Sutra
del Estrado
Clase
1
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Venerable
Dr. Hyoenjin Prajna
Charla Dharma 16/AGO/2020
El Sutra del Estrado viene
de China del siglo VIII d.C. Es uno de los sutras más importantes de la
tradición Zen del Budismo Mahayana. Se trata de la vida del sexto patriarca
Hui-neng, un campesino analfabeto quien llegó a ser el segundo patriarca más
importante después de Bodhidharma, el maestro de la India quien trajo el
Budismo de la India a China en el V siglo d.C. y cuyas enseñanzas son
consideradas el comienzo de la escuela Zen/Chan.
Las enseñanzas de
Hui-neng reflejan una tensión que surgió entre las escuelas Zen del Norte y el
Sur, lo que revela un cambio de enseñanzas basadas en la Iluminación Gradual a
nuevas enseñanzas basadas en la Iluminación Súbita. La Iluminación Gradual
implica un lento despertar basado en la intención de poco a poco convertirse en
Buda en el futuro después de muchos años de práctica. La Iluminación Súbita es
una transformación instantánea al darse cuenta de que “Ya soy Buda.” (Park,
1983:4) Aunque parecen estilos totalmente diferentes, el zen coreano incorpora la
Iluminación Súbita con el Cultivo Gradual, lo que significa que desde el
principio, al comenzar la práctica del zen, la iluminación es presente como nuestra
naturaleza esencial. Sin embargo, tenemos que cultivar continuamente esta
experiencia inicial para romper los malos hábitos mentales que la cubren. Así que seguimos cultivando esta percepción
hasta que lográramos la identificación completa con nuestra naturaleza
esencial, plenamente realizándonos como buda, o sea, la budeidad. Una vez
entendemos esto, la práctica se vuelve un cultivo continuo de nuestra
naturaleza esencial ya presente.
Este sutra comienza con
Hui-neng contando la historia de su vida a los monjes del monasterio y a varios
oficiales importantes del pueblo.
Describe cómo llegó a la Iluminación y luego da consejos de cómo deben
practicar. Cuando
era niño, su padre cayó en desgracia y fue exiliado de la corte a causa de sus
actividades políticas, lo que contribuyó a su fallecimiento. Hui-neng y su
madre se quedaron sin recursos ni apoyo, y Hui-neng tenía que vender leña para
sobrevivir con su madre. Mientras tanto, por casualidad oyó a una persona
pasando cerca de él que recitaba el Sutra del Diamante, lo que le despertó en
seguida a la verdad de su naturaleza esencial. Así que se despidió de su mamá en
busca de un maestro zen que le pudiera ayudar en cultivar su comprensión del
Dharma.
Hui-neng llegó
a un monasterio y pidió una cita con el maestro el quinto
patriarca Hung-jen, quien le puso a prueba su comprensión.
El maestro le insulta y le llama un bárbaro del sur que no tiene la capacidad
ni la cultura para lograr la budeidad. Pero Hui-neng no se desanimó, se mantuvo
tranquilo y le afirmó al maestro que, a pesar de sus diferencias físicas, toda
la gente es básicamente igual y lo mismo en su naturaleza esencial.
¿Qué significan aquí los
insultos del maestro hacia un alumno? Muchas veces es una manera de probar la
comprensión o la determinación de la persona. Mi propia experiencia en esto fue
toda una experiencia tremenda la primera vez que entré en un retiro zen. Al
conocer el maestro, le pedí que me enseñara el Budadharma porque quería lograr
la iluminación esta misma vida. Me preguntó si estaba seguro y dispuesto a
pagar el precio, y como muy ingenuo, le dije que sí. Pero de hecho, no estaba
preparado a enfrentar lo que requería.
Varias semanas antes, por
medio del internet, el maestro me había asignado la contemplación del kong-an “Mu”.
Mi frustración se aumentaba día tras día por al contemplarlo pero sin
resolverlo. Una noche, al disponerme a dormir en el salón de meditación, el
maestro bajó súbitamente la escalera desde el cuarto piso con pasos ruidosos.
Al llegar a la planta baja, desde arriba, gritó, “¿Quién está fumando crack?
Si alguien está drogándose, ¡tendrá que marcharse ahora mismo!” Luego me miró
directamente y con una voz estruendoso me preguntó, “¿Eres tú?” Me devastó su
pregunta. Aunque intentaba seguir la práctica con todo mi esfuerzo,
aparentemente, ¡el maestro estaba acusándome de fumar crack! De hecho, el olor
venía de mí, puesto que me había puesto un fuerte repelente, potencia militar
para selvas profundas, sobre me cuerpo algunos minutos antes para protegerme de
los mosquitos gigantes presentes en el salón de meditación. El fuerte olor
había llegado hasta el cuarto piso del edificio donde el maestro estaba. Me
enteré luego de que cualquier olor de perfumes está prohibido durante un
retiro. Sin embargo, me parecía que la conducta del maestro en aquel momento
era muy exagerada. Me sentí totalmente humillado. Miré arriba al maestro y le
expliqué con una tímida voz de que me había puesto un repelente hace un rato.
