EL CUERPO ÚNICO DE BUDA
Charla Dharma 16/03/2014
Rev. Hyonjin Sunim
Vairocana: el Buda Cósmico
Los diez mil dharmas vuelven al Uno.
Entonces, ¿a dónde vuelve el Uno?
Si un hombre pobre viene pidiendote ayuda, dále lo que necesite según tus
recursos. Muéstrale gran amor y gran compasíón, considerándole como si fuera
parte de tu propio cuerpo. Esto es la caridad (dana) verdadera, el compartir
verdadero, el dar verdadero.
‘Yo’ y ‘tú,’ ‘si mismo’ y ‘otro’ no son dos, sino un cuerpo. Todos venimos
al mundo con manos vacíos, y saldremos con manos vacíos. Esto es nuestra vida.
Maestro
Zen So Sahn (Joeng, 2006)
El Budismo se
basa en el esfuerzo individual para despertarse a la esencia básica del
Universo. Luego se dedica a la ayuda de otros para que despierten también a
esta esencia. Todos tenemos esta esencia, por tanto, todos somos iguales y
todos merecemos ser felices. Budismo no es una religión enfocada en otros
mundos después de la muerte, sino en la experiencia directa de la Esencia
inherente en este mundo presente. Es un proceso de transformación desde un yo
limitado a un Si Mismo Eterno. Todo lo que nos limita está basada en ideas de
la mente chica, lo que se experimenta como deseo, frustración, e ilusión. Por
medio de la práctica del Zen, se tranforman estas mismas ideas en benevolencia,
compasión, y sabiduría.
El Zen nos da las herramientas para calmar la mente
y transformarla en la libre expresión de compasión. La práctica del Zen se basa
en el soltar de los apegos a pensamientos dualistas. Hay cuatro niveles de zen: el zen teórico, el zen
de la no-mente, y el zen de la verdad tal cual, y el zen de la verdad
simplemente así. El zen teórica es el
reconocimiento de una enseñanza fundamental del Buda-Dharma, la que todo es
vacío. El Sutra del Corazón nos explica que todo fenómeno es esencialmente
vacío, perfecto, y puro. “Los cinco
skandhas eran, como son, en su propia naturaleza, vacíos, inmaculados, y puros.”
Todo es una pureza más allá de la dualidad de puro/impuro, lo que quiere decir
que todo es la esencia eterna de la vida, la que no nace ni muere, ni existe ni
no-existe a la vez. No puede ser algo que nace puesto que es eterno y no
limitado por el nacer y morir de las cosas, lo temporal. Es puro porque no
falta nada, es completo en sí. Aunque se manifiesta como la existencia de todos
los fenómenos, siempre es libre de la condición de transitoriedad, cambio y
transformación de los fenómenos. La mente chica no puede entender este hecho
por completo. Por lo tanto, zen nos presenta con una cierta verdad en la que
tenemos que primero contemplar y considerar intelectualmente como una
posibilidad. Pero la contemplación intelectual no es lo mismo como experimentar
directamente en carne y hueso. Por eso, tenemos que pasar del plano de
enseñanzas intelectuales al plano más profundo de experiencia directa, eso del
zen de no-mente.
¿Qué es el zen de no-mente? Es la
práctica del zen en la que se tranquiliza la mente chica, soltando las ideas
dualistas, dejándonos percatar con claridad y lucidez nuestra esencia, lo que
se llama la Naturaleza Búdica. Zen nos da las herramientas para hacer esto. Nos
sentamos en un cojín, inmovilizando el cuerpo, para que la atención pueda
voltearse adentro, observando directamente las ideas y sensaciones de la mente
chica. En efecto, estamos ejerciendo lo que se dice como las diez mil cosas
volviendo al Uno, o sea, todos los fenómenos interconectados por la esencia.
Por supuesto nunca estábamos separados de esta esencia, sólo distraídos por la
infinidad de formas y sensaciones del mundo. Al mirar la actividad de la mente
desde adentro, se ven estas distracciones y hábitos mentales conectados a los
pensamientos. La tendencia normal es seguir y desarrollar cada una de estas
ideas. Tienen cierta atracción, fascinantes o repulsivas. De todos modos, la
actividad mental nos jala de una sensación a otra, una idea a otra, como un
mono saltando de una rama a otra de un árbol. Sin embargo, con la intención de
sentarnos continuamente, se observan estas tendencias de la mente chica, y por
esta atención vigilante, poco a poco, soltamos nuestra obsesión por estas ideas.
Este proceso nos deja soltar nuestro apego a las ideas fascinantes.
Naturalmente, la mente se tranquiliza, se pone más calma, mientras se sigue
observando, atento a cada momento a lo que está pasando. Eventualmente, nos
damos cuenta que lo único constante en todo este proceso es la atención en sí.
Incluso cuando estamos distraídos con las ideas mentales, siempre hay una
consciencia allí observando todo. Llegamos a entender, y experimentar más y más
directamente esta consciencia observando todo. Nuestra creencia es que esta
consciencia observador es lo que somos como individuos, separados y permanentes.
No obstante, esta misma consciencia transciende lo momentáneo con todos sus
cambios continuos. Esta consciencia es la totalidad de consciencia, la esencia.
Pero si continuamos identificándola como el observador, seguimos limitándola al
plano de dualidad, algún sujeto observando algún objeto. El salto de
comprensión viene al darse cuenta que los dos aspectos, tanto el subjeto como
el objeto, son construcciones mentales surgiendo al mismo tiempo en la mente.
