MEDITACIÓN BUDISTA ZEN

VEN. DR. JINSIM HYOENJIN: arzobispo y maestro guía de la sangha Meditación Budista Zen, recibió Transmisión el 27 de marzo 2021 e Inga el 16 de julio 2017, y recibió los 250 votos del Bhikshu (monje) el 22 de julio 2016 por el Ven. Dr. Wonji Dharma.

Ven. Jinsim Hyoenjin es originalmente de Kansas City, Missouri, USA y ha vivido en Guadalajara, México desde 2000. Tiene más de 45 años experiencia en meditación, dos maestrías (psicología y estudios budistas), y un doctorado de Psicología Oriente-Occidente investigando métodos de meditación en las tradiciones espirituales del Oriente.

Ven. Jinsim Hyoenjin imparte clases, conferencias universitarias, charlas Dharma, retiros y talleres sobre el buda-dharma además de citas individuales para orientación y estudio personalizado.

Un arzobispo (maestro zen superior) es un obispo que, habiendo recibido Inga y Transmision de Dharma, preside varias diócesis en una gran región. Este puesto incluye algunas responsabilidades de supervisión tanto de las diócesis como de los obispos de esa región. Un arzobispo sirve como guía o instructor en asuntos religiosos; y a menudo es el fundador o líder dentro de una Orden. Además, el Colegio de Arzobispos actúa como un Consejo Rector igualitario para la Orden Zen de las Cinco Montañas.
______________________


lunes, 5 de enero de 2015

LA GRAN CALDERA NEGRA Charla Dharma 04/ENE/2015


LA GRAN CALDERA NEGRA

CHARLA DHARMA 04/ENE/2015

REV. HYONJIN PRAJNA

 
Érase una vez un joven hombre quien acudió al mercado para vender las verduras de su granja, para luego comprar arroz (Seung, 2006). Al terminar sus negocios, advirtió un viejo monje vestido de harapos de invierno de pie en el caluroso sol de mediodía sin moverse, mientras todos los demás se refugiaban en la sombra de los árboles. Aunque la gente le miraba con aversión, el viejo monje siguió parado allí en el calor abrasador sin prestarles atención. El joven hombre se preguntó si el viejo era un poco tocado de la cabeza, viéndolo allí quieto en el sol caluroso, con su sombrero de paja casi cubriendo su cara ligeramente sonriente. No obstante, el monje se quedó inmóvil.

Luego, el joven hombre se acercó al monje, quien acababa de comenzar a caminar con pasos lentos y suaves. Con todo respeto, el hombre le habló diciendo, “Venerable monje, discúlpeme por la molestia, pero en vez de estar de pie en el sol abrasador, ¿no sería más cómodo sentarse en la sombra de los árboles allá?”

Pero el viejo monje no le contestó. Simplemente le sonrió al joven hombre amablemente. “Es la hora de comer,” dijo en voz baja, casi imperceptible.

“¿La hora de comer?” El joven miró a su alrededor. “Es demasiado tarde para la comida. ¿Quién come?”

El monje abrió su túnica un poco, revelando el forro interior cubierto con miles de bichos diminutos, moviéndose por toda la fábrica. “Si me muevo demasiado, no pueden comer,” dijo el viejo monje. “Así que debo permanecer de pie quieto mientras que se alimentan.”

Ya el joven hombre sospechaba que el monje era loco de remate. Pero cuando le miraba a la cara, no vio nada extraño ni malhumorado en sus ojos, sólo compasión. El monje mostraba una profunda calma, sus ojos tranquilos, facciones relajadas. Su cara irradiaba una dulce compasión.

“¿Pero por qué ser tan bondadoso a estas criaturas?”

El monje entrecerró sus ojos suavemente, diciendo “¿No estiman ellos sus vidas con tanto aprecio como tú y yo?”

