SAIGYO EN EL
BARCO DE TRANSMITIR
Charla Dharma 10/ABR/2016
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
Saigyo, un poeta haiku del siglo 12 y sacerdote
budista de Japón, viajaba con su discípulo, Saio. Cada mañana saldrían al amanecer
y al atardecer, se detendrían en una posada o un templo o la casa de un
granjero o la casa de un poeta y pasar la noche. Cuando no había ningún lugar
cercano dormían al aire libre bajo las estrellas.
Los dos viajeros llegaron al río Tenryu y abordaron el
barco para cruzar. Justo cuando estaban a punto de salir, un samurai llegó
corriendo, gritando, "¡Alto! ¡Espere!"
El barquero se inclinó ante el samurai. "Como
usted puede ver, el barco ya está lleno", dijo muy humildemente. "¿Podría
esperar al siguiente, por favor?"
"¡Imposible!", rugió el samurai. "¿Yo
espero? ¡Nunca! Que otra persona baje del barco. ¡Eh, tú!,” le gritó a Saigyo. "¡Bájate!"
Saigyo simplemente seguía sentado allí mirando hacia
el agua. Era como si no hubiera oído el orden en absoluto. Entonces, el samurai
embistió a Saigyo y lo golpeó en la frente con un gran abanico plegado. La
sangre brotó de la corte, pero Saigyo parecía inamovible. Saio, sabiendo lo
fuerte que era su amo y además que Saigyo una vez había sido él mismo un
samurai famoso, se sentó a la espera de que en cualquier momento ya, Saigyo sin
duda se levantaría para tirar este samurái al agua. Pero Saigyo no hizo por el
estilo. En su lugar, simplemente se levantó y se bajó del barco en silencio,
seguido por el infeliz y decepcionado Saio. Con una cara de desprecio
triunfante el samurai subió a bordo y el barco partió de la orilla.
"¿Por qué no dijo nada cuando le trató de esa
manera?", preguntó Saio. "¿No está enojado con él?"
"No", respondió Saigyo.
"¿Pero por qué?" exigió Saio en frustración.
"Soy un monje," respondió Saigyo.
"Pero usted puede tumbar tres o cuatro de
él", dijo Saio.
"No seas tonto," dijo Saigyo. "¿Qué
probaría eso?"
"Pero yo estaba tan decepcionado", exclamó Saio,
al punto de lágrimas. "Todo el mundo se reía de nosotros."
"¿Debo ser tonto sólo porque otros son?"
"Entonces eres un cobarde," pronunció Saio.
"¡En serio, no digas disparates! Los monjes tienen que
soportar tales tonterías. De esta manera estoy determinado a entrenarme a mí
mismo", dijo Saigyo. "Si no puedes hacerlo sólo dime y me marcho
solo."
"Cualquiera diría que se debe vencer a un tipo
tan intolerable", insistió Saio.
El maestro guardó silencio. Cuando llegó el primer
barco, se lo embarcó. Saio no lo hizo. "Adiós Saio," dijo el maestro
mientras agitaba la mano en despedida de su discípulo. Poco a poco el barco
salió de la orilla.
Saio lo dejó ir sin decir una palabra. Le tomó mucho
tiempo antes de darse cuenta de su error y se arrepintió de separarse de su
amo.
El maestro, Saigyo, continuó su viaje. Se sentía como
si no tuviera nada que temer en este mundo. (Martin, 1995:38-40)
Esta historia nos enseña la
práctica zen en la vida cotidiana basada en nuestra mente no nacida, o sea,
nuestra esencia búdica. No es algo esotérico ni misterioso: es simplemente dedicarnos
a nuestras actividades cotidianas con plena atención y sin permitir que
nuestros actos se contaminen por la ira ni por otras emociones negativas. Como
el maestro zen japonés, Bankei, del siglo 17 nos explica:
Si realizas todas tus tareas con toda tu energía,
estás cultivando la mente no nacida. Si cuando estás cavando en el campo hablas
con la gente a la vez que cavas, entonces estás cavando mientras hablas y estás
hablando mientras cavas. Pero si cavas con ira, tu trabajo se vuelve malvado,
merecedor de castigo en el infierno, y tu trabajo es laborioso y doloroso. Si
cavas sin las nubes de la ira ni otras contaminaciones (kleshas de codicia,
ira, y engaño), tu trabajo será agradable y fácil. Se convierte en un trabajo
de la mente búdica no nacida, inmóvil. (Hodge,
2004:128)
Lo que Bankei está diciendo es
que nuestro trabajo espiritual consiste en vivir la vida cotidiana en la mente
búdica, lo que él llama la mente no nacida, la que es pura y libre de
contaminantes. Cuando eliminamos los estados mentales negativos, nos ponemos en
relación más estrecha con ella. Bankei explica que se puede elegir el modo de
obrar o reaccionar a una situación. El solía decir que nos enfadamos porque
elegimos a enfadarnos, aunque nos parece que otros nos enfadaran. De hecho, nos
enfadamos por nuestra creencia equivocada y egocéntrica de que tenemos que
cuidar de nuestros “número uno”, de nuestro ego precioso o sentido del yo. Las
emociones fuertes de ira, codicia, lujuria, envidia, miedo, y frustración
surgen de la ignorancia y están al acecho cerca de la superficie de la
consciencia, dispuestas a irrumpir cuando se lo consentimos. Para superarlas, Bankei
sugiere que se aplique la visión clara, es decir, entender que estos estados
emocionales negativos no son realmente nosotros. Somos la mente búdica
primordial, la mente no nacida. Lo que es una ilusión es ese ego precioso que
creemos que tenemos que proteger. Según Bankei, elegir vivir simplemente 30
días con plena atención a lo que estamos haciendo y a evitar los estados
emocionales negativos, llegaremos a vivir para siempre así de manera espontánea
y nos sentiremos siempre extraordinariamente bien.
