EL CORAZÓN DE LA PRÁCTICA COTIDIANA
Charla
Dharma 08/JUN/2014
Rev. Hyonjin
Sunim
“Abstenerse de todo mal, practicar el
bien y la completa purificación de la mente de uno: ésta es la enseñanza de los
Buddhas.” (Dhammapada XIV:183)
El corazón del título refiere tanto a
lo esencial de nuestra práctica como el fruto de la práctica llevándonos a La
Esencia. Practicamos prestando atención a las limitaciones, autocríticas, e
inseguridades de la mente chica y al mismo tiempo nos abrimos a Esto, lo que se
puede confiar siempre como nuestra Naturaleza Búdica y la Mente Verdadera. Nuestra intención es movernos más allá de las
limitaciones motivadas por codicia, ira, y delirio. Estos tres venenos, las
kleshas, expresan una actitud de deseo egocéntrico siempre buscando provecho y
beneficio para uno mismo. Entramos en esta vida con estas tendencias
egocéntricas, mientras la sociedad, la cultura, y la vida en general tienden a
reforzar estas tendencias. Practicamos para re-dirigir estas tendencias hacia lo
desconocido de Aquello más allá de lo que sabemos en este momento.
Practicamos
con la intención de plena consciencia en el aquí y ahora, moviéndonos en la
dirección de una vida más satisfactoria mediante nuestra capacidad de observar
lo que pensamos que somos, más y más atentos a la mente chica con sus tendencias
habituales que causan el sufrimiento. Así, nos animamos a no actuar desde este
lugar automático de lo habitual y conocido, poniéndonos en contacto con nuestra
quieta voz interior de la Mente verdadera. A pesar de percibir esta voz, puede
surgir la pregunta, “¿Cómo puedo saber si esta voz es la de la Mente Verdadera
y no de la mente chica?” La pregunta en sí revela la sinceridad de nuestra intención
de practicar. Sin embargo, la verdad es que no sabemos, lo que requiere la fe y
la confianza en Lo Eterno, las enseñanzas, y el apoyo de la sabiduría del maestro
y la comunidad espiritual, o sea, el Buddha, el Dharma, y la Sangha, para
guiarnos en la dirección correcta de la práctica. Como cualquier cosa nueva que
quisiéramos aprender, como un deporte, la música, o el arte, se perfecciona
haciéndola. Sólo por la práctica cotidiana se puede lograr el perfeccionamiento
de la actividad. Esperando a ser un guitarrista no es suficiente. Tengo que
practicar con mucha determinación y dedicación muchos años para lograr la meta.
Lo mismo con práctica espiritual. Quizás
conocemos a alguien centrado y tranquilo quien ejemplifica la vida espiritual,
y nos anima a busca una vida menos estresada, incierta e insatisfactoria.
Genial. Es el comienzo de la Vía que
requiere dedicación, disciplina, y compromiso para lograr la meta, en fin, el
cultivo de la aspiración inicial por la Iluminación.
Entonces,
se aprende a vivir en paz y armonía practicando. No hay otra forma ni fórmula
mágica. Esto significa que tenemos que levantarnos cada día y dedicar tiempo y
esfuerzo a la meditación primero tranquilizando la mente, y luego poniéndonos
en contacto con nuestra naturaleza búdica. Luego, llevamos este contacto a la
vida cotidiana en medio de nuestras familias, el trabajo, y la diversión. Esto
nos da la oportunidad de observar los patrones negativos resultando en la
insatisfacción y el descontento en nuestras vidas, y por consiguiente, la
oportunidad de elegir conscientemente lo
que es bueno hacer. Haciendo lo que es bueno hacer, aspirando a actuar desde
este lugar sabio y compasivo de nuestro corazón, es una decisión de
distanciarnos de lo egoísta de nuestro condicionamiento. No es que somos malos
por actuar de una forma egoísta. Es simplemente la manera que nos han enseñado
a actuar desde nuestro nacimiento. Es como es. Poco a poco, aprendemos a notar
como estos patrones causan el sufrimiento tanto para nosotros como para los
demás a nuestro alrededor. Y allí, se practica cultivando esta aspiración
iluminada de actuar como un bodhisattva, la Vía de la Iluminación. Sin embargo,
es trabajo, y no es nada fácil.