Por suerte, el monje principal estaba cerca de mí cuando puse el repelente y
podía confirmar al maestro que no fue una droga sino un repelente. Luego el maestro pausó un momento, y luego
gritó, "Pues, ¡dúchate y quítalo!”, con tal de que se volteó y regresó
escalera arriba a su cuarto, mientras que murmuraba a sí mismo que se puede
olerme hasta cinco kilómetros alrededor.
Me sentí muy indignado.
Me levanté para ir al baño y ducharme, pero me paré al recordar que se prohibía
bañarse a esa hora. Me volteé varias veces sin saber qué hacer cuando el monje
principal me dijo en voz baja, “Ignóralo, no pasa nada. Acuéstate.” Al meterme
en mi saco de dormir, me sentía muy molesto. Pensé: ¿Cómo puede hacerme esto?
¡Qué injusto! Toda la noche mi menta estaba agitada con ira, frustración, e
indignación. Decidí que iba a abandonar el retiro el próximo día durante el
período de limpieza, cuando todos estaban fuera del salón de meditación. Cuando
el momento llegó, guardé mi cojín en el armario y me fui para recoger mi maleta
y salir de la casa. Pero al llegar a la puerta principal, algo me retenía la
mano sobre la perilla. Una voz interior me dijo, “Quizás me equivoco. Quizás
este es mi única oportunidad para lograr la iluminación.” Decidí quedarme hasta
el final. Volví a mi lugar, guardé mi maleta, y saqué mi cojín de nuevo. No fue
nada fácil el resto del retiro. Mis meditaciones no estaban para nada
tranquilas y mi postura era fatal.
Al final del retiro, durante
la celebración de cierre, el maestro se acercó, me miró y simplemente dijo, “Me
alegro de que hayas vuelto.” Tardé varios años en entender lo que significaba
todo esto. Años después, cuando pregunté a mí maestra si aquel maestro había
sido injusto conmigo, ella me dijo, “Pues, me parece que simplemente estaba
haciendo su trabajo!” Eventualmente me di cuenta de que la conducta del maestro
fue de hecho un acto de compasión. Yo había pedido la iluminación esta misma
vida. Si iba a continuar en el retiro aquel día, tuve que soltar mi opinión, mi
ira y mi juicio hacia el maestro. Efectivamente, tuve que soltar mi ego y mi orgullo.
Aunque me sentí justificado, intuía que iba a perder una oportunidad tremenda. Tuve
que aprender que no soy estos pensamientos y sentimientos. Puedo siempre
soltarlos y volver a la dulzura quieta de nuestra esencia.
Muchas veces culpamos a
otros lo que es nuestro propio karma, nuestra propia opinión negativa que
proyectamos en los demás. Estos días hay muchos que sienten ansiedad,
preocupación, y frustración debido al coronavirus, la cuarentena y el fracaso
de muchos negocios o empleo. O simplemente se frustra con su propia falta de
progreso espiritual. La tendencia es apegarse a las ideas dualista del ego de “me
gusta” y “no me gusta.” Quizás se experimenta aburrimiento con las reuniones. U
opinas que los demás están equivocadas con sus conocimientos del Dharma. Se
proyecta este descontento afuera hacia los demás, a la sangha, a ciertos
practicantes, o al mismo maestro. Se justifica y chismea sobre sus defectos.
Pero es un gran error. El problema reside en ti mismo, en tu propia mente.
Estás proyectando lo que es tu propio karma, tu propio patrón mental. Esta
tendencia es lo que te obstaculiza. Estás atrapado en tu propia jaula de
descontento, autoengaño, frustración e ilusión. Puedes abandonar la práctica en
busca de mejores practicantes, maestros o enseñanzas, pero te llevas tu karma
contigo. Los patrones te persiguen. Hasta que tomes responsabilidad por tu propio
descontento, seguirás perdido en un interminable ciclo de insatisfacción y
sufrimiento. Pero es tu decisión. Hay muchos que comienzan la práctica
espiritual, pero pocos están dispuestos a pagar el precio. Hay que sacrificar
la mente de ideas y condicionamiento para encontrar tu verdadero ser de paz y
equilibrio. Los que van, “que te vaya bien.” Que tengan una buena vida con
muchas bendiciones. Pero para los que quedan, dense cuenta de que la práctica
es para toda la vida, que requiere disciplina y determinación. Desde el
principio eres Buda, pero es sólo mediante la vigilancia constante y el
desapego, el compromiso a soltar tu opinión junto con la habilidad de volver
una y otra vez a la mente sencilla y tranquila de nuestra esencia fundamental,
que se puede liberar del descontento y la insatisfacción de samsara. Tú
decides: culpa a otros o toma responsabilidad por tus propios estados mentales.
La iluminación final está dentro de tus propios manos.
Bibliografía
Park, Sung Bae. (1983). Buddhist Faith and Sudden Enlightenment. State University of New York
Press: Albany, N.Y.
Kohn, Michael H. (2010). The
Concise Dictionary of Buddhism and Zen. Shambhala: Boston.
Todos bienvenidos a meditar con el maestro Hyoenjin Prajna y la sangha Meditación Budista Zen todos los domingos a las 11:00 - 14:00 hrs en ZOOM.
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