Hay una leyendo budista acerca del gato que cuenta que un día un minino se quedó dormido sobre la túnica de Buda. Este último decidió no perturbar su apacible sueño y, para seguir con sus actividades, cortó el padazo de túnica para poder levantarse sin que el gato vierna interrumpido su descanso. Por eso, en los templos budistas de Tailandia, se dejan los gatos en todos lados dormir sobre las estatuas de Buda. [i]
CULTIVAR UNA MENTALIDAD DE NO SABER[ii]
Charla Dharma 25/NOV/2018
Ven. Dr. Hyoenjin Prajna
En
nuestra tradición de zen, practicamos cultivando la mente de no saber. Esta es
la mente calma y lúcida libre de ideas, opiniones, y prejuicios. Es una
mentalidad caracterizada por curiosidad, sorpresa, y asombro, es receptivo con
la capacidad de enfrentar todo lo que aparezca tal como es. El no saber no es
lo mismo como la ignorancia, la que suele concebirse como ausencia de
información y la inconciencia. La ignorancia significa que sabemos algo, pero
es incorrecto o es percepción equivocada. En cambio, una mentalidad de no saber
está más allá del conocimiento y el desconocimiento, más allá del saber
convencional y la ignorancia. El no saber nos abre a la mente del principiante
donde hay infinitas posibilidades, en vez de sólo una de lo habitual de la
mente condicionada. La mentalidad de no
saber es básicamente libre para descubrir lo que sea, libre de expectativas,
roles o agendas, libre de la visión estrecha y limitada. Cuando conocemos algo,
ya no puedes ver más allá de la idea que tienes del objeto. Es como tener un
dibujo de una galleta. Conocemos la galleta por haber comido galletas antes.
Pero la idea falta sabor y experiencia real. No es lo mismo como una galleta
recién cocida, con un aroma intoxicante, lista a probarse, húmedo y cálida,
invitándonos a probarlo. Si la pruebas sin expectativas, sin memorias de otras,
sin comparaciones, entonces la experiencia es única, y se hace uno con la
galleta, y la galleta se revela justo en este momento. Así que la experiencia
directa de la galleta se vuele única, fresca, y reveladora.
Es lo mismo con la vida cotidiana. Problemas
surgen todo el tiempo. Con nuestro hwadu “¿Qué es esto?”, cortamos todas las
ideas y nos abrimos a este momento tal como es, con una actitud de no saber,
listos a investigar lo que hay justo frente a nosotros. Lo investigamos como un
científico, con curiosidad y asombro, con una disposición pura a aprender, sin
apegarnos a una visión o resultado particular. Podemos así abordar el problema
como si nunca lo hubiéramos experimentado antes, despojándonos de ideas fijas y
dogmáticas. Nos podemos liberarnos del control egóico, y ver la vida con nuevos
ojos frescos como un bebé.
¿Han visto los niños experimentando
algo la primera vez? La tocan, la huelen, con ojos abiertos con asombro, y
probablemente lo meten en su boca para saborearla, como si quisieran hacerse
uno con el objeto. Mi gata Kiku hace esto cuando me preparo una taza de café
antes de meditar en las mañanas. Pongo la taza en la mesa baja a mi lado mientras
me siento en el piso sobre el cojín. Kiku se acerca a la taza, muy curiosa, tímidamente
oliéndola, mirándola fijamente, y por fin mete una pata delicadamente para
luego lamerla. Satisfecha su curiosidad, la abandona, se baja al piso, y se
coloca entre mis piernas cálidas para tomar una siesta durante mi sesión de
meditación. Ya está contenta.
No es tan sencilla en los retiros con
el oryoki, la comida formal dentro de los monasterios realizada con canto, campanas,
y mucha ceremonia. Se lo hace muy detallado y complicado apropósito para que la
gente pueda agudizar su atención y ser presentes. Es toda una ópera ensayada
con ofrendas al Buda, declaraciones de Dharma, y movimientos coordinados con el
resto de la sangha. Si todo sale bien, puede ser una experiencia inolvidable de
belleza y revelación. Sin embargo, hay un momento bastante difícil para muchos principiantes.
Después de comer, comienza la limpieza de los tazones. Se raspan con una
espátula para quitar cualquier resto de comida. Luego, se desinfectan con agua
hirviente, asegurando que toda partícula se ha eliminado. El agua se pasa por
los tres tazones, quedándose ya en el tercero. Allí está el agua tibia y sucia
de la limpieza esperando que se termine. Es una parte del protocolo de tomar un
sorbito del agua al declarar como sabe de ambrosia de los dioses. Hay personas
en que esto es el reto más grande de sus vidas. Se puede ver en sus ojos un
aspecto de horror y asco seguros que van a morir si toman esta agua. Obviamente
no están practicando con la mentalidad de no saber. Esta agua es sucia, y se acuerdan
a todas las aguas sucias que han conocido por todas sus vidas. De hecho, no hay
nada asquerosa allí, puesto que acaban de comer, y es agua limpia con diminutas
partículas de su propia comida recién terminada. Como maestro, las animo en el
silencio con una mirada fija indicando que deben soltar el control de sus egos
y tomar el líquido turbio en sus bocas. Con mucha determinación y valor lo
hacen. Tal vez algunos se sorprendan con la mentalidad de no saber que el agua
no sabe nada mal, aunque sospecho que uno u otro no esté libre de sus pensamientos
discriminativos de me gusta o no me gusta, te odio o no te odio. Pero por lo
menos, logran a cumplir el reto sin demasiado drama y la ceremonia llega a su
fin.
Igual a la limpieza de los tazones
durante el oryoki, estamos animados a limpiar nuestra mente condicionada. “¿Qué
es esto?” nos preguntamos frente a la vida con todos sus retos y desafíos. Cultivando
la mentalidad de no saber aprendemos a vaciar nuestra mente, limpiándola de los
restos de codicia, miedo, y distracción. Así que, cuando los tazones ya por fin
están secados, amontonados y guardados en su lugar, la mente es libre y pura,
como un gato bien contento, descansando en el regazo tibio de su verdadero amo,
el Buda de nuestro ser.
[ii] Ostaseski,
Frank. (2017) Las Cinco Invitaciones. Océano: Amazon Digital Services LLC. Edición
Kindle.
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