EGOÍSMO
Charla Dharma 28/FEB/2016
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
El primer ministro de la dinastía Tang en China fue un héroe nacional por su éxito tanto un político respetado como un líder militar...Pero a pesar de su fama, poder y riqueza, se consideraba un budista humilde y devoto. A menudo visitó a su maestro Zen favorito para estudiar con él, y parecían llevarse muy bien. El hecho de que él era primer ministro al parecer no tuvo ningún efecto en su relación, lo que parecía ser simplemente una de un venerado maestro y un estudiante respetuoso. Un día, durante su visita de costumbre, el primer ministro le preguntó al maestro, "Maestro, según el budismo, ¿qué es el egoísmo?” La cara del maestro se puso roja, y en un tono de voz muy condescendiente e insultante, le replicó: "¡Qué tipo de pregunta estúpida es esa!" Esta respuesta inesperada del maestro chocó tanto al primer ministro, que se volvió resentido y enojado. El maestro Zen luego sonrió y dijo: "ESTO, excelencia, es el egoísmo."
"La mejor manera de aprender algo no es que te lo expliquen, sino que lo EXPERIMENTES por ti mismo directamente, de primera mano."
El Zen no confía
mucho en las palabras, las que pueden confundir y obstaculizar la verdad de
nuestra naturaleza, sustituyéndola con conceptos e ideas discriminativas, o
sea, aspectos del ego. Por eso, no es
suficiente estudiar el zen en libros y simplemente escuchar charlas dharmas.
Hay que vivirlo plenamente en la vida cotidiana. Un buen maestro puede utilizar
las experiencias sencillas como enseñanzas importantes, mostrándonos dónde
estamos apegados a nuestras opiniones, nuestras defensas, y nuestras ilusiones
mentales.
Por
ejemplo, en los retiros, muchas personas reaccionan fuertemente a las formas,
reglas, y estructuras involucradas en la práctica. Algunos no quieren comer lo
que se sirve; otros se quejan de la hora demasiado temprana al levantarse. Algunos reaccionan fuertemente al maestro por
haberles corregido o regañado, lo cual es constante y continuo en un retiro de
varios días. No es que el maestro quiere humillar a la alumna, ni causarle
dolor o molestia. Es simplemente que la enseñanza se muestra en vivo donde
estamos apegados a nuestras ideas por medio de las actividades diarias de un
retiro, durante las horas de sentarse en zazen guardando silencio absoluto.
Cuando no hay movimiento, no hay distracciones, entonces crea las condiciones ideales
de observar nuestro ego reaccionando continuamente con sus preferencias, sus resentimientos,
sus proyecciones, sus críticas, y sus hábitos mentales que crean un mundo
ilusorio según su propio criterio, su filtro egóico, imaginándose el centro del
universo y todo gira en torno a él. O en cambio, está muy satisfecho con su
propio progreso, su brillante ejemplo, y su propio orgullo por haber hecho todo
bien.
Por
supuesto el ego siempre piensa que tiene razón. No obstante, es el acto de
pensar y opinar que crea todo el problema. Cuando pensamos, estamos creando
ideas de dualidad, comparaciones de bueno y malo, me gusta no me gusta,
correcto e incorrecto. Y crean un mundo de dualidad que es precisamente el
mundo de ilusión, el mundo de descontento, el mundo de proyecciones que culpan
a los demás lo que uno mismo está fabricando.
El
zen nos muestra la verdad creando un espejo para mirarnos, dándonos la
oportunidad de observarnos y ver dónde estamos apegados a nuestro ego de ideas
dualistas. Cuando soltamos estas ideas y
opiniones, descubrimos lo que se queda como nuestra verdadera esencia vacía, la
que simplemente es en medio del silencio, antes del pensar y antes del
entender. Por lo tanto, se refiere a esto como el no saber, la entrada a
nuestra esencia antes del ser o no ser, antes de la consciencia o
inconsciencia. Se encuentra justo en el momento en que te paras, considerando
la posibilidad de que quizás te hayas equivocado, quizás haya algo aquí que no
entiendes todavía, pero que te puede revelar donde estás creando tu propio
infierno de pena y dolor.
