PARANIRVANA DE BUDA
Charla Dharma 03/ABR/2015
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
Hemos pasado toda la semana en retiro meditando y contemplando la vida
de Buda, incluyendo su nacimiento, su Iluminación, y su Dharma. Esta noche, como
es la última charla de nuestra serie, vamos a hablar de su Paranirvana. ¿Qué es
este Paranirvana? ¿Fue simplemente su extinción final? Si fue así, ¿por qué se
le consideraba este vacío final un logro glorioso? ¿Cómo es el nirvana final
diferente de la paz que el Buda experimentó debajo del árbol de bodhi? La
palabra nirvana significa entibiarse o apagarse, como cuando una flama se apaga.
En el contexto espiritual, se refería a un arhat, ser totalmente liberado, que
ha extinguido codicia, ira, e ignorancia, aunque todavía seguían residuos de
combustible mientras que se quedaba viviendo en un cuerpo, usando sus sentidos,
la mente, y experimentando emociones, creando un ligero deseo de existir en
samsara. Pero cuando este arhat murió, esto residuos no pueden re-prenderse
más, dejando a alimentar la flama de una existencia nueva. El arhat es, por tanto,
libre de samsara y puede absorberse por completo a la paz de Nirvana para
siempre.
Al cruzar un río, se sentaron en una arboleda al lado del camino. El Buda ya estaba experimentando mucho dolor. Se acostó al pie de los árboles, y de repente flores comenzaron a caer sus pétalos sobre él, a pesar de que no era la temporada de flores. El lugar se había llenado de dioses, dijo el Buda, para ser testigos de su triunfo final. Pero lo que le complació todavía más fue la fidelidad de sus seguidores al Dharma.
No obstante, el Buda nunca definió adecuadamente el término Nirvana,
puesto que no hay una palabra adecuada expresar esta experiencia de
transcendencia más allá de los sentidos y la mente. Sólo el Buda pudiera explicar
lo que no era Nirvana, del cual:
“…no es un estado donde hay tierra o agua,
luz o aire; ni infinidad o espacio; no es una infinidad de razón, tampoco un
vacío absoluto…ni un mundo ni otro mundo; es a la vez sol y luna.”
No debemos
equivocarnos pensando que nirvana significara un “nada” como una aniquilación
total. El Buda preciso que no se puede decir que un Arahat dejó de existir. No
obstante, era una existencia más allá del yo chico, y la dicha porque no hay
egoísmo. No se puede imaginar este estado de nirvana, no es algo que la mente
con sus ideas puede imaginar ni fabricar ni conceptualizar. Simplemente es, lo
que no nace, no muere. Por tanto, Paranirvana es la paz absoluta sin ninguna
partícula de combustible para alimentar al fuego de ego y sufrimiento.
Ya a sus 80 años, el Buda estaba intuyendo su fin inminente. Llegó al
pueblo de Beluvagamaka, y despidió sus monjes para que se fueran al pueblo de
Vesali para pasar allí la temporada de lluvias. El Buda se quedó solo con su
amado Ananda en Beluvagamaka. Parecía que una cierta sombra había entrado la
vida de Buda, y parecía que quería evitar contacto con las multitudes en las
grandes ciudades y buscaba lugares más y más solitarios para residir. Era como si fuera preparándose de salir de
este mundo.
Cuando sus monjes ya se habían
ido, el Buda se enfermó gravemente, sin embargo superó el dolor con suma
auto-control y volvió a levantarse. No fue el momento correcto aún para entrar
en el Paranirvana, la Nirvana Suprema. Tendría que despedirse de su sangha. El
Buda entonces salió de su cuarto y se fue a sentarse con Ananda en el porche de
la choza. Su enfermedad le había afectado mucho a Ananda. Dijo, “Estoy
acostumbrado a ver el Bendito sano y robusto,” le comentó al Buda cuando se
acercó. Por primera vez Ananda se dio cuenta de que pudiera morir. Pero se
tranquilizó pensando, “El Buda no pude morir hasta que hubiera hecho algún
arreglo sobre la sucesión y el gobierno de la sangha después de su muerte. Buda
suspiró, “¿Qué me espera la sangha de mí, Ananda?” Ya los monjes sabían todo lo
que tenía que enseñarles, sin esconder nada, ni nada guardado por una élite de
monjes.” Como un iluminado, no le ocurrió la idea de que la sangha dependía en
él. “Soy viejo, Ananda, tengo 80 años. Mi cuerpo sólo puede moverse con el
apoyo de cosas improvisadas, como un caretilla.” La única actividad que le dio
confort era la meditación, la que le había proporcionada paz y liberación de
Nirvana. Así, cada uno de sus monjes y monjas debería practicar así, diciendo,
“Cada uno de ustedes, sean como una isla, convirtiéndose a sí mismo, y a nadie
más, su propio refugio. El Dharma y sólo el Dharma, era su refugio.” Ningún
practicante puede depender en otro miembro o persona a ser su líder. Hay que
ser auto-suficiente. ¿Cómo hacerlo? Por una práctica de meditación, concentración,
atención presente, y un desapego disciplinado del mundo. La Sangha no
necesitaba ninguna autoridad para gobernarla. El punto fundamental de la
práctica budista es lograr una fuente interior para que se libere de tales
dependencias.