Profundamente impresionado por su compasión extraordinaria, el joven hombre se juntó sus manos y le reverenció profundamente al monje. Pidió entonces que le aceptara como su discípulo.

El monje le sonrió amablemente diciendo, “No es posible.”

“¿Por qué no es posible?” preguntó el joven hombre.

“¿Por qué quieres convertirte en monje?”

“Pues, quiero encontrar el camino correcto, y lograr mi yo verdadero. Usted es compasivo hasta a aquellas criaturas chiquitas. Así que tengo un presentimiento profundo que este camino es lo correcto. Usted es un gran monje, y quiero ser su discípulo.”

“Quizás, quizás,” dijo el monje. “Pero la vida de un monje es muy difícil.” El monje se quitó su sombrero de paja y se limpió la frente con un trapo.  “¿Dónde vives?”

“Mi padre y madre están muertos, así que me he quedado con mi hermano en el pueblo vecino. No tengo mi propio lugar. Quiero ir con usted.”

“Bueno, vámonos entonces.”

Comenzaron a caminar, subiendo el sendero de la montaña y pasando por muchas valles, ríos, y acantilados. El monje no decía nada mientras caminaban. Después de varias horas, llegaron a una pequeña choza de roca y adobe en la que la cocina se quedaba aparte a un lado. Entraron allí, y el monje, señalando una gran caldera negra rota en un rincón sobre su base también rota, dijo simplemente “Arréglalo”. Se fue de repente sin decir nada más.

Bueno, esta caldera era muy grande y pesada. Además, arreglarla y su base iba a costar mucho trabajo duro.  Se requiere nivelar la caldera minuciosamente para que los alimentos cocinaran correctamente. Para asegurar que esté completamente equilibrada, hay que verter un poco de agua en la caldera asegurando que se quede precisamente en medio del fondo de la caldera. Si no, los alimentos se quemarán, desperdiciándolos entonces.

El joven hombre tenía muchas ganas de comenzar. Se lo desmontó todo, reparó las piezas, allanó el lugar, recubrió las superficies, y volvió a montarlo. Ya terminado, pidió que el monje lo revisara, diciendo, “Ya se ha arreglado.”

El viejo monje la revisó, mirándola de cerca, luego vertiendo un cucharón de agua en la caldera. “¡No lo es!” dijo, y tirando el agua de la caldera, simplemente dijo, “Inténtalo de nuevo.”

El joven hombre pensó, “A ver, este monje tiene ojos muy agudos, así que debe de haber visto una falla.” Entonces, intentó otra vez arreglarlo, esta vez tomando mucho tiempo y con mucho cuidado desmontando todo, reparando, allanando, recubriendo, y volviendo a montarlo todo de nuevo. Y esta vez vertió sí mismo un cucharón de agua en la caldera para asegurar que estaba nivelada bien. Cuando terminó, se levantó muy satisfecho, pidiendo que el monje revisara de nuevo su trabajo. “Señor, ya se ha arreglado bien la caldera.”

“Bueno, vamos a ver.” El viejo monje la miró fijamente los bordes de la caldera, lentamente vertiendo agua por sus lados.  “¡No lo es!” dijo, y vació el agua de la caldera. “¡Inténtalo de nuevo!”

El joven hombre se confundió. “¡Debo haberme equivocado! ¿Dónde está el error?” se pensó a sí mismo. Estaba muy, pero ¡muy confundido! “Puede ser en la parte exterior de la caldera. Quizás la base no está nivelada.” Esta vez, lo preparó todo con mucho esmero, revisando cada milímetro por encontrar cualquier falla o imperfección. Arregló cualquier dudoso que tuviera. Revisó cada detalle de la base y la caldera, además de todo el lugar, todo el piso, asegurando que todo estaba limpio y perfecto. Probó y reprobó que todo era nivelado con varios cucharones de agua. Al levantarse, masageando su espalda dolorida, llamó al monje otra vez. “Señor, he arreglado la caldera y su base. He revisado todo dos veces. Ahora estoy seguro que le va a gustar.”

