LA PRIMAVERA LLEGA, EL PASTO CRECE
SOLO
Charla Dharma 27/07/2014
Rev. Hyonjin Sunim
Por tanto el Maestro
actúa sin hacer nada
y enseña sin decir
nada.
Cosas surgen y las
deja venir;
Cosas desvanecen y las
deja ir.
Tiene sin poseer,
actúa sin esperar.
Cuando su trabajo
termina, lo olvida.
Por eso dura para siempre.
(Kong-an
#240)
Nuestra
naturaleza fundamental es la base de todos nuestros pensamientos y acciones. No
hay nada separado de esta Verdad, la que siempre está allí incluso en los
momentos más difíciles de sufrimiento y oscuridad. Todo nuestro cultivo
espiritual tiene que ver con nuestra capacidad de despertarnos a una presencia
inherente en nosotros, alineándonos con su influencia, guía, y apoyo. Así,
encontramos como caminar la Vía espiritual, lo que la maestra zen coreana
Daehaeng Sunim llama “hacer sin hacer” (Chong, 2010). Aprendemos a confiar más
y más en esta naturaleza fundamental, rindiéndonos a su influencia para que nos
guíe en cada aspecto de la vida cotidiana.
Fomentamos la actitud de que nosotros no estamos haciendo nada, que lo
importante es dejar que esta naturaleza sabia y compasiva funcione más
plenamente sin obstáculo. Todos tenemos esta habilidad innata, sin importar
nuestra edad, género, trabajo, o nivel social. Cuando podemos poner en práctica
las enseñanzas del buddhadharma, en seguida nuestras vidas comienzan a cambiar
por el bien. La práctica consiste en tener fe en esta naturaleza fundamental,
confiándola con cualquier problema que surgiera, mientras continuamos
observando con plena atención los patrones de la mente que causan sufrimiento, y
soltando nuestro apego a las ideas dualistas, especialmente la idea de un “yo”
individual y separado, dejándonos así morir a la mente egoísta y limitada. Esto
requiere que no culpemos a otros, cambiando nuestra forma de pensar al usar
imágenes positivas en vez de juicios, críticas, y pensamientos negativos.
GRACIAS POR SU APORTACIÓN
“Hacer sin hacer” es tanto una descripción de la realidad
fundamental como una práctica para la vida cotidiana. Es una expresión de que
todo funciona unido como una vida única, una mente única, y un cuerpo único, y
este funcionamiento ocurre naturalmente sin un esfuerzo consciente en la parte
del individuo. Si uno puede estar en armonía con este estado, entonces
sabiduría, comprensión y desarrollo espiritual llegan a ser más accesibles. En
cambio, cuando nos apegamos a los pensamientos discriminativos de deseo,
aversión, y delirio, todo se vuelve más difícil. La persona que puede
despertarse a este estado puede apreciar las diferencias y distinciones entre
distintas formas, tales como uno mismo y otros, pero las entiende por lo que
son: ilusiones. No debemos apegarnos a estas distinciones. Aunque todos los
seres son interconectados, al mismo tiempo, cada uno tiene su papel a realizar.
Al mismo tiempo, el fundamento de todo el universo está conectado al fundamento
de la mente del ser humano, el cual nos conecta a los reinos de los vivos y los
muertos mediante la consciencia. Por tanto, todas las vidas, juntas con los
muertos, compartimos la misma vida, el mismo cuerpo, todos estamos trabajando
juntos. Es como si todo el mundo fuera un monasterio único, un lugar para
practicar espiritualmente.
Desde la perspectiva de este fundamento, no hay un “yo” o “tú”
que se puede separar de la totalidad como una cosa permanente o aislada. En
este sentido, todo es vacío, puesto que todo siempre está cambiando y
manifestándose en cada instante, no hay nada que se pueda aislar como algo
existente en sí. Es siempre parte de algo más grande, fluyendo como un
corriente en un río turbulento de condiciones, tendencias, formas, e influencias
todas interconectadas. Por esto, cuando regalas algo a alguien, simplemente dáselo
sin ningún pensamiento de lo que hayas realizado, puesto que el “yo” no existe,
siempre es parte de un proceso en movimiento de cambios. Cuando das,
simplemente da, luego suéltalo, olvídalo, puesto que tú como alguien separado y
permanente no eres real, no existes como algo aislado y permanente. Cuando
nuestra acción está relacionada con un concepto de “yo”, bloqueamos nuestra
percepción de la naturaleza fundamental, creando sufrimiento. Este “yo” es una
construcción de varios agregados y etiquetas formando nuestro auto-imagen, lo
que refuerza pensamientos dualistas, bloqueando nuestra percepción de la
realidad fundamental.
