LA RAÍZ DE BUDA PRESENTE
Charla Dharma
Rev. Hyonjin Sunim
AHORA
Uno mira atrás como si fuera ayer,
Recordando la alegría, pero sin saber
Fue la cumbre de su vida – pensando
“Si sólo pudiera volver.”
Otro mira al futuro con ojos brillantes
A días felices y más deslumbrantes,
Y suspira “Seré feliz entonces,
Que llegue cuanto antes.”
Pero yo – viendo este día hermoso
Lo abrazo fuerte, besando su rostro.
Soy feliz ahora, así que me quedo,
Atento al presente ¡simplemente perfecto!
Este poema de
Ella Wheeler Cox describe el fundamento del Zen: vivir en el presente es el
camino a la felicidad. Cuando vivimos en el pasado, apegados a recuerdos,
llenos de nostalgia o remordimiento, sufrimos. Igualmente viviendo en el futuro anticipando
algo mejor, posponemos la felicidad a un momento que nunca llega. No obstante,
cuando se despierta al presente, se da cuenta de lo bello de este mundo justo
como es. Nada más oliendo, tocando, percibiendo todo a nuestro alrededor, allí
descubrimos lo que es siempre presente, la sustancia del universo, la que el
Buda llamó nuestra naturaleza.
Esta naturaleza es tanto lo que se ve como lo que no se ve. Se puede
comparar a un árbol. Sólo se ve el tronco, las ramas y las hojas del árbol
arriba del suelo. Sin embargo, estos aspectos del árbol no existen sin las
raíces debajo del suelo, las que no se ven. Es igual a nuestra vida. Todas las
formas, los aspectos visibles de cada ser, son la expresión de lo que no se ve,
las raíces de nuestra esencia, la que se conecta con todo en el universo. A
pesar de que no se ve, no significa que no es importante. Si se vive sólo de
una forma superficial, es como vivir separado de nuestra raíz. Ningún ser puede
vivir sin esta raíz tan fundamental a su existencia. Cuando vivimos apegados a
nuestros deseos, las ideas dualistas de bueno y malo, entonces nos cortamos de
esta esencia, y nuestra vida se vuelve más y más hueca, sin sentido o valor.
En cambio, una vida conectada a esta esencia es como vivir plenamente,
nutrido continuamente por la raíz firme y profunda de la esencia invisible. De
hecho, somos literalmente esta esencia, la expresión de lo Eterno en la vida
cotidiana de tiempo y espacio. Cuando descubrimos nuestra verdadera esencia,
nos damos cuenta que la esencia está funcionando por medio de nosotros. Somos
la función de la esencia expresándose como materia, acciones, intenciones,
ideas, y experiencia. No hay ninguna batalla ya entre el espíritu y el cuerpo,
ni la mente chica del ego con la mente búdica. Todo ya es parte de la unicidad,
todo prestándose al funcionamiento equilibrado del árbol, nosotros como las
hojas y ramas, y todo surgiendo de la misma raíz. Cada uno de nosotros es
indispensable para el funcionamiento del árbol, y dependemos a la vez en el
árbol para existir. Ningún aspecto es independiente ni separado del resto, todo
depende del conjunto del árbol, lo que Buda describió en sus enseñanzas como
origen inter-dependiente.
El Buda describió 12 eslabones kármicos de esta interconexión de la
existencia aparente, la que mantiene cierto sufrimiento cuando no la vivimos
conscientes de nuestra raíz. Primero hay ignorancia de que somos todos
conectados a esta raíz esencial. Esta ignorancia mantiene ciertas tendencias
mentales continuar de una vida a otra, las que forman nuestra personalidad, una
herencia de intenciones basadas en nuestra creencia en un ser limitado separado
de su raíz. Se llaman estas tendencias fuerzas formativas, y moldean nuestra
percepción del mundo desde una perspectiva limitada, una consciencia
re-conectiva con la misma perspectiva desde existencias pasadas. De hecho,
cuando vivimos en el pasado, es como reconectar con este corriente de karma de
nuestra propia consciencia pasada basada en ignorancia. Seguimos cometiendo los
mismos errores una y otra vez, experimentados como sufrimiento, hasta que
soltamos los deseos, aversiones, e ilusiones que mantienen estas tendencias
manifestándose como la mente, el cuerpo, y sus órganos de percepción. Estos
órganos a su vez conectan una mente ilusoria a un mundo ilusorio, o sea, la
ilusión limitada de la realidad. Y basado en esta ilusión, creemos que hay algo
exterior a nosotros mismos que nos puede traer nuestra felicidad, una
orientación al futuro. Pero, a pesar de nuestro apego a todas las experiencias
sensoriales, no nos traen satisfacción verdadera. Sin embargo, seguimos una y
otra vez repitiendo los mismos errores de juicio e intenciones en un intento de
por fin lograr la felicidad. Lamentablemente, este futuro nunca llega mientras
continuamos en este mismo camino equivocado de ignorancia. Pero la búsqueda
continua vida tras vida, el cuerpo ilusorio muriendo y renaciendo en la espera
de algo mejor, el “seré feliz entonces” del poema anterior. Y esta tendencia
mental es lo que sostiene samsara, la rueda de sufrimiento de la vida
cotidiana, o sea, una vida desconectada a su raíz.
El Buda percibió esta tendencia
mental, diagnosticándola como una enfermedad espiritual, y nos prescribió una
cura: soltar los deseos, volver la atención adentro, y reconectar con la raíz
de nuestra esencia, la naturaleza búdica. Así se rompe la cadena de karma y se
despierta a la verdad de este momento presente, el hecho de que todo es aquí y
ahora parte y función de lo Eterno, lo que no nace ni muere, ni se basa en
bueno ni malo, es sólo lo que es, la talidad del presente. El zen nos da las
herramientas para despertarnos a esta esencia, mediante la meditación y la
práctica de la atención vigilante. Al sentarnos en zazen, observamos como la
mente se desvía a pensamientos basados en el futuro o el pasado. Cada vez que
nos damos cuenta de esta desviación, regresamos al presente, manteniéndola
enfocada en la respiración, el hwadu, o el conteo. Aunque se desvía mil veces,
al regresar cada vez la atención al presente, estamos rompiendo la cadena de
karma, lo que nos abre al momento justo como es, apreciando su hermosura,
besando su cara de perfección, la que es nuestra propia cara de esencia, el Sí
Mismo de la raíz de nuestra existencia, la que es eterna, completa y feliz.
Bibliografía
Park, Sung Bae.
(2009). One Korean’s Approach to Buddhism. Suny Press: Albany, N.Y.
DANA (caridad)
es una de las sies paramitas o perfecciones en la prática del Buda-Dharma.
Gracias por su aportación y apoyo a la Sangha MBZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.