LA REFINERÍA DEL ZEN
Charla
Dharma 06/JUL/2014
Rev. Hyonjin
Sunim
“Monasterios y centros de meditación
son las refinerías de las personas.”
En el proceso de fundir metales, se
purifica la mena con mucho calor para extraer el oro puro. Sólo mediante este proceso se puede separar
el oro puro de los otros aspectos impuros. De igual forma, la naturaleza Búdica
es innata dentro de cada uno de nosotros, como oro puro entre las impurezas de
la mena metal. Los retiros de meditación, junto con nuestro centro Zen, son
como hornos refinando las personas ordinarias, transformándolas en sabios
consumados. Pero si no nos cultivamos, es imposible jamás descubrir nuestra
verdadera naturaleza y así transformarnos desde una persona ordinaria a un
sabio consumado, o sea, un Buddha. (Kusan, 2009:147-148)
Un retiro de meditación
Zen es una oportunidad invaluable para realizar esta transformación. La
estructura del retiro sirve como un horno enorme cocinándonos, dejando nuestras
impurezas surgir a la superficie para que se extrajeran, dejando el oro puro de
nuestra naturaleza manifestarse en todo su brillo radiante. Primero, hay que
construir el horno. Cuando llegamos la
semana pasada a Tapalpa, México, tuvimos que arreglar toda la casa antigua para
acomodar nuestras intenciones por nuestro retiro de meditación de una semana,
sacando sofás y mesas del salón principal para dejar espacio abierto para los
practicantes. Luego, construimos un altar con gran esmero, poniendo cada objeto
en su lugar preciso. Pasamos bastante tiempo el “feng shui” del lugar (el arte
del arreglo del ambiente en armonía y equilibrio) tratando de encontrar la
configuración justa de cojines y zabutones alrededor de nuestro sonbang (Corea - “salón de meditación”; dojo - Japón) para que se fluyera bien
la energía. Al lograr este fin, tuvimos que ir en busca de combustible para el
fuego de nuestro horno metafórico, o sea, abarrotes, alimentos y leña misma
para la fogata del salón. Después de
varias horas preparándonos así, pudimos por fin sentarnos para meditar.
Aquí comenzó un enigma.
Cuando una persona ordinaria comienza a practicar meditación, siente que hay
algo a cultivar y algo a realizar. Pero de hecho, al despertarse, se da cuenta
que no hay nada cultivar y nada a realizar. Es así ya que no hay nada que puede
afectar la naturaleza verdadera. El sabio no tiene más de esta naturaleza y la
persona ordinaria no tiene menos. La única diferencia es que el sabio está
despierto a su naturaleza verdadera, mientras que la persona ordinaria sigue
ignorándola (Kusan, 2009:140).
Entonces, allí
estábamos sentados en medio de un silencio profundo mirando a la pared. No
había nada hacer, ningún lugar a visitar, nada para distraernos. Y de repente
se pregunta, “¿Y ahora qué?” Se puede seguir esperando algo extraordinario,
como luces, milagros, visiones, o por lo menos unas sensaciones interesantes,
pero de hecho, nada pasaba, allí seguimos hora tras hora, mirando esta maldita
pared. Luego se surgió la pregunta, “¿Es esto todo?” Y básicamente, sí, esto es
todo. Así comienza la verdadera meditación, la investigación del hwadu, “¿Qué
es esto?” Pero nada pasa, sólo silencio más y más profundo. La mente comienza a
impacientarse con un diálogo incesante de comentarios, el más recurrente como “Ay
por dios, me duele tanto la espalda. ¿Cómo voy a aguantar 6 días más de esto?”
Y los comentarios se ponen más y más agitados, como “¿qué debería pasar ahora?
¿Qué es lo que debo hacer? ¿Cómo voy a escaparme de esta locura? ¿Dónde está la
salida?”
El segundo día fue
peor. Nos levantamos a las 4:30 de la mañana.
Quizás se pensó, “No hay suficiente café, y lo que tomamos es aguado. El
aire es frío, no tengo ropa adecuada, estoy dormido, y esta maldita pared sigue
allí frente a mí. ¿Por qué he venido aquí? ¿Cómo me puede ayudar con todos mis
problemas? ¿Quién me puede salvar de este infierno?” Así el horno aumenta su
calor, y seguimos cocinando.
Esta cocción puede
continuar varios días, con nuestras críticas, nuestros juicios, comparaciones,
y descontentos surgiendo a la superficie. No hay nada a distraernos de esta voz
incesante en nuestras cabezas que continuamente nos molesta con sus
comentarios, sus fantasías, sus ilusiones del futuro, y sus añoranzas del
pasado. Pero si se aguanta el proceso, se comienza a percibir todo este diálogo
interior por lo que es, sólo un diálogo interior. No es algo real en sí, son
sólo palabras, ideas, y pensamientos flotando por la consciencia. Poco a poco,
se pregunta, “Pues, ¿qué es esto que percibe todas estas ideas?” Al preguntarse
así, una duda enorme se forma en nuestro interior. Esta duda se basa en el
hecho de que no sabemos de verdad nada, toda esta estructura de ideas y formas
son proyecciones para cubrir una ansiedad básica en nuestro interior, lo que
tiene que ver con, “no entiendo nada”, o sea, “no lo sé”. Y este es el momento
de abertura, cuando la mente chica comienza a rendirse, aceptando que no tiene
control de todo, no es el centro del universo, no puede escaparse de este
momento, y está desesperadamente buscando algo más, pero no sabe lo que es.