Otra
consecuencia de estos pensamientos dualistas de un yo separado de otros, además
de negar la verdad fundamental de que todo está conectado, también niega la ley
de causa y efecto, o sea, karma: “Lo que
se hace a otros, se lo hace a sí mismo.” Esta ley siempre nos da la oportunidad de
tomar responsabilidad por nuestras intenciones y acciones, puesto que de
verdad, todo está conectado basado en este fundamento natural. Lamentablemente,
por sus perspectivas dualistas del mundo, muchos todavía no se dan cuenta de
esta ley, y por eso, sufren indebidamente. Asimismo, los pensamientos dualistas
tienden a tomar en cuenta sólo los aspectos materiales del mundo, dando más
importancia a los objetos concretos. Por tanto, la gente se vuelve inconsciente
de su conexión con el mundo invisible, dependiendo más y más en solo lo que
percibe físicamente, sintiéndose más y más frustrada, impaciente, y descontenta.
Esta perspectiva dualista nos causa sufrimiento puesto que nuestras
percepciones no están en armonía con la realidad subyacente e invisible.
Los
pensamientos e ideas racionales son etiquetas basadas en memorias desconfiables
y cambiantes distorsionando nuestra percepción de realidad. Somos literalmente
creando nuestro mundo mediante nuestras reacciones e interpretaciones
subjetivas influenciadas por los pensamientos dualistas de un yo y otro. Así
que es imprescindible mantener una actitud positiva frente a los desafíos de la
vida. En vez de criticar o maldecir a los que nos tratan mal, sería mejor
decirnos que “hemos hecho lo mismo en el pasado cuando no sabíamos mejor,” o “¿Qué
es lo que nuestra verdadera naturaleza está intentando a enseñarnos?
No
obstante, la experiencia directa con esta naturaleza fundamental se encuentra
en la mente de no-pensar, o sea, la percepción intuitiva libre de ideas discriminativas
de deseo, aversión, y delirio. Ejemplos de esto son historias de una madre que
de repente sabe que su hijo está en peligro en algún lado; o los efectos
positivos en pacientes con cáncer quienes visualizan sus células blancas
comiendo las células cancerosas; u oraciones grupales impactando la salud de
otros de una forma milagrosa. Debido a
la conexión entre los vivos y los muertos, el pasado, el presente y el futuro, y
los reinos visibles e invisibles, estos efectos milagrosos se manifiestan. Todo
es la única Mente fundamental.
La
práctica de “hacer sin hacer” requiere el cultivo espiritual, lo que consiste
en soltar una y otra vez todos los pensamientos relacionados con un sí mismo
separado, o sea, yo, mí, o mío, disolviendo así las etiquetas y la dualidad,
dejando todo fluir y crecer naturalmente en armonía con la naturaleza
fundamental. Cuando no hay obstáculo en la mente, nos podemos despertar a la
realidad inherente y es posible a desarrollarnos espiritualmente día tras día.
Aunque es imposible describir adecuadamente este fundamento inherente con
palabras o ideas, sin embargo, nos damos cuenta que funciona penetrando todo.
Por tanto, es importante soltar la idea
del fundamento y simplemente confiar en ello, dejándolo cuidarnos en todo. Con
tal fe, se puede morir al “yo” inexistente, fomentando un cambio de actitud que
no culpa a los demás por nuestro sufrimiento. La base de la práctica espiritual es aprender a no culpar a los demás.
Nosotros sufrimos por lo que pensamos, nada más. Reconocer estos pensamientos
dualistas como patrones negativos, podemos abrirnos a la plena realización de
la Naturaleza Fundamental. Creer y confiar en esta esencia es la base del
soltar y el desapego. Al encomendarnos a la naturaleza fundamental, todos nuestros
problemas y obstáculos pueden derretirse, revelando la Vía a seguir. Todos los
seres compartimos la misma vida, la misma mente, y el mismo cuerpo, todos
trabajando juntos como uno. No es necesario hacer algo o no hacer algo.
Simplemente podemos darnos cuenta de que todo lo que encontramos es parte del
fundamento, rindiéndonos así a su sabiduría, dejándolo guiarnos en cada
momento, y muriéndonos a nuestras opiniones, críticas y comparaciones. Nacemos
en este mundo para aprender y evolucionar espiritualmente. Tenemos la
oportunidad de despertarnos a la realidad de que todas las mentes del universo,
y nuestras propias mentes, somos una Mente Única. Al aceptar esta verdad, aceptamos la ley de
causa y efecto, y así podemos tomar responsabilidad por nuestros pensamientos,
palabras, y acciones, efectivamente viviendo en armonía con la Naturaleza
Fundamental.
Bibliografía
Chong
Go. (2010) ‘Son Master Daehaeng’s “Doing without Doing”’. Makers of Modern Korean
Buddhism.
Edited by Jin Y. Park. State University
Press of New York Press: Albany, N.Y.
Sahn,
Seung. (1992). The Whole World Is A
Single Flower: 365 Kong-ans for Everyday Life. Charles
E. Tuttle Company. Providence
Zen Center: Vermont.
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