FILOSOFÍA ZEN, PRÁCTICA ZEN
Capítulo 6.5. El Camino a la Acción
Charla Dharma 20/MAR/2022
Ven. Dr. Jinsim Hyoenjin
Para que una acción sea grande, no es necesario que sea grandiosa. Lo importante es el motivo detrás de la acción, y no la magnitud de la acción en sí. Si el motivo es puro, la acción es pura; si el motivo es impuro, entonces, no importa cuán grande sea la acción, sigue siendo impura.
Quizá por eso, cuando el emperador Wu-Ti le preguntó a Bodhidharma cuánto mérito había adquirido por promover el budismo a gran escala, Bodhidharma respondió: “Ningún mérito en absoluto.” Por otro lado, un pequeño acto que proviene de un corazón puro puede acumular un incalculable mérito.
El día en que el Buda Shakyamuni iba a entrar en Parinirvana, todos sus discípulos viajaron a la ciudad donde el Buda descansó con la esperanza de verlo por última vez. Monjes, monjas y laicos se reunieron de todas direcciones, muchos de ellos habían realizado largas peregrinaciones por el difícil terreno india.
Debido a que era su última oportunidad de ver al Buda, los discípulos trajeron consigo los mejores regalos que tenían para ofrecerle al Buda: comida, ropa, flores, fruta, incienso, velas, etc. Encendieron velas y quemaron inciensos, rezando para que el Buda permaneciera vivo hasta que todos llegaran.
Cuando las multitudes se reunieron alrededor del Buda, cada luz se conectó con las otras luces, de modo que al anochecer los miles de velas encendidas juntas crearon un océano de luz que disipó la oscuridad cada vez más espesa.
En el momento en que el Buda falleció, de repente el clima cambió. Una tormenta golpeó con un fuerte viento que barrió a la multitud. El viento apagó todas las velas excepto una pequeña vela muy atrás en la esquina. Esta pequeña vela permaneció encendida sin importar cuán fuerte soplara el viento.
Todas las personas lo miraron con asombro y admiración. Cuando terminó la tormenta, se descubrió que la vela pertenecía a una anciana, la cual era muy pobre. No comió ni bebió nada en todo el camino desde su casa hasta el lugar donde el Buda descansaba.
Sólo tenía una moneda pequeña en su bolsillo, y aunque tenía hambre y sed, usó su moneda para comprar una pequeña vela y ofrecérsela al Buda. Esta fue la vela que permaneció encendida durante el viento y la lluvia de la tormenta.
Para hacer el bien, no tenemos que realizar hazañas espectaculares. Así como pequeñas gotas de agua pueden llenar un balde durante un período de tiempo, las pequeñas acciones, realizadas repetidamente, pueden construir un carácter de la más alta virtud.
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