Unos días luego, Ananda recibió noticias chocantes de la muerte de dos
discípulos muy queridos por el Buda, Sariputta y Moggallana. Pero el Buda
estaba un poco sorprendido por la angustia de Ananda causada debido a estas
noticias. Le preguntó a Ananda, “¿Qué esperaba? ¿No enseñaba el Dharma que nada
duró para siempre y que siempre había separación de toda cosa y persona
queridas? ¿Imaginaba Ananda que Sariputta hubiera llevado las enseñanzas
consigo, o que el código de virtud y la práctica de meditación se hubieran
alejado de la sangha?” “No, maestro,” protestó Ananda. “Sólo estaba recordando
la generosidad de Sariputta, y como les había enriquecido y apoyado a todos con
sus exposiciones del Dharma, y le partió el corazón al ver el cuenco y túnica
de Sariputta traídos cuando les informaron de sus muertes.” Otra vez el Buda le dijo, “Que cada uno de
ustedes sea una isla, haciéndose y nadie más su propio refugio; cada uno de
ustedes debería hacer el Dharma su isla, el Dharma y nadie más su refugio.”
Sin embargo, a pesar de expresar su alegría sobre el hecho de que los
dos discípulos ya hubieran logrado el Paranirvana, su liberación suprema del
mundo de samsara, se percibe cierta tristeza en este período final del buda. Ninguno
de su círculo íntimo de discípulos ya se quedaba menos Ananda. Aunque los
textos intentan disfrazarlo, ya no había más las reuniones grandes de gente, ni
las cenas alegres con sus amigos. En vez de esto, se quedaron dos viejos
hombres, Buda y Ananda, caminando solos en el camino de la vida, experimentando
cansancio de sobrevivencia y la pérdida de queridos compañeros, lo que
constituye la verdadera tragedia de la vejez.
Se sugieren los textos que el Buda se sentía despojado. Días antes,
mientras visitaban algunos templos, el Buda dio a entender que fue posible para
una persona plenamente iluminada como él mismo que se quedara viviendo hasta el
final de esta era histórica, si deseaba. Si en este momento, Ananda le hubiera
implorado al Buda quedarse en el mundo, por compasión a los demás quienes le
necesitaban su guía, el Buda habría continuaba viviendo. Lamentablemente,
Ananda no captaba lo que el Buda estaba sugiriendo, y por tanto, no le pidió al
Buda que se quedara con el Sangha hasta
el final de esta era histórica. En cambio, cuando el Buda soltó una indirecta,
Ananda no vio su significado, hizo una réplica cortés, y se fue a sentarse a la
base de un árbol cercano.
Puede ser que el Buda estaba guardaba un deseo pasajero por un
compañero quien le hubiera entendido mejor lo que estaba experimentando en esta
última fase de su vida, sintiendo la fuerza vital disminuirse, puesto que justo
en este momento, Mara, su yo sombre, apareció en su consciencia, diciéndole,
“Pues, ¿por qué el Tathagata no debería lograr el Paranirvana ahora mismo? ¿Por
qué continuar? Merecía un Descanso final; no había ningún sentido en seguir
batallando.” Pero por una última vez el Buda rechazó a Mara. No entraría en la
dicha final de Nirvana hasta que su misión se hubiera terminado y estuviera
seguro de que el Sangha pudiera continuar sin él, firmemente establecida. Al mismo tiempo, sabía que sería muy pronto
esto, porque en tres meses, entraría en Paranirvana. Las sutras nos cuentan que
fue en este momento que el Buda consciente y deliberadamente abandonó sus ganas
de vivir. Fue una decision que reverberaba por todo el universo. Se sacudió el
mundo con terremotos y se oía un solemne golpe de tambores comenzar en el cielo.
Ya el Buda, en vez de quedarse, estaba listo a despedirse de su sangha. Se
reunió a todos los que estaban cerca, diciéndoles, “Les he enseñado sólo las
cosas que he experimentado directamente yo mismo. Ya deberían hacer el Dharma
una realidad por sí mismos, haciéndolo algo vivo, directo. Sobre todo, deben
vivir sirviendo a los demás. Nirvana no es solo un premio para uno mismo, sino
es para beneficiar a todo el mundo, para su felicidad y bienestar.”