Pero si los dos son sólo ideas, entonces ¿qué es esto en lo que están
surgiendo? Y allí comenzamos a explorar la consciencia en sí, la Mente cósmica
de nuestra naturaleza búdica, lo que es la Fuente de todo. Esto es volverse al
Uno. Esta unicidad se encuentra en la calma lucidez de la mente, la que no se
identifica con las ideas surgiendo en cada momento. Esta Fuente es antes,
durante, y después de cada idea. Puesto que no se ubica basado en las ideas, es
la no-mente.
Este
zen de no-mente es la percepción de la calma lúcida de lo eterno aquí y ahora en
este momento preciso. Al darnos cuenta de este no-mente, experiementamos una
transformación interior. Se entiende que somos parte de algo más importante,
constante, y eterno. Tal realización nos alivia de nuestras ansiedades de
conseguir algo o mantener algo exterior en el mundo. Ya tenemos todo lo que
necesitamos, y cualquier idea que pone enfoque en lo exterior es
insatisfactorio, lo que el Buda llamó dukka. Todos expermientamos este dukka en
nuestras vidas por nuestro apego a ideas dualistas. Pero estas ideas no tienen
la capacidad de satisfacernos. Por eso, formamos deseos por algo más con la
ilusión de que este algo más reside fuera de nosotros, lo que nos mantiene en
samsara, el reino del sufrimiento como descontento existential. Por tanto, el
Buda nos enseñó como superar este estado de descontento mediante la práctica
del Dharma revelando la plena consciencia de lo que somos de verdad.
Se encuenta ya en el nivel del zen
de la verdad tal cual. Todo es un aspecto justo aquí y ahora de esta verdad.
Todo es la Esencia de la vida. Estamos aprendiendo a apreciar e identificarnos
con esta esencia. Es como identificarnos con el cuerpo del Buda, el cuerpo
entonces del Universo en sí. El cuerpo no existe sin todas las partes, y las
partes no existen sin el cuerpo. Este cuerpo simplemente es tal cual ahora, y
somos todos partes de esto.
Aunque este nivel del zen es muy
liberador y reconfortante, no es el final de nuestra realización, el zen de simplemente así. Si nuestra realización se basa solamente
en una experiencia, resulta que no somos más que lindas estátuas de Buda
sentadas sobre la repisa. Que lindo se ve sentado allí, pero ¿para qué sirve?
Esto es la trampa de la Iluminación individual. La mente chica todavía está
disfrutando su propia liberación, dejando atrás todo el resto del mundo que
sigue sufriendo. Se llama esta tendencia “quietismo”, y ocurre cuando la mente
chica todavía trata de aferrarse a la experiencia en sí del vacío, percibiedo
la calma eterna de la esencia, tratando de quedarse allí, sin mover nunca, para
que disfrutara el Paraíso de Nirvana para siempre. No obstante, es preciso
soltar esta experiencia de Nirvana para encontrar lo que no se ubica ni en la
experiencia ni en ningún estado fijo. ¿Cómo se lo hace? Pues, soltando incluso
Nirvana, aceptando vivir dentro de lo ilusorio y lo impermanente de la vida
cotidiana con el resto del mundo, junto con todos los seres allí. Esta aceptación del mundo simplemente como
es, con todos sus problemas, con todos los seres sufriendo, es el comienzo de
abrirnos a la compasión que ayuda a todos para que se liberen del sufrimiento.
Aunque sabemos que todo es Uno y vacío, nos quedamos en percibir lo relativo
como el plano del trabajo ahora. Simplemente están los que sufren, y nos
dedicamos a aliviar todo el sufrimiento del Universo. Allí es la transcendencia
de dualidad. No hay sufrimiento, todo es vacío, mientras que nos dedicamos a
ayudar a todos los que sigan identificándose con sufrimiento aparente. Esta aceptación de ver las cosas como son,
dedicándonos al servicio de todos en su liberación, es como funcionar como
bodhisattvas.
Así, volvimos al kong-an del
principio, “Los diez mil dharmas (fenómenos) vuelven al Uno. ¿A dónde vuelve el
Uno?” No es suficiente simplemente lograr la Iluminación. Lo importante es
¿cómo funciona el Uno? ¿Cuál es su función? Ser Uno con el Universo es ya
volverse al ámbito de las cosas, la verdad simplemente así. Nuestra realización
funciona al beneficio de todos los demás. Compasión es amor en acción junto con
la sabiduría de entender la Verdad de que todo es vacío, impermanente, y
perfecto como es. Todos ya es perfecto. Simplemente practicamos a revelar esta
perfección dentro de nosotros. Nada es permenente, entonces todos igualmente
tenemos la capacidad de liberarnos de nuestro estado de sufrimiento e
ignorancia y despertarnos a las luz de nuestra naturaleza siempre presente.
Para cualquier ser humano, nuestra verdadera función en el mundo es ser un
vehículo de este amor activo en la forma de compasión salvando a todos,
despertándonos a la Verdad de quienes son, el cuerpo universal de Buda.
Bibliografía
Joeng, Boep. (2006). The
Mirror of Zen: The Classic Guide to Buddhist Practice by Zen Master So Sahn.
Shambhala: Boston .
Gracias por su aportación:
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