KENSHO/SATORI
Charla Dharma 10/MAYO/2015
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
¡Feliz día de la madre!
Ser mamá no es llevar un bebé en la panza 9 meses,
es llevarlo pegadito al corazón toda la vida.
¿Qué era tu cara antes del nacimiento de tu mamá? Esta frase es un ejemplo de koan, un
acertijo que no se resuelve con la razón. Cualquier respuesta basada en ideas,
conceptos, palabras, o creencias es una equivocación. Frente a lo imposible de
la mente chica responder adecuadamente, se rinde al “No sé”. Este fracaso de la
mente chica es el vehículo para experimentar nuestra verdadera identidad. Buda
es “no sé” y tú eres Buda. Al entender esto, comenzamos a cultivar su
significado. En nuestro linaje se refiere a este despertar inicial como
iluminación súbita. A partir de allí, comenzamos a practicar, con meditación y
atención plena, soltando nuestros pensamientos discriminativos, o sea, el ego,
para expresar con más plenitud esta naturaleza en la vida cotidiana como
nuestra función, la cual es ayudar a otros despertarse también, y así,
liberarse del sufrimiento. Momentos en
que experimentamos la verdad de esta naturaleza directamente se llama en japonés
“kensho”.
Como dice el escritor
Thomas Cleary (1997), “No hay zen sin kensho.” Es posible tener muchas experiencias de
kensho, los momentos cuando nos cae el veinte, cuando por fin comprendemos con
claridad la verdad justo frente a nosotros, la que es tan sencilla y obvia, que
nos preguntamos por qué no la habíamos captado antes. Bueno, lo que nos
obstaculiza son nuestros propios pensamientos. Por tanto, Seung Sahn siempre
decía, descubre la mente antes del pensamiento preguntándote “¿Qué soy?”. Al
investigar este hwadu, tenemos que concluir “No sé”. Es decir, no te aferres a
ningún concepto, idea, forma, o sensación. La experiencia de “No Sé”, sin nada
para definirnos, sin ninguna idea obstaculizándonos, es la mente antes del
pensar, es la mente esencial, o nuestra naturaleza búdica. El momento que
comenzamos a analizar esto, ya hemos vuelto a la mente chica y estamos otra vez
frente a la pared de obstáculos. Entonces, siempre pregúntate, “¿Qué soy?”,
experimenta el “No sé” antes del pensar, en cada momento, y así, sigues
cultivando y progresando en tu compresión de kensho. Cuando kensho llega a una
comprensión plena, completa y final de tu propia esencia, se llama “satori”, y ya no hay nada obstaculizando
tu verdadero yo, tu identificación final con tu naturaleza búdica, y lo que
comenzó como una consideración intuitiva, experimentas ya como tu realidad
constante de que “Soy Buda”.
Zen emergió en China
hace 1,500 años como un renacimiento del Budismo, el que se había caído en un
formalismo estéril por muchos años. Zen respondió a esta rigidez volviendo a la
experiencia directa de nuestra naturaleza fuera de los textos, sutras, reglas,
e intelectualismos. El hwadu de “¿Qué soy?” es un ejemplo de medio hábil que
corta toda tendencia mental obstruyendo la clara experiencia de la mente
fundamental. Como se nota, es un método de usar palabras para transcender
palabras y volver a nuestra mente fundamental. Este nuevo enfoque del zen en
aquel entonces fue difundido por los escritos del famoso sexto patriarca, quien
fundó la escuela súbita del zen hace 1,300 años. Él escribió:
Los discursos completos de todos los Budas del pasado,
presente, y futuro son inherentes en la esencia del ser humano. Si no puedes
realizar esto por tu propia cuenta, entonces necesitarás la orientación de un
maestro para verlo. En cuanto a los que ya se lo han realizado por su propia
cuenta, no necesitan buscar en otra parte.
Si insistes que un
maestro es necesario para lograr la liberación, estás equivocado. ¿Por qué?
¡Porque hay un maestro dentro de tu propia mente quien te ilumina naturalmente!
Si creas
confusión, pensamiento falso, e ilusión, hasta las enseñanzas de un maestro no
te pueden salvar.
Si cultivas la aguda
percepción de entendimiento verdadero, entonces los pensamientos falsos morirán
en seguida. Y si conoces tu propia esencia, con esta única realización llegas a
la iluminación.
Huineng está diciendo que toda la
sabiduría de todos los budas, bodhisattvas, y maestros ya es presente en
nuestra propia mente, nuestra esencia. Esto es lo que nos guía en cualquier
momento para hacer lo correcto más allá de lo bueno y lo malo, lo que implica
hacer lo que puede aliviar el sufrimiento de otros, ayudándolos a despertarse a
su esencia y liberarse del sufrimiento.
