FILOSOFÍA ZEN, PRÁCTICA ZEN
Capítulo 9.3. Las Tres Metas del Zen
Charla Dharma 25/AGO/2022
Ven. Dr. Jinsim Hyoenjin
Capítulo 9.3. Las Tres Metas del Zen
Charla Dharma 25/AGO/2022
Ven. Dr. Jinsim Hyoenjin
Cuando entramos en un estado profundo de meditación, nuestra mente se vuelve maestra de todo. Agua y fuego ya no son amenazas. Mientras que hagamos una distinción entre fuego y no fuego, siempre que el fuego se acerque a nosotros, sentimos el calor y huimos.
Pero cuando, a través de la meditación profunda, pasamos más allá de tales discriminaciones, no hay miedo al calor en absoluto. Por lo tanto, en la India hay muchos yoguis que pueden sentarse a meditar bajo el sol ardiente de la India sin sentir calor, y en China y Japón hay muchos maestros Zen que pueden sentarse en meditación toda la noche durante las nevadas noches de invierno, sin sentir frío.
La imagen del monje vietnamita, el Venerable Thich Quang Duc, en la pared de nuestro centro, lo muestra sentado en meditación rodeado de llamas. El fuego consume sus túnicas y su cuerpo entero, sin embargo, el permanece tan calmado y sin moverse como una roca. Su estado mental interior se describe mejor en el poema de un viejo maestro chino Zen:
Por la tranquilidad de zazen, montañas y arroyos
no son necesarios;
Cuando la mente se extingue, el fuego se siente frio por sí solo.
¿Cómo es esto posible? Por joriki, el poder de la meditación.
Hay cuatro pares de opuestos que mantienen al ser humano en esclavitud: placer y dolor, ganancia y pérdida, honor y deshonor, y alabanza y culpa. Cuando soplan estos ocho vientos mundanos, las personas se hallan atropelladas entre ellos, corriendo hacia uno de cada par y huyendo del otro.
Pero cuando la mente se encuentra en el tranquilo estado de meditación, puede mantenerse firme como una montaña, incluso cuando se somete a todo tipo de abuso.
Buda tenía un discípulo laico que a menudo descuidaba a su esposa para ir y escuchar la prédica de Buda. Esto hizo sentir a su esposa muy sola, y muy enojada. Ella estaba molesta no solo con su esposo, sino también con Buda. Ella creía que el Buda estaba usando algún poder místico para robar a su marido. Un día, después de que su esposo llegara a casa tarde la noche anterior, ella fue al Buda para decir lo que pensaba. Le gritó y abusó de él con palabras muy duras.
El Buda se sentó a escucharla en silencio, sin hablar. A los discípulos no les gustó que enfrentara al maestro con tal lenguaje y trataron de alejar a la mujer. Buda los hizo parar. La mujer continuó reprendiendo al Buda por un tiempo y después se fue sin decir adiós. Después de que se fue, los discípulos le preguntaron al Buda porque no le contestó de vuelta.
El Buda les dijo:
“Déjame preguntarles primero. Si alguien les ofreciera un regalo placentero, ¿qué harían?”
“Lo aceptaríamos, señor”
“Si alguien les ofreciera un regalo desagradable, ¿qué harían?”
“No lo aceptaríamos, señor”
“Si no lo aceptaran, ¿qué sería de él?”
“Permanecería en las manos del dueño”
El Buda continuó: “Ahora bien, eso ha sucedido con la mujer que estaba aquí. Ella me ofreció un regalo desagradable, y no lo acepté. Así que ese regalo aún permanece en sus manos”.
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