UN PEZ CON SED
Charla Dharma 27/SEP/2015
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
“Este mismo lugar es la Tierra del Loto; este
mismo cuerpo el Buda. Qué triste
que la gente ignora la cerca,
y buscan la verdad lejos, como alguien en
medio del agua clamando por
sed; como un niño de un hogar rico errando
entre los pobres.”
Este maestro zen está diciendo que la Tierra del Loto, o sea, la
Iluminación, no se encuentra en otro lugar, ni en el futuro. Está siempre aquí
y ahora, justo frente a nosotros. De hecho, ni está adentro ni afuera de
nosotros. Este mundo cotidiano es Nirvana. Además, somos parte de esta
perfección, es decir, somos Buda. Es
como una nube cubriéndonos todo. Pero la nube es transparente, por eso, no se
ve. Seguimos actuando de una forma negativa, creando nuestro propio
sufrimiento, un infierno de remordimiento y aislamiento, negando nuestra propia
Esencia, la perfección de nuestra propia naturaleza. Pero no es que somos
malos, es simplemente ignorancia que nos mantiene en la oscuridad. Siempre es
posible despertarnos de esta ilusión, este auto-engaño, y despertarnos a la
verdad, la luz de comprensión que no necesitamos seguir buscándolo en otro
lado. Ya está. Ya somos lo que buscamos. Y esta verdad nos libera.
Pero sí Nirvana está aquí y somos todos Buda, ¿por qué no nos
damos cuenta?
El Buddha mismo explica que “Todos los seres son el
Tathagata…simplemente sus engaños y apegos les obstaculizan en darse cuenta del
hecho.” Buddha está diciendo que a pesar de nuestra verdadera naturaleza estar
presente, las tendencias de la mente chica, los pensamientos dualistas y
discriminativos, nos distraen, creando mundos imaginarios no basados en la
realidad, sino en lo que queremos o no queremos. Y así sufrimos. Cuando por fin
podemos ver las cosas como son, antes del pensar erróneo, en el mismo instante,
somos libres.
Por ejemplo, el otro día un amigo confesó su frustración ante el
hecho de que la persona en la que se había enamorado, no podía corresponder su
amor con hechos concretos. Tenemos en inglés un dicho que dice, “las acciones
hablan más fuertes que las palabras.” A pesar de que su novia había dicho que
iba a dejar su pareja para estar con él, nunca hizo nada concreto para mostrar
su sinceridad y compromiso a una nueva vida con mi amigo. Cuando por fin mi
amigo se dio cuenta de la realidad, podía ya dejar ir su ilusión de una vida
mejor en el futuro, y simplemente considerar con claridad como quería proceder
en el presente. Si no le conviene mantener una relación insatisfactoria, pues,
hay que terminarla, cortándola por completo y siguiendo a vivir su vida en el
aquí y ahora. Aunque le dolió la separación, no fue necesario sufrir año tras
año por algo que nunca iba a pasar. Dolor es inevitable en la vida, sufrimiento
es opcional. Al experimentar nuestro dolor en el presente, la verdad puede
revelarse en lo que debemos hacer o no hacer aquí y ahora. La verdad es nuestra
Esencia, y la Esencia es confiable. Vivir tu verdad, sin vergüenza ni mentira,
es vivir libre y sin obstáculo. La cualidad de vivir la verdad, vivir desde
nuestro corazón, nuestro centro, siempre está acompañado con un sentido de
bienestar, calma, y ecuanimidad. Cuando nos aferramos a una idea, y esta idea
nos genera agitación mental, somos prisioneros de nuestras creencias e ideas.
Volver a lo esencial antes del pensar, el “No sé”, o el no pensar de no mente,
es despertar a nuestra verdadera Esencia.
Vivir en el aquí y ahora es vivir en intimidad humana con
Esencia, identificándonos con lo que nunca nace y nunca muere. Intimidad es un
sinónimo por “kensho”, lo que significa que estamos experimentando directamente
y conscientemente nuestra naturaleza verdadera. En los textos zen, a veces se
lee que un monje se volvió iluminado. Otras veces se lee que el monje se volvió
íntimo. Los dos términos, iluminado e íntimo, son lo mismo. Ser íntimo con el mundo, con las rocas, con
las plantas, con los animales y otros seres humanos, es experimentar todo sin
preocupación de yo, mí, mío. Es simplemente experimentar la realidad de este
momento sin discriminación, sin opinión, sin juicio, sin obstáculo mental.
Cuando el Papa, visitando Nueva York esta semana pasada, paró su procesión en
la calle para recibir una carta de una niña de 8 años pidiéndole ayuda por sus padres
indocumentados, el Papa demostró intimidad. No se aferró a su estatus como
líder mundial. Simplemente respondió a una niña buscando su ayuda. Y en el
mismo instante, todos nosotros testigos de este evento, nos volvimos íntimos
con el Papa, viéndole como uno de nosotros, como un ser sencillo, con los
mismos problemas, desafíos, y preocupaciones, tomando el momento de ser uno de
nosotros, y cuidar la niña y niño dentro de todos. Esto es ser íntimo, cuando
nos identificamos con el otro, cuando nos vemos en el otro, y no hay barrera.
Lo mismo es posible con todo. Estamos aprendiendo como identificarnos con el
otro, con el indocumentado, con el desamparado, con el pobre, el enfermo, con
los homosexuales que buscan matrimonio, con el oso blanco buscando comida en
una capa polar desapareciendo por calentamiento global, con el drogadicto
perdido en un sótano, solo, desesperado, frío. Somos este mundo. Pero cuando
vivimos egoístamente, creamos pobreza, exterminamos los judíos, tiramos bombas
sobre inocentes, nos tratamos como objetos, degradándonos, negándonos nuestra
divinidad. En cambio, cuando vivimos la verdad de nuestra budeidad, somos el
Papa abrazando una niña, un empleado de MacDonald’s saliendo desde su puesto detrás
del mostrador para ayudar a un parapléjico cortar su comida a su mesa. Queremos
ser estos héroes desconocidos, porque ellos demuestran lo que siempre reside
justo aquí en todos nosotros, aunque no siempre actuamos en estos impulsos
benevolentes. Pero estamos aprendiendo de superar nuestra ignorancia para ser
lo que somos, Buda, Jesús, Mohamed, María, y el Papa. Cuando actuamos como
ellos harían, somos íntimos con ellos, somos uno con ellos, y así el mundo nos
confirma nuestra divinidad.
Bibliografía
Aitken, Robert. (1984).
The Mind of Clover. North Point Press: New York.
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