Esto
requiere un tremendo salto de fe, un confiar en el maestro y el Dharma lo
suficiente para superar los momentos de duda, resentimiento, humillación, e
indignación. Todos estos sentimientos son aspectos del ego. Soltándolos somos
budas. No hay otra manera de
despertarse. Zen es un proceso continuo de soltar y soltar y soltar,
rindiéndose a este momento tal como es, y no como tú lo quieras. Es como la
historia del maestro zen quien usaba métodos poco comunes para enseñar:
Érase una vez un
ermitaño quien estaba meditando
al lado de un río cuando un joven
lo interrumpió.
"Maestro, deseo convertirme en su discípulo," dijo el hombre.
"¿Por qué?", Respondió el ermitaño.
El joven pensó por un momento.
"Porque quiero encontrar a Dios."
El maestro se levantó, lo agarró por el pescuezo, lo arrastró hacia el río, y hundió su cabeza bajo el agua.
Después de sostenerle allí por un rato, mientras que el hombre luchaba a patadas intentando a liberarse, el maestro finalmente lo soltó y lo puso fuera del río. El joven escupió agua y abrió la boca para recuperar la respiración. Cuando finalmente se calmó, el maestro habló.
"Dime, ¿qué querías más que nada cuando estabas bajo el agua."
"Aire!", Respondió el hombre.
"Muy bien", dijo el maestro.
"Ve a casa y volver a mí cuando quieres Dios tanto como cuando sólo querías aire."
"Maestro, deseo convertirme en su discípulo," dijo el hombre.
"¿Por qué?", Respondió el ermitaño.
El joven pensó por un momento.
"Porque quiero encontrar a Dios."
El maestro se levantó, lo agarró por el pescuezo, lo arrastró hacia el río, y hundió su cabeza bajo el agua.
Después de sostenerle allí por un rato, mientras que el hombre luchaba a patadas intentando a liberarse, el maestro finalmente lo soltó y lo puso fuera del río. El joven escupió agua y abrió la boca para recuperar la respiración. Cuando finalmente se calmó, el maestro habló.
"Dime, ¿qué querías más que nada cuando estabas bajo el agua."
"Aire!", Respondió el hombre.
"Muy bien", dijo el maestro.
"Ve a casa y volver a mí cuando quieres Dios tanto como cuando sólo querías aire."
Esta historia demuestra la determinación y fortaleza
que requiere practicar zen. Si el hombre luego se queja pensando, “Por dios,
casi me ahogó, no me gusta su actitud y, además, es humillante e
injustificable”, así que nunca volverá a practicar zen jamás en su vida, y habrá
perdido la oportunidad de despertarse y liberarse del samsara, el descontento y
el malestar de su propio ego.
Tenemos que
practicar con la misma pasión e intensidad como si estuviéramos luchando por
nuestras vidas por el aire. La oportunidad es justo aquí y ahora, no mañana, no
en algunos años cuando es conveniente. Tenemos que confiar en el maestro lo
suficiente para superar todas las distracciones que obstaculicen nuestra liberación
total. No te confundas el dedo señalando la luna por la luna en sí. Las formas
zen están señalando la liberación de samsara, liberación de tu propio ego de
pensamientos discriminatorios. Si te aferras al dedo, es decir, te aferras a
tus opiniones sobre si el dedo, o la enseñanza, es agradable o desagradable, un
dedo feo o un dedo guapo, un dedo justo o un dedo injusto, entonces pierdes la
luna de tu propia Iluminación. Suelta el dedo. Deja ir los filtros de tu propio
ego. Con la determinación y la fe, nadie puede obstaculizar tu liberación. Son
sólo las ideas de tu propio ego que van a desviarte de la Vía, la que no es un
sueño ni un concepto ni una idea. La Vía es una práctica constante del camino
medio, la experiencia directa de observar el ego generando ilusiones, y luego
tu compromiso a ti mismo de simplemente volver una y otra vez al no saber de
este momento preciso, la no mente del silencio, y la experiencia directa de la
Verdad.
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