“¡No lo es!” dijo el monje luego de revisar la caldera, y la vació el agua adentro diciendo, “¡De nuevo!”

El joven hombre no entendía dónde se hubiera equivocaba. “Este monje ve alguna falla: ¿por qué yo no? Estoy seguro que la caldera es buena. Quizás el problema reside en la cocina.” Así que desmontó toda la cocina, cada tabla, y la reconstruyó por completo, desde el piso hasta el techo. “Ya,” dijo a sí mismo, mientras limpiaba su frente. “El monje tendrá que aprobarlo esta vez.” Y se fue por el monje, diciéndole “Señor, lo he arreglado todo, ¡hasta la cocina entera! ¡Estoy seguro que no hay ninguna falla! Favor de revisarlo.”

“¡Qué bien, Qué bien! Puesto que has trabajado tanto, estoy muy contento. Así que, déjame revisarlo.” Acudió a la caldera, vertió un cucharón de agua, y casi antes de que el agua tocara el fondo de la caldera, gritó “¡No lo es!” y la vació de nuevo.

Esto pasó cuatro, cinco, seis, siete, ocho veces más. Cada vez, el joven pensó, “¿Cómo me he equivocado esta vez?” y cada vez el monje contestó, “¡No, no lo es!” y vació el agua.

Hasta aquí, el joven hombre se estaba poniendo muy enojado. “¿Dónde está la falla?” Después de nueve veces, el joven hombre dijo a sí mismo, “¡Este monje no tiene razón! No me importa lo que dijera. ¡Esta es la última vez!” Así que simplemente puso la caldera sobre su base y le llamó al monje diciendo “Señor, ¡ya me acabo!” Cuando el maestro entró a la cocina, vio al joven hombre sentado sobre la caldera con brazos cruzados.

“¡Excelente! ¡Excelente!” gritó el maestro, y salió lentamente caminando por sus cuencos. Aquella noche los dos comieron juntos arroz caliente y sopa deliciosa. Desde entonces, nunca jamás se ha mencionado la caldera de nuevo.

¿Qué significa esta historia?

El monje estaba probando la mente de su alumno. Zen significa no depender en nada. Deberías depender en ti mismo.  Además, este hombre quería ser monje, pero ¿cuánto se cree en sí mismo para convertirse en monje? Para practicar el zen, hay que encontrar la mente inmovible, la mente estable y confiable, sin auto-critica, ni criticar a otros, sin dudarse. En la historia, el alumno por fin simplemente hizo lo que tenía que hacer. Su mente llegó al estado de no moverse. Es la mente de perseverancia. A veces el maestro da lecciones, o establece límites. Luego el alumno o alumna puede decir, “¡No me gusta esto!” y luego se van. Sin embargo, cuando el alumno o la alumna dice “No me gustas” o “No me gusta esta enseñanza”, de hecho lo que está diciendo es que no le gusta a sí mismo. El maestro es simplemente reflejando la mente del alumno o la alumna. Si al alumno o a la alumna no le gusta lo que ve, a veces le culpa al maestro. Lo importante es la mente “sí se puede”, la mente que no critica, la mente que no compara, no discrimina.  Es la mente que puede aceptar las cosas tal como son, intentando hacer una y otra vez lo que es bueno hacer, no para complacer al maestro, sino para complacer a uno mismo lo que se ha hecho de la mejor manera posible, y estar satisfecho con el resultado. Esto es esfuerzo correcto, lo que ya es Iluminación. Entonces, de esta forma, algún día el maestro dirá “¡Excelente! ¡Excelente!”

Bibliografía
Seung Sahn. (2006). “The Rice-Pot Master.” Wanting Enlightenment is Already a Big Mistake. Shambhala: Boston, USA. 

GRACIAS POR TU APOYO A NUESTRA SANGHA
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.