Para hacer esto, tenemos que tranquilizar la mente chica, experimentar
la calma lucidez de la mente “no sé”, y tomando en cuenta la situación, la
relación, y la función en este momento presente, actuar por el beneficio de
otros. Todos tenemos este guía adentro. Por eso, tenemos que aprender a
cultivar esta voz interior, esta brújula, para vivir en el mundo. Un maestro es
un apoyo, sugiriendo medios hábiles de cómo proceder basado en su experiencia.
Pero no podemos depender en ningún maestro o persona exterior. Tenemos que
despertarnos a nuestro maestro interior para guiar, enseñar, y protegernos.
¿Cómo hacerlo? Lo hacemos estando atentos a este momento presente, lo cual es
esencia funcionando por medio de nosotros como comprensión verdadera en
servicio al mundo. Cuando no hay obstáculos mentales, la esencia puede
funcionar naturalmente en nuestras vidas. Abriéndonos a esta sabiduría innata
es el proceso de despertar.
Así, encontramos un
tesoro inagotable que nos revela la potencia completa experimentada en la
experiencia misma. Dogen, quien trajo el zen a Japón hace 800 años, lo explica
así:
Aprender el camino de
iluminación es estudiar el yo. Estudiar el yo es olvidarse del yo. Olvidarse
del yo es ser iluminado por todas las cosas.
En zen, el yo verdadero es la
naturaleza búdica, lo que las escrituras budistas describen como nuestra “Pura,
Dichosa, y Permanente Identidad Plenamente Realizada.” Tenemos que aprender
cómo diferenciar entre el yo falso y el yo verdadero, o sea, entre el ego y la
Naturaleza Búdica. Al estudiar el yo falso, prestando atención plena a nuestros
tendencias y hábitos egoístas, podemos ver más y más claramente las ideas, las
creencias, y las acciones que nos causan sufrimiento, y así, volvernos inmunes
a sus seducciones basadas en ignorancia. En otras palabras, estamos aprendiendo
cómo soltar la vanidad y dejar ir. Estamos dejando ir nuestra pomposidad para
que nuestra verdadera cara se muestre, la cara que hemos tenido desde antes del
nacimiento de nuestros abuelos.
No se puede forzar esta
comprensión con un esfuerzo dualista de análisis, razón, y contemplación. Tiene
que surgir naturalmente dentro de nuestro corazón, es decir, desde la fuente
interior. Por esto se dice, “voltea la luz e ilumina la fuente.” Hay que buscar
adentro la solución de nuestros problemas, re-conectándonos conscientemente a
nuestra naturaleza inherente. Así, nos revela que no nos falta nada, mientras
nos damos cuenta que somos ya uno con todos los Budas del presente, pasado y
futuro, porque todos somos esta naturaleza búdica. Con la mente liberada de sus
pensamientos discriminativos, se le refleja todo, como un espejo gigantesco
reflejando todo el universo justo como es, sin distorsión. El cielo es azul, la
yerba es verde, los peces del estanque son dorados. Todo es como es. Cuando
tristeza surge, hay sólo tristeza. Cuando frustración surge, hay sólo
frustración. Sin añadir nada, sin
historias o justificaciones, sin memorias del pasado, sin distorsiones, ni
apegos, ni proyecciones, descubrimos que estos mismos estados emocionales revelan
Esencia, nuestro verdadero ser, lo cual se puede experimentar como la “¡Ahá!”
de kensho al descubrir lo que siempre estaba presente. Con práctica y cultivo
suficientes, por fin llegará el despertar final, el de satori.
A
pesar de que el canon de textos zen es el más voluminoso de todos los cánones
de textos budistas, no hay un curso estándar de práctica, ni un texto, ritual,
o dogma fijos para seguir. La regla es simplemente “despertar”. El maestro
puede utilizar cualquier medio hábil a su disposición, sean koan, hwadu,
mantra, retiros, ceremonias, talleres, limpieza de baños, gritos de “¡Katz!”,
golpes del palo zen, o incluso psicología, cuentos, y Charlas Dharma. En todo
caso, su objetivo es despertarte a tu verdadera esencia, para que experimentes
aquí y ahora el satori final que afirma sin duda, “Soy eso, soy Buda.”
Obras Citadas
Cleary, Thomas. (1997). Kensho: The Heart of Zen. Shambhala:
Boston, pp. vii-xiii.
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