FUKANZAZENJI
LAS REGLAS PARA LA MEDITACIÓN
La
Verdad es universal. ¿Cómo podría dependerse de la práctica y la
iluminación para conseguirla? La
enseñanza suprema es de balde. ¿Por qué es necesario el esfuerzo concentrado
para lograrla? La Verdad es más allá de
lo impuro. ¿Por qué aferrarse a un modo de limpiarla? Puesto que La Verdad no
es distinta de la práctica, ¿por qué ir de un lado a otro para practicarla?—Si
hay una fisura, por estrecha que sea, la Verdad está tan alejada como el cielo
de la tierra, PORQUE, CUANDO LOS OPUESTOS SURGEN, LA MENTE BÚDICA SE PIERDE. Aunque se enorgullezcan de tanta comprensión, o de
tanta iluminación, cualquier logro de sabiduría y poderes sobrenaturales que
tengan, incluso el encuentro del camino a la mente del despertar, o su
habilidad de tocar el cielo y entrar en la iluminación, cuando surgen los
opuestos, ya casi han perdido el camino a la salvación. A pesar de que El Buda tenía una gran
sabiduría al nacer, Él se sentaba practicando durante seis años; a pesar de que
Bodhidharma transmitió La Mente Búdica, todavía oímos los ecos de sus nueve
años sentado frente a la pared. Los
Ancestros eran muy diligentes y no hay ninguna razón por que nosotros mismos,
la gente de hoy en día, no podamos comprender. Todo lo que tienen que hacer es
abandonar la comprensión intelectual, corriendo tras las palabras y
siguiéndolas al pie de la letra. Deben
aprender a retirarse adentro y reflexionar sobre sí mismos. Si el cuerpo y la mente pueden borrarse de
una forma natural, La Mente Búdica se manifestará; si quieren encontrarla
rápidamente, deberían comenzar ahora mismo.
Deberían meditar en una habitación
silenciosa. Coman y beban ligeramente.
Corten toda atadura y renuncien
todo. No piensen ni en el bien ni en el mal, ni en lo correcto ni en lo
incorrecto. Controlen el funcionamiento
de la mente, la voluntad, la conciencia, la memoria, la percepción y la
comprensión; no deberían esforzarse por llegar a ser Buda. No aferren ni al sentarse ni al acostarse. Cuando meditando, no lleven ropa
apretada. Apoyen la mano izquierda en la
palma de la mano derecha con los dedos pulgares tocándose ligeramente;
siéntense rectos, tendiéndose ni a la izquierda ni a la derecha, ni delante ni
atrás. Los oídos deben estar en línea
con los hombros y la nariz en línea con el ombligo; la lengua debe tocar
ligeramente contra la parte interior de los dientes superiores con los labios y
los dientes cerrados. Mantengan los ojos
abiertos, inhalen rápidamente, acomoden el cuerpo y espiren abruptamente. Balanceen el cuerpo de izquierda a derecha,
luego sentándose sin movimiento, sin intento de pensar ni de no pensar; sólo
sentándose, sin ningún pensamiento deliberado, es el aspecto importante de la
meditación de serena reflexión.
Esta forma de
meditación no es algo hecho en etapas; es simplemente la puerta legítima a la
paz despreocupada. Practicando e iluminándose es hacerse sabio por completo; el
koan aparece naturalmente en la vida cotidiana. Si llegan a ser completamente libre así,
serán como el agua en donde mora el dragón o como la montaña por donde vaga el
tigre. Entiendan claramente que la
Verdad aparece naturalmente y entonces su mente será libre de dudas y
vacilaciones. Cuando quieren levantarse
de la meditación, mezan el cuerpo de un lado a otro y levántense con
tranquilidad; el cuerpo no debería hacer ningún movimiento violento; yo mismo
he visto la habilidad de morir mientras
se está sentado o se está de pie, lo que transciende tanto el campesino como el
sabio, se consigue por medio del poder de la meditación de serena
reflexión. No es posible entender la
actividad natural con la mente crítica tanto como no es posible comprender las
señales de la iluminación; ni es posible entender la práctica ni la iluminación
por modos sobrenaturales; tal entendimiento es más allá del campo del lenguaje
o la vista, tal Verdad es más allá de las opiniones personales. No discutan con los eruditos ni con los
ignorantes, hay sólo una cosa – practicar duro porque esto es la iluminación
verdadera; la práctica y la iluminación son libres de mancha por
naturaleza; vivir en esta manera es lo
mismo como vivir una vida ordinaria. El
Sello del Buda ha sido conservado por los Budas en este mundo presente, al
igual por los del mundo de Los Ancestros Hindúes y Chinos, así siempre difunden
La Verdad – toda actividad está impregnada de la meditación pura – los
métodos de práctica son de un millar, pero la meditación pura debe ser
realizada. Es inútil errar por tierras
polvorientas de otros reinos si abandonas su sitial; si su primer paso es
falso, tropezarán de inmediato. Ya están
en posesión de los atributos vitales de un ser humano – no gasten el tiempo en
cosas imperdurables – ustedes pueden poseer la autoridad del Buda. ¿Qué
sentido hay en sólo disfrutar este mundo pasajero? Este cuerpo es tan efímero
como el rocío sobre la hierba, la vida pasa tan rápida como un relámpago, de
repente el cuerpo desvanece, en un instante la vida se va. Oh practicantes
sinceros, no duden el dragón verdadero, no pasen el tiempo rozando sólo una
parte del elefante; miren adentro y avancen directo sobre los caminos
por los que los lleven a La Mente, respeten los que han logrado la meta de no
meta, llegando a ser uno con la sabiduría de los Budas, Transmitan la
sabiduría de los Ancestros. Si se
comprometen hacer estas cosas sin vacilar, se verán como se ha descrito aquí,
mientras La Casa de Tesoros de forma natural se abrirá y con pleno gozo la
disfrutarán.
*Traducción
al español por Dr. Ozmo Piedmont, basándose en “Rules for Meditation” por Great
Master Eihei Dogen, encontrado dentro del libro titulado An Introduction to
the Tradition of Serene Reflection