Luego, el Buda y Ananda caminaban el pueblo de Pava, quedándose en una
arboleda perteneciendo a Cunda, un hijo de un orfebre. Reverenciando al Buda,
Cunda le invitó a cenar en su casa, donde le sirvió “sukaramaddava” (un tipo de
champiñón comido por cerdos, por tanto, “setas porcinas”). De todos modos, el
Buda insistió en comer el sukaramaddava, diciendo a los monjes que comieran la
otra comida en la mesa, sin tocar los champiñones. Cuando el Buda terminó de
comer, ordenó a Cunda que enterrara el sukaramaddava que se quedaba, puesto que
nadie debería comerla, ni los dioses, porque no podrían digerirla. Se sugiere
que el Buda se dio cuenta que el sukaramaddava fue venenoso. Aquella misma
noche, el Buda vomitó sangre y experimentó dolores violentos. Luego, el Buda
pidió que nadie culpara ni castigara a Cunda por lo que pasó, que le había sido
un gran mérito regalar la última cena aportada al Buda antes de lograr su
Paranirvana. A pesar de estar enfermó, superó el dolor, y acudió el próximo día
con Ananda a Kusinara.
Al cruzar un río, se sentaron en una arboleda al lado del camino. El Buda ya estaba experimentando mucho dolor. Se acostó al pie de los árboles, y de repente flores comenzaron a caer sus pétalos sobre él, a pesar de que no era la temporada de flores. El lugar se había llenado de dioses, dijo el Buda, para ser testigos de su triunfo final. Pero lo que le complació todavía más fue la fidelidad de sus seguidores al Dharma.
Ya muriendo, el Buda dio instrucciones sobre cómo
deberían manejar su funeral. Sus cenizas deberían estar tratados igual a los de
un gran rey, no como los reyes mundanos basados en el poder de agresión,
coerción, y fuerza represiva, sino un rey de paz, aceptación, compasión, y
Verdad, haciendo a la gente ser feliz y tranquila.
Oyendo los
arreglos del funeral fue demasiado doloroso para Ananda. Aunque Ananda
comprendía intelectualmente el Budismo, todavía no era un gran yogui iluminado
con experiencia directa de la verdad. No podía aceptar que todo era transitorio
y pronto desaparecería. Después de escuchar las instrucciones dadas por el
Buda, Ananda dejó la cama de Buda para escaparse a otra choza en la arboleda.
Durante un largo rato lloraba, apoyando su cabeza contra el lintel de la
puerta, pensando, “Soy un fracaso, no he logrado la vida sagrada; mi misión es
incumplida. Mi maestro está al punto de lograr Paranirvana – mi maestro
compasivo siempre tratándome con benevolencia.”
Cuando el Buda se enteró de las lágrimas de
Ananda, le pidió que regresara a su cama. Luego le dijo, “Ya no llores. ¿No
recuerdas que siempre he dicho que todo es impermanente, y que la separación es
la ley de vida?” Luego Buda le confortó diciendo “Ananda, por años me has
servido con amor constante y bondad. Me has cuidado mis necesidades físicas, me
has apoyado con tus palabras y pensamientos. Has hecho todo para ayudarme,
felizmente, con todo tu corazón. Has ganado mérito, Ananda. Sigue practicando,
Ananda, y pronto lograrás liberación también.”
Pero Ananda
le imploró, “Maestro, no puedes irte a tu Descanso Final en este pueblucho, con
sus chozas de lodo; en esta aldea remota dentro de la selva, este lugar
atrasado.” Entonces el Buda le dijo, “Ananda, quizás estás pensando que el
Maestro ya es una cosa del pasado; que ya no tienen más un maestro. Pero no es
como debes entenderlo. Deja el Dharma y la Disciplina que te he enseñado ser tu
maestro cuando ya haya ido.” Luego, se dirigió a los otros monjes, recordándoles
otra vez, “Todas las cosas individuales se van. Busquen su liberación con
diligencia.”
Dado esta
última enseñanza a sus seguidores, el Buda entró en coma. Algunos de los monjes
lloraban, la tierra sacudió, los dioses regocijaron. En este momento, el Buda
experimentó una extinción que era a la vez, paradójicamente, el estado supremo
de existencia y la meta final de la humanidad:
Como
una flama extinguida por el viento
Se
va al descanso que no se puede definir,
Así
la persona liberada del egoísmo
Se
va al descanso que no se puede definir.
Se
fue más allá de toda apariencia –
Se
fue más allá del poder de palabras.
Bibliografía
Armstrong, Karen. (2001). Buddha.
Penguin Books.
LES AGRADEZCO POR SU APOYO
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