Me
pregunto ¿cuándo pasará?
Charla
Dharma 23/ABR/2020
Sacerdote Novicio Minmei
Bhava
Durante este confinamiento por esta pandemia que nos observa muy de
cerca, nos hemos
dado cuenta de una gran constante “La impaciencia” mucha gente comenta
con gran
agobio
¿Cuándo pasará todo esto? ¡Qué ya pase pronto por favor!
A lo largo de nuestra vida continuamente experimentamos la
impaciencia, estamos
condicionados desde pequeños a resultados inmediatos, cuando nos
exponemos a
situaciones en los que significa enfrentar la demora, nos enganchamos
a la molestia y al
enojo. A lo largo de la historia hemos tenido que acelerar varios
procesos gracias a la
demanda colectiva, le exigimos demasiado a nuestra madre tierra,
siempre anhelando ver
y tener las flores que nos gustan, comer siempre frutos y verduras
preferidas aunque
estas estén fuera de temporada, la búsqueda de provecho desmedido y
satisfacer
nuestros deseos. Al final, todo disponible para la venta.
Cuando enfrentamos la enfermedad pasa de igual forma y queremos que
todo pase
rápido, es muy incómodo sentirse mal físicamente y cuando la
enfermedad se extiende
más allá de lo previsto esto nos produce una enorme frustración
acompañada de estrés y
otra fila muy larga de sufrimiento. Recuerdo la enfermedad de un
familiar que cursaba un
cáncer de pulmón, a pesar de los cuidados en el hospital decidió
regresar a casa para
pasar sus últimos días, cada día le significó a todos un gran desafío,
las emociones se
desbordaban y el corazón de todos ardía en carne viva, lo que de
pronto se comentaba
era:
-Por favor, que ya termine esto pronto, que ya termine su sufrimiento
y el nuestro
también. Aunque de alguna forma nos aterraba a que llegara ese
momento…
La impaciencia es la actitud de anticiparse a las situaciones de forma
acelerada, no
otorgando a los sucesos la posibilidad de realizarse en su curso
natural.
En cuestión de nuestra practica espiritual muchas veces preferimos
cambiar de opción,
antes de tener la paciencia, rendirnos antes que esforzarnos, sobre
todo si los frutos
necesitan tiempo para madurar.
Hay una enseñanza de buda que nos empapa con el agua del dharma en
este tema:
Buda y sus discípulos decidieron emprender un viaje durante el
que atravesarían diversos
territorios y ciudades. Un día en el que el sol brillaba con todo su
esplendor, divisaron a
los lejos un lago y se detuvieron, asediados por la sed.
Al llegar, Buda se dirigió a su discípulo más joven e impaciente:
-Tengo sed. ¿Puedes traerme un poco de agua de ese lago?
El discípulo fue hasta el lago, pero cuando llegó observó que un
carro de bueyes
comenzaba a atravesarlo y el agua, poco a poco, se volvía turbia. Tras
esta situación, el
discípulo pensó «No puedo darle al maestro esta agua fangosa para
beber». Por lo que
regresó y le dijo a Buda:
-El agua está muy fangosa. No creo que podamos beberla.
Pasado un tiempo, aproximadamente media hora, Buda volvió a pedir
al discípulo que
fuera hasta el lago y le trajera un poco de agua para beber. El
discípulo así lo hizo. Sin
embargo, el agua seguía sucia. Regresó y con un tono concluyente
informó a Buda de la
situación:
-El agua de ese lago no se puede beber, será mejor que caminemos hasta
el pueblo para
que sus habitantes nos den de beber.
Buda no le respondió, pero tampoco realizó ningún movimiento.
Permaneció allí. Al cabo
de un tiempo, le pidió al mismo discípulo que regresara al lago y le
trajera agua. Este,
como no quería desafiar a su maestro, fue hasta el lago; eso sí, tenía
una actitud furiosa,
ya que no comprendía porqué tenía que volver, si el agua estaba
fangosa y no se podía
beber.
Al llegar, observó que el agua para cambiado su apariencia tenía buen
aspecto y se veía
cristalina. Así, recogió un poco y se la llevó a Buda. Este miró
el agua y le dijo a su
discípulo:
-¿Qué has hecho para limpiar el agua?
El discípulo no entendía la pregunta, él no había hecho nada, era
evidente. Entonces,
Buda lo miró y le explicó:
-Esperas y la dejas ser. De esta manera, el barro se asienta por sí
solo y tienes agua
limpia. ¡Tu mente también es así! Cuando se perturba, solo tienes
que dejarla estar. Dale
un poco de tiempo. No seas impaciente. Todo lo contrario, sé paciente.
Encontrará el
equilibrio por sí misma. No tienes que hacer ningún esfuerzo para
calmarla. Todo pasará si
no te aferras.
Muchas veces en nuestra vida la acción no es la mejor opción, sobre
todo, si nace fruto de
un impulso. Porque saber esperar y tener paciencia también tienen sus
frutos.
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