CÓMO
CRECER MIL BRAZOS DE COMPASIÓN:
Altruismo,
Empatía y Compasión
Charla Dharma 04/NOV/2018
Ven. Dr. Hyoenjin Prajna
Si
quieres que los demás sean felices, practica la compasión.
Si
quieres ser feliz, practica la compasión.
~Su
Santidad el Dalai Lama
Avalokiteshvara
es el bodhisattva de la compasión. Su nombre significa el que mira abajo desde
arriba. Puede ver todo, vigilar todo, puesto que se representa con mil brazos;
en cada mano lleva un ojo, indicando que es consciente de todo el sufrimiento
en el mundo. En coreano se llama Kwanseum, lo que significa el que oye el
llanto del mundo. Tiene incluso mil orejas, capaz de oír y responder a cada
ser. Es un símbolo de la compasión que reside en cada uno de nosotros, la que
responde a los necesitados del mundo con acción, benevolencia, y apoyo. La
compasión es una respuesta natural y apropiada al sufrimiento. Quizás creen que
sólo tienen un par de brazos, que sus capacidades de ayudar son limitadas. Pero
no es cierto. Mira a tu alrededor. ¿Cuántos brazos se ven? Si se incluyen todos
los brazos de nuestra sangha, hay muchos. Si incluimos todos los brazos de
nuestros amigos, familiares, compañeros, y practicantes espirituales, tenemos
más de mil brazos. Así que, es una ilusión pensar que hacemos solos el trabajo
de ayudar a otros. En realidad, estamos íntimamente interconectados como una
red de interdependencia. Todos nuestros pensamientos, sentimientos, y actos
afectan a todos los demás en esta red. Cuando nos abrimos a un punto de vista
más incluyente, podemos sentir la armonía y fuerza de esta red de
interconectividad.
La compasión es la que nos permite
acercarnos al sufrimiento, conocerlo, y actuar para aliviarlo. Cuando actuamos basados
en nuestra naturaleza búdica, el yo de separación desaparece, y nos reconocemos
como uno con todo. Comenzamos así a servir y amar como expresión de nuestro ser
íntegro.
El budismo enseña que la sabiduría y la
compasión son dos grandes alas de nuestra práctica. Si el equilibrio entre
ellas es insuficiente, no se puede alzar el vuelo. Compasión sin sabiduría
llega al sentimentalismo; sabiduría sin compasión llega a acciones frías,
indiferentes, y cerebrales. Sin embargo, la sabiduría que produce la compasión
es resultado de la plena comprensión de que no estamos separados unos de otros.
Se recomienda una meditación para
suscitar la compasión en la vida cotidiana mientras, por ejemplo, estás
viajando en el camión junto a un anciano o al lado de una mujer llevando a su
bebé, o cuando estás discutiendo con tu pareja, o cuando conoces a alguien
nuevo. Repite en silencio las frases siguientes para enfatizar el terreno común
entre tú y los demás, un vínculo de bondad y consideración:
Esta
persona tiene cuerpo, corazón y mente, igual que yo.
Esta
persona se preocupa y se atemoriza, igual que yo.
Esta
persona hace todo lo posible por lidiar con la vida, igual que yo.
Esta
persona es un ser humano, igual que yo.
Luego permite que
surjan en ti benévolos deseos de bienestar:
Que
esta persona tenga la fuerza y el apoyo que necesita para enfrentar las
dificultades de la vida.
Que
esta persona esté libre del sufrimiento y sus causas.
Que
esta persona esté en paz y sea feliz.
Que
esta persona sea amada.
Estas frases
pueden ayudar a vernos en los demás y ellos en nosotros. Así que cambiamos
nuestra percepción que puede crear un cambio en el corazón. Ya podemos tratar a
otros con respeto, cuidado, y consideración, porque ellos y nosotros somos uno.
Si la sociedad sufre, nosotros sufrimos. Igualmente, querer a otros es
querernos a nosotros mismos.
Altruismo es una expresión natural de
esa comprensión: el acto que surge de reconocer nuestra condición humana común.