¿Cuáles
son los pasos a seguir? Primero, nos comprometemos a no actuar automáticamente basado
en los viejos patrones condicionados de egoísmo. Esto en sí es un reflejo del
primer paso del Sendero Óctuple de Correcta Comprensión: que sufrimos por
nuestros apegos a patrones mentales basados en codicia y deseo. Segundo,
tenemos que desarrollar la disciplina de pausar
antes de reaccionar en la manera habitual. Justo allí es el punto clave, puesto
que es el momento de considerar las varias opciones, viendo cuales son
potencialmente problemáticas, y elegir la
que no cause sufrimiento, tanto para mí como para los demás. Esto significa la habilidad
de vivir en el presente, la plena consciencia de atención vigilante, enfocando
en lo que se presenta justo frente a nosotros mismos en este momento, y no
desviarnos en imaginaciones de lo que pudiera pasar en el futuro o apegados a
los pesados recuerdos de lo que ha pasado antes. Luego, deberíamos estar dispuestos
hacer esto como un billón de veces, puesto que la mente chica tiende a
desviarse así del presente. No obstante, el presente es donde se encuentra lo
Eterno.
Por
supuesto, no es fácil. Una y otra vez tenemos que estar dispuestos a volver al
reconocimiento incómodo de que “no lo sé”. Todo nuestro conocimiento, medallas,
premios, diplomas, la educación formal, todas las formas condicionadas para funcionar
en el mundo, ya no nos sirven – son obstáculos a ver claramente lo que es bueno
hacer aquí y ahora en el presente. Cuando estamos listos a pausar un momento y
considerar la pregunta “¿Qué es bueno hacer ahora?”, aprendemos a no confiar
tanto en lo que pensamos o sentimos sólo porque surgen a la mente chica automáticamente
en el momento. Percibiendo lo automático, podemos elegir entre las opciones
menos dañinas. Y así, entrando en lo incómodo del no-saber, podemos soltar
nuestros habituales modos condicionados de pensar y actuar, ofreciéndolos al
Infinito, pausando, pidiendo ayuda, que ya podemos entrar en el Lugar del
Desconocido, lo Eterno en nuestros propios corazones. Aprendemos a escuchar de
una forma nueva, como un niño inocente, preguntando “¿Qué es bueno hacer?”,
buscando una forma de actuar bueno para todos los seres del universo, no sólo
para mí. Esto se llama funcionar con bodhicitta, lo que significa La Mente
Buscando la Vía. Quietos adentro,
estamos dispuestos a oír la voz interior no programada con patrones viejos. Y
al recibir un presentimiento que “sí” esto es bueno o “no” esto no es bueno,
seguimos considerándolo, levantando nuestros corazones al Desconocido. Cuando
el momento apropiado se presenta, nos entregamos con plena corazón a la
decisión, actuando en acuerdo con la directiva interior. Es una elección, funcionando
desde el lugar de plena consciencia en vez del oscuro lugar medio-despierto. Al
madurar en nuestro cultivo y práctica, aprendemos a confiar en nuestra intuición,
el Lugar de la Mente verdadera que no excluye la mente chica tampoco. Luego
prestamos atención a las consecuencias de estas elecciones, viendo cómo nos
afectan, haciendo ajustes y refinando nuestros actos según las circunstancias y
los contextos surgiendo en cada momento. Por esto, practicamos los Tres Puros
Preceptos, basados en el Dhammapada de
Buddha, 1. Abstenerse del mal; 2. Practicar el bien; y 3. Purificar la mente, los
que se pueden entender como reducir a lo más mínimo posible el daño que
causamos en el mundo, aumentar a lo máximo lo bueno que hacemos en el mundo, y
ayudar a otros mediante la purificación de nuestros propios corazones.
Bibliografía
Curto, Roberto (Trad.) (2005). Dhammapada.
Longseller: Buenos Aires, Argentina.
McGuire, RM Meiten. “Trusting the Heart.”
Reflections on the Path. Unpublished.
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