Justo aquí, la mente chica comienza a relajarse un poco, dándose cuenta que de
verdad no existe como algo fijo, permanente, o separado de todo. Se percatan
los pensamientos volviéndose más lentos, menos urgentes, menos exigentes. Se
comienza a diferenciar entre estos estados emotivos de frustración,
impaciencia, expectativa, y deseo de lo que percibe los estados. Investigándolo
más, se descubre que el silencio desde donde surgen todos estos pensamientos y
formas, en sí, no tiene fondo. Se intuye que este silencio, donde no hay nada
fijo, nada sólido, nada permanente, es de hecho, reconfortante. Justo aquí
donde no hay nada, ninguna cosa, un espacio sin forma, sin color, sin
exigencia, sin crítica, es de hecho muy tranquilo, reconfortante, y completo en
sí. Se distinguen los patrones mentales de un ego inexistente, con sus ideas,
comparaciones, y discriminaciones. Asimismo, se experimenta lo que no es nada,
el vació mismo, o, como aprendimos este retiro pasado, lo que se llama shunyata.
Shunyata no es una
cosa, sino lo que es y no es a la vez. No es ninguna forma, ningún concepto,
pero tampoco es aniquilación absoluta. Hay algo bello en este vacío, algo
pacífico, infinitamente compasivo y sabio. Ya se comienza a prestar atención a
este vacío interior, investigándolo con la pregunta “¿Qué es esto?” Aunque no
se puede conceptualizarlo, agarrarlo, o describirlo, sin embargo, es real e
innegable, una presencia que no tiene límite ni fin. Sea lo que sea, somos
único con esto, mientras que no niega nada de lo que experimentamos como una
personalidad finita. Además, se da cuenta, que cuando no estamos aferrados a
las ideas discriminativas, las que dividen, comparen, juzgan, critican, que
nuestra atención puede fluir naturalmente en la dirección de esto que es
presente en todo momento. Está claro que
cuando nos distraemos con ideas, estados afectivos, o sensaciones momentáneas,
la mente está agitada. Entonces intuimos que cada vez que soltamos nuestras
molestias imaginarias, volvimos a percibir este vacío pleno, lo que siempre es
presente en este momento preciso. No falta nada, no busca nada, no intenta
hacer nada, simplemente es, y aunque no sea nada extraordinario, asimismo, es
increíblemente perfecto, sencillo, y hermoso, tanto que no entendemos por qué
nunca lo habíamos percibido antes. Es tan increíble en su simplicidad, tan
obvio, hasta absurdo, que casi rompimos en carcajadas de risa.
En el Sutra Avatamsaka
se lee: “El que desea comprender este estado de Budeidad debería purificar su
mente hasta que se vuelve como espacio vacío.” ¿Qué significa purificar la
mente hasta que se vuelve como espació vacío? Significa alcanzar un punto donde
ya no hay impurezas. La mente es parecida al espacio vacío. Dependiendo en las
condiciones cambiantes, el espacio lo puede llenar de nubes, el viento lo puede
soplar, la lluvia y la nieve lo pueden caer, el sol y la luna lo pueden brillar,
y la oscuridad lo puede envolver. Sin embargo, nada de estas cosas afectan la
naturaleza del espacio. Durante una tormenta, no se moja. Ni las nubes, el
viento, la luz de luna ni la oscuridad lo afectan como es. Nunca se impide ni
se obstruye por nada jamás. Cuando se suelta todo concepto de bueno o malo,
correcto o incorrecto, éste o aquello, entonces la mente se vuele como espacio
vacío. Tienes que buscar esta mente en meditación, esforzándote mucho con la
pregunta del hwadu, “¿Qué es esto?” Cuando ya es firme y estable en la mente,
se disuelve todo, y se descubre que el universo como lo has imaginado,
efectivamente, no existe. Pero no es suficiente sólo oír estas palabras. Tienes
que experimentarlo por ti mismo. Y cuando lo experimentas, así despertarás al
secreto de todos los Buddhas: “A pesar de que el universo parece real, de
hecho, no es.” (Kusan, 2009:140-141)
Bibliografía
Kusan
Sunim. (2009). The Way of Korean Zen.
Weatherhill: Boston, Mass.
GRACIAS POR TU APORTACIÓN AL APOYO DE LA SANGHA DE MBZ
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