Pero no estamos diciendo
ignorar ni suprimir las emociones. Las emociones en sí no son buenas ni malas,
simplemente son lo que son, reacciones físicas basadas en ideas mentales. Tienen su función con cualquier fenómeno del
universo. Las emociones nos alertan a algo que necesita nuestra atención para
responder adecuadamente a la situación presentándose, como una amenaza exterior,
o para soltar una ilusión del ego. Hace poco leí en Facebook una cita de la
sangha hermana en Nueva York, la cual se llama ZEÑ: Zen en Español, sobre el
valor del enojo y como se vuelve un problema sólo cuando lo ignoramos o lo suprimimos:
Sentirse enojados no es un problema. Sentirse enojados con respecto a ilusiones que no lo merecen, o no sentirse enojados en relación a realidades que demandan acción inmediata, sí es un problema.
Si estás estudiando con un maestro que siempre está
feliz y que te está enseñando a suprimir sentirte enojado para poder ser un bodhisattva
burbujeante y compasivo, por favor, por tu propio bien, deja a ese maestro.
Encuentra a alguien que, en lugar, te rete y te ayude a aclararte a ti mismo
con respecto a cuál es el uso correcto del sentir enojo.
Es decir, el enojo en sí es
simplemente una emoción, ni buena ni mala. Tiene su lugar y su función
apropiada. El apego al enojo más allá del momento presente crea sufrimiento a
uno mismo, y probablemente obstaculice nuestra capacidad de responder
apropiadamente a la situación presentándose. Si un esposo está abusando a su
mujer, o una madre está abusando físicamente a su bebé, o un hombre está
violando a una mujer, o una persona está torturando a un animal, debemos sentir
enojo. Tenemos una obligación a responder directamente a la situación, tomar
acción, y proteger la víctima. Sería egoísta no sentir nada o negar el enojo
frente a estas situaciones. Al mismo tiempo, enojo basado en proteger a nuestro
propio ego, o para satisfacer nuestra propia codicia o lujuria, este enojo está
basado en ilusión y engaño de uno mismo, y es por medio de primero sentir el
enojo, prestar atención a ello, y aclarar lo que es el engaño o egoísmo, luego
se puede dejar ir la emoción, confiando en que no hay nada realmente allí de
sustancia. Irónicamente, es sólo cuando ignoramos nuestro propio enojo,
culpando a los demás, o fingiendo no estar enojados, que distorsiones surgen
obstaculizando nuestro bien estar y la claridad de nuestra verdadera mente
búdica.
Para mí, la forma más sencilla
para trabajar con las emociones fuertes en la práctica cotidiana es usar las
señas del triple AAA, las letras que representan Abstener, Atender, y Aprender.
Cuando percatamos las emociones fuertes surgiendo, o por síntomas físicas o por
pensamientos agitados, es el momento de abstener de actuar. Atendemos a estas
emociones fuertes con plena atención a las sensaciones en el cuerpo y la mente,
volviéndonos uno con ellas. Así que, dejamos estas emociones revelarse por lo
que son, aspectos de nuestra verdadera esencia, experimentadas como vacío,
armonía, y equilibrio. Ya tranquilos y en paz, podemos responder directamente a
la situación a nuestro alrededor con más claridad y sabiduría, lo cual sería
obstaculizado o distorsionado si solamente reaccionamos desde lo instintivo de
lo condicionado. Ya, basado en nuestra mente búdica, podemos funcionar como
expresión de nuestra naturaleza búdica. Cuando se ha atendido a la situación
por completo, se aplica el tercero paso de aprender, tomando un momento a
reflexionar como nos fue, es decir, ¿qué hemos aprendido y cómo podríamos
mejorar nuestra práctica la próxima vez que surgiera el mismo problema? Hay
siempre algo a mejorar en el cultivo gradual y continuo de nuestra práctica. Cuando
practicamos así, nuestras vidas van a mejorar y nos daremos cuenta con más y
más lucidez lo que ya somos de verdad. Como dice Bankei:
“…en lugar de intentar convertirte en Buda, prueba a
tomar el atajo y conservarte como
Buda.”
Obras citadas
Hodge, Stephen. Zen de los Maestros. Editorial EDAF, S.L.: Madrid España. 2004.
Facebook. Grupos. ZEÑ: Zen en Español, 7 de abril 21:20.
Martín,
Rafe. One Hand Clapping. Rizzoli: New York. 1995.
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