Si me corto la mano izquierda, la mano derecha se ofrece espontáneamente a
cuidarla. Una mano abraza a la otra con amor y compasión. En la misma manera
funciona el altruismo, se actúa en beneficio a otra persona. Esto va junto con
la empatía, la capacidad de sentir como otra persona. Es un pegamento
importante para formar relaciones y redes sociales. Sin embargo, hay que tomar
en cuenta el riesgo de confundirse con el otro; especialmente susceptibles a
este riesgo las personas que trabajan ayudando a otros, como las enfermeras,
maestros, psicólogos, terapeutas y socorristas de emergencia. El sentir como
otra persona puede convertirse en una preocupación exagerada, una angustia
empática, manifestando una sobrecarga de emoción con un impacto negativo en la
salud, derivando en agotamiento, aislamiento, extenuación e incluso conductas
egoístas como explosiones de ira y rabia hacia los demás.
En cambio, empatía sana involucra un
acercamiento a la otra persona dejando a un lado tus opiniones y valores para
entrar sin prejuicios a su mundo. Así que se deja a un lado el yo sin perderse
en el otro. Siempre se puede regresar cuando lo desees. Es decir, se puede
preocupar por el sufrimiento del otro y sentir motivado a ayudarlo sin que
necesariamente se comparta sus sentimientos. La empatía nos hace sentir con la otra persona, sin
identificarse con los sentimientos del otro.
La compasión se diferencia de la
empatía en que, además de sentir las emociones del otro, uno también está
motivado a reducir el sufrimiento y promover el bienestar del otro. La
compasión nos da la capacidad de enfrentar el sufrimiento y responder con acción
para aliviarlo. Cuando nuestra conciencia responde al dolor del otro, se abre
el corazón, sintonizándose con el otro. Cuando uno está verdaderamente presente
con el otro, ubicado en su verdadero ser, fundado en la compasión, el otro lo
siente y empieza a confiar y abrirse, puesto que ya no se siente solo. Pero
allí hay otro riesgo. Cuando uno se abre el corazón con la compasión, es
probable que, como respuesta, aparezcan un dolor y sufrimiento enormes, debido
a que el dolor desea exponerse al agente curativo de la bondad amorosa. Esto es
el bodhicitta, el impulso del “corazón-mente” a despertar. Es una conexión
radical de no separación. Es amor basado en el reconocimiento profundo de que
lo que se llama ‘yo’ y lo que se llama ‘los otros’ son simplemente ideas y
hábitos mentales. Es un reconocimiento profundo de que yo y el otro no somos
diferentes en lo fundamental, sino sólo en la apariencia. El bodhicitta nos da
la oportunidad de trascender el interés propio y abrazar la compasión a todos
los seres. Esta compasión es universal, innata y esencial a nuestra existencia.
Es el fundamento de toda curación, una fuerza latente de benevolencia y
aprecio. Pero esta fuerza potencial necesita su expresión por medio de los
actos ordinarios en la vida cotidiana, ayudando a alguien, dándole a comer, vigilando
a un amigo, durmiendo sentado a su lado en el hospital, cambiando sus sábanas, o
dándole un masaje de pies. Es cuando se escucha a su corazón roto cuando se ha
separado de su pareja. A veces, escuchar muy atento en silencio es el poder más
curativo que hay.
No es suficiente conceptualizar la compasión con grandes
plegarias u oraciones, se necesitan actos concretos en la vida cotidiana. La
compasión necesita nuestros brazos, piernas y espaldas fuertes para realizarse
en el mundo. Somos el vehículo de la compasión para manifestarse en carne y
hueso. Con nuestro voto del bodhisattva, salvar a todos los seres del universo,
aprendemos poco a poco que mientras el sufrimiento siga surgiendo, siempre
habrá un ojo, una oreja, y un brazo interminable a responder a él, puesto que
somos los mil ojos, orejas, y brazos de Avalokiteshvara.
Bibliografía
Ostaseski, Frank. (2017) Las Cinco
Invitaciones. Océano: Amazon
Digital Services LLC. Edición Kindle.
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