a su único hijo,
Igualmente
con un corazón ilimitado
Deberíamos
valorar todos los seres vivientes;
Irradiando
benevolencia sobre todo el mundo.
Buda
Metta
Sutta
Vislumbré
aspectos del bodhicitta durante un retiro de zen hace unos años. Mi papá se
había diagnosticado con Alzheimers y sentía mucha pena por él. Busqué refugio
del dolor en el silencio de un monasterio durante unos días.
Me desperté el sexto día con una
inexplicable ligereza del corazón.
Después de las meditaciones matutinas, comenzamos nuestra jornada de
trabajo. Todo me parecía tener un suave
fluir de energía, muy natural y sin gran esfuerzo. Despolvorizaba las paredes exteriores del templo,
imaginando limpiarme el polvo de mi corazón.
Luego arranqué las malas yerbas del jardín con otra gente, disfrutando
el sol mientras trabajábamos juntos, enderezándome de vez en cuando para
admirar la gama de colores y texturas bailando frente a mis ojos. “Que bello,” pensé, “Todo es tan perfecto,
esta gente, este lugar, este ritmo de vida.
Tal vez esto es lo más importante, amar cada momento y a cada persona de
esta forma, simplemente hacienda lo que hay que hacer aquí y ahora,
valorándonos el uno al otro, y abriéndonos a la paz, es todo lo que se necesita
hacer.” Seguía mirando en silencio a la gente a mi alrededor. Una mujer en particular me parecía muy
tranquila y en paz. Era alta, delgada, y
etérea, como la princesa de hadas en El
Señor de los Anillos; ella movía con cuidado por el jardín como con alas
invisibles, limpiando, arreglando, y arrancando las malas yerbas. Me pregunté quién era. No nos habíamos hablado durante el retiro
entero, manteniendo la regla de silencio para que nuestras mentes pudieran aquietarse,
volviendo la luz de la consciencia adentro.
Me pregunté qué la había traído aquí:
¿Buscaba su propio refugio de algo?
¿Qué llevaría de aquí cuando saliera?
Luego durante la comido, me encontré
sentado en la misma mesa frente a ella.
Comimos en silencio, cada plato pasado de una persona a otra acompañado
con gasshos de reverencia. Qué apreciado
me sentía en la forma que la gente me trataba aquí, siempre con una ligera
sonrisa cariñosa y un amable ademán de reverencia. Pensé, “¡Guau! ¡qué extraño! Esta gente me ha tocado mi corazón con tanta
benevolencia. A pesar de que nadie haya
hablado durante el retiro, me siento tan apreciado como si fuéramos amigos
desde siempre.” Al terminr la comida, esperábamos
la señal del monje para que nos marcháramos.
El comedor se puso callado. Fue
un momento de silencio delicioso. Desde arriba, por las ventanas, el sol
acariciaba la mesa. Miré afuera, viendo
una montaña en la distancia vigilándonos.
En ese momento, la hada princesa enfrente sacó de su bolsillo un
pedacito de chocolate envuelto en papel metálico dorado, poniéndolo con cuidado
justo frente a mi. “Para quién es
esto?” me pregunté. Miré a sus
ojos. Me sonrió como decir, “Pues,
claro, para ti!” De repente me sentí como un niño de cinco años
extendiendo mi mano con timidez para recoger un obsequio discreto. Lo metí en el bolsillo de mi camisa,
agradeciéndola con un guiño del ojo. Ella inclinó la cabeza con un gesto de
reverencia y sonrió.
Mientras que nos levantábamos para
salir, pensé, “Que amable. Aunque no la
conozco, a pesar de que ella no tenía ninguna razón hacer lo que hizo, sin
embargo, me ofreció este obsequio.”
Suponía que ella vio que yo estaba un poco pensativo y quería animarme,
haciendo lo que es natural, como una madre cuidando a su niño.
Como consecuencia, me sentí conmovido.
Acepté su sencillo gesto de benevolencia con gratitud. Caminando de regreso a la sala de meditación,
desenvolví el pedazo de chocolate envuelto en papel dorado, dejándolo derretirse
lentamente sobre mi lengua. Seguía
contemplando este acto de benevolencia, dejándolo derretir mi corazón. Fue la
hora de descanso de la tarde, y estaba yo sólo en el salón de meditación.
Decidí descansar sobre un colchón frente al imagen de Kanzeón. Miré arriba a su
cara, mientras contemplaba el obsequio de la hada princesa hace un rato. Luego, cerré los
ojos e imaginaba la mano de Kánzeon abriéndose frente a mi, entregándome lo que
yo necesitaba: amor, cariño, y comfort.
Comencé a sentir lágrimas deslizando por mis mejillas, cayendo en mi
almohada abajo. Me di cuenta que estaba llorando por pura felicidad. Me quedé allí varios minutes, sintiendo las
lágrimas acariciar mi mejilla mientras mi yo chico se derritía también. “Así,”
pensé, “esto es la Naturaleza Búdica mostrándose. Esto es lo que significa Kanzeón.” Me sentí
como si estuviera en un abrazo cariñoso, como un niño envuelto en los brazos de
su mama, cerca a su corazón. Me di
cuenta que estos actos de bondad son manifestaciones de la Bodhisattva. Comprendí
que la pura verdad podría manifestarse mediante un simple gesto de
benevolencia. Así, Kanzeón siempre está con nosotros. De hecho, es la verdadera
esencia de nosotros. Cuando damos sin expectativa, haciendo lo que es bueno hacer
en este momento, se alivian el dolor y la tristeza.
Nunca sabemos el impacto que el amor
pueda traer. En medio de nuestra
condición humana, nuestras debilidades e incomodidades, descubrimos la cara
verdadera del otro y nosotros mismos. Esto es lo que nos obsequiamos. Nuestra
esencia es amor puro, expresado por medio de gestos sencillos revelando lo
Eterno, la bodhicitta de la Mente Búdica.
Lo que se da, se recibe. Es el
obsequio radiante y la bendición constante del amor en acción.
Bibliografía
Gracias por tu aportación al MBZ
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