EL MANIFIESTO MONÁSTICO
Voto 7
“Me Comprometo a Este Momento Presente”
Venerable Dr. Hyoenjin Prajna
Charla Dharma 03/MAY/2020
Un hombre sabio dijo:
No te das cuenta de cuánto pesa tu cabello hasta que
te lo afeites.
No te das cuenta de cuánto pesan tus miedos hasta
que los liberes.
Acabo de darme cuenta de esta verdad. La semana pasada, para evitar un
viaje a la peluquería durante este tiempo de cuarentena, decidí rasurarme la
cabeza. Después, me sentí mucho alivio. Me cabeza se sentía más ligera y
fresca, perfecta para esta temporada de calor intenso. Fue tan agradable que me
pregunté ¿por qué no lo había hecho antes? Lo mismo se puede apreciar con los
miedos y preocupaciones que surgen debido a las noticias y números de muertos
que se ven cada día en las noticias. Se acumulan en nuestra cabeza, y si no nos
cuidamos bien, pueden resultar en más estrés, enojo, depresión y agobio. Es por
eso, meditamos cada día, para rasurarnos desde adentro y quitar el peso de
nuestros miedos acumulados. Así que se puede vivir más ligera en el aquí y
ahora, lo que es el tema de nuestra charla de hoy, vivir en el aquí y ahora, a
pesar de que hay siempre cosas desagradables a nuestro alrededor. Podemos
elegir soltarlas y volver a nuestro verdadero ser fundamental.
7. Me comprometo a toda una vida de apertura continua a
este momento presente, reconociendo que este camino nunca estará libre de
limitaciones.
El Buddha nos enfatiza la importancia de prestar atención al aquí y ahora,
dejando ir a todas las sensaciones que nos molesten:
"Esto, los dueños de casa, se llama el tipo de persona
que no se atormenta a sí mismo o
persigue la práctica de torturarse a sí mismo y que no atormenta a
otros ni persigue la práctica de
torturar a otros: el que, dado que no atormenta ni a sí
mismo ni a los demás, está
aquí y ahora sin hambre, extinguido, y enfriado, y permanece experimentando dicha, haciéndose sagrado." (MLD 60:56)
En esta cita, el
Buddha está dirigiéndose a los dueños de casa, o sea, los laicos y gente común
con familias, trabajos estresantes, y grandes responsabilidades empujándose a
correr por el mundo como si nuestro cabello estuviera en flamas y no hay tiempo
para nadie. Ya estamos pagando el precio por vivir así. Hemos ignorado nuestra
salud, nos hemos torturado para ganar más dinero, hemos despreciado a los demás
por competición y paranoia. El resultado es un mundo en desequilibrio. No solo
nosotros, sino además nuestras familias, nuestro país, y todos los seres en el
planeta; hemos sufrido por esta tortura autoinfligida. Sin embargo, esta
pandemia nos ha dado un descanso para reflexionar e reconsiderar lo que
queremos en esta vida. ¿Vamos a volver a la misma tortura cuando por fin esta
pandemia termine? O ¿tomaremos este tiempo para reevaluar nuestras vidas y
decidir el mundo en el que queremos vivir: un mundo de equilibrio, humanidad,
armonía, y consideración a otros seres como parte de nuestra propia familia? Requiere
que redescubrimos quienes somos. Requiere que soltamos nuestras obsesiones y
volver a un ritmo de vida más lenta, calmada y serena. Tenemos que extinguir
las flamas de nuestros fuegos interiores y enfriar nuestras pasiones y locuras
frenéticas. Si no podemos apreciar el tesoro que es este mundo en que vivimos,
entonces, vamos a perder la oportunidad de despertarnos al verdadero ser divino
interno, como se demuestra en esta siguiente historia, una parábola para
contemplar:
Un día Buddha se
disfrazó como un hombre ordinario, para caminar por el mundo y ver cómo les iba
a los practicantes. Pronto se encontró con un viejo asceta que había pasado
toda su vida adulta en grave mortificación corporal y disciplinas mentales
contundentes. El asceta había obtenido un cierto grado de claridad de sus
sentidos debido a su práctica prolongada y se dio cuenta de que el hombre que
caminaba casualmente frente a su cueva estaba completamente establecido en la
conciencia del Ser Divino interno.
Desenrollando
dolorosamente su cuerpo de su postura rígida, el asceta se inclinó ante Buddha
y dijo: ¡Gran Sabio! Percibo que usted es un maestro iluminado. Por favor, dígame,
honorable señor, cuánto tiempo me llevará antes de realizar mi ser divino
interno?
Buddha sonrió
cálidamente y riendo respondió: ¡Lo estás haciendo bien! A tu ritmo actual de
progreso, te realizarás tu ser divino interior con solo una vida más de
esfuerzo similar.
El asceta,
aterrorizado, en estado de shock, gritó: ¿Otra vida de este horror? ¿Cómo puedo
soportar este aburrimiento? ¡Esta agonía, este dolor por otro día, y mucho
menos otra vida! ¡Que horrible! ¡Me has chingado este día! ¡Lárgate, impostor!
Nunca creería a uno como tú.
Buddha le sonrió
amorosamente y siguió caminando, y pronto se encontró con una idiota
chapoteando en el río, riendo y cantando. La actividad principal de esta mujer
todos los días era exclamar, ¡Buddha! ¡Cuánto amo a Buddha! ¡Buddha! ¡Amo a Buddha!
¡Buddha!
Esta tonta nunca
tuvo el más mínimo cuidado de sus necesidades físicas, nunca le importó si
estuviera alimentada, vestida, alojada. Nunca
se dio cuenta de si estaba limpia o sucia, caliente o fría, mojada o seca. Ella
podría haber estado encerrada en un manicomio en nuestra era moderna, pero en aquellos
días, la gente veía que ella era inofensiva y por lo tanto la toleraba y
ocasionalmente le daba un pedazo de pan o algunas frutas o verduras viejas y
medio podridas para comer. Esta idiota se sintió atraída por el resplandor de
este guapo extraño, salió del agua, se inclinó delante de él y dijo: ¡Qué
maravilloso! Buddha me ha enviado un Gran Sabio. Me he estado divirtiendo hace
tanto tiempo que casi había olvidado que tenía un objetivo. Comencé mi búsqueda
para encontrar mi ser divino interno hace mucho tiempo pero últimamente me he
distraído por esta alegría constante que brota por dentro. Al verle ahora me
recordó de mi viaje y me preguntaba si podría decirme ¿cuánto tiempo pasará
antes de realizar mi ser divino interno?
Buddha sonrió
cálidamente y riendo respondió: ¡Lo estás haciendo bien! A tu ritmo actual de
progreso, realizarás tu ser divino internos con solo setenta vidas más de
esfuerzo similar.
¡Setenta vidas de
esfuerzo similar! gritó la idiota con perfecta alegría. ¡Qué maravilloso! Qué
bendición perfecta me ha otorgado hoy!
La idiota estaba
tan llena de alegría ante la perspectiva de otras setenta vidas de dicha, que
la última duda huyó de su mente; su última pregunta se esfumó en la alegría que
era su vida; su ignorancia era irrevocablemente aplastada; así que ella despertó
y alcanzó el más alto estado de iluminación al instante.
Esta
parábola demuestra lo importante es vivir el presente como el más perfecto
momento de nuestras vidas. Cuando estamos torturándonos, como el asceta en la
historia, atándonos adentro con nudos de ansiedad y obsesiones, la vida puede
volverse demasiado pesada. Si vivimos esperando el momento perfecto en un
futuro, cuando todas las condiciones vayan a ser adecuadas para hacernos
felices, entonces experimentamos la vida como inaguantable y una pesadilla. En
cambio, cuando podemos vivir como la idiota, totalmente un tonto por lo divino,
despreocupados por el dinero, la ropa, el estatus, los nuevos Smartphones, casas
más grandes, carros más lujosos, cuando podemos confiar en el universo, que es
bondadoso, amoroso, y compasivo, entonces la vida se vuelve perfecto en el aquí
y ahora. Hay que arriesgar todo para encontrar lo supremo. Así se despierta y
se descubre lo que siempre estaba aquí y ahora, nuestro verdadero ser interno
de paz, ecuanimidad, y dicha.
En
mi libro, El Perdón de Buddha (2019, 25:223-232), trato este tema del presente
eterno como un punto fundamental de nuestra práctica:
Comenzamos
caminando el sendero de los Buddhas con la expectativa de que hay algo en el
futuro a lograr, que nuestra salvación reside en algo que no hemos encontrado
todavía. Por tanto estamos convencidos de que mañana será mejor que hoy. La
verdad es que mañana no existe más allá de una idea hoy. El tiempo es una
ilusión. De hecho, no hay más que este momento presente aquí y ahora. No hay
salvación ubicada en el mañana. No hay un punto en el futuro para alcanzar en
el que todo ya está resuelto, porque el punto es sólo ahora. Este momento
presente es el único punto real, y ya lo has logrado. Es sólo que no te das
cuento de ello…Se percata que hay algo justo aquí en el cual no hay ninguna
necesidad de mejorarlo. Vivir plenamente consciente en esta forma es vivir como
Buddha. Se descubre que no es necesario esperar algo mejor en el futuro: lo
mejor ya es presente, no hay nada más, no se puede perfeccionarlo más, ya es
perfecto…Si sueltas tu apego mental a las ideas, comparaciones y críticas de
las experiencias, si puedes fluir con todo de una forma sencilla y natural, se
descubre algo maravilloso, que la felicidad siempre es presente y accesible. Al
redirigir la luz de su consciencia adentro, dejando atrás su enfoque en cosas
exteriores y limitadas, se encuentra algo perfecto, eterno, y constante…La
naturaleza de la mente es luminosa. Más que prestas atenciones a ella, más la
mente brilla. Nuestras mentes son luz y amor. Todo es esta luz, no hay dos.
Esta luz actúa en el mundo como amor. Aunque todo cambia, es vacío de un yo
permanente, al mismo tiempo no se necesita aferrarse a este vacío, y no se
necesita protegerlo tampoco, puesto que no hay nadie haciendo nada, todo simplemente
ocurre en sí sin alguien creándolo. Y
esto te libera de preocupación, descontento, y agitación mental. Las kleshas de
codicia, aversión y delirio se transforman en amor, compasión y sabiduría, y se
da cuento de una alegría profunda de ecuanimidad y equilibrio sin dependencia
en ninguna cosa ni sensación, mientras que toda cosa y sensación revela la
Verdad de lo Eterno.
Bibliografía
Prajna, Hyoenjin. (2019) El Perdón de Buddha. “El Presente es eterno.” Capítulo 25.
Prajna, Hyoenjin. (2019) El Perdón de Buddha. “El Presente es eterno.” Capítulo 25.
Createmybooks, self publishing: Guadalajara: México.
The Middle Length Discourses (MLD) of the Buddha. (2009). Cuarta Edición. Traducido por
Majjhima Nikaya. Wisdom
Publications: Boston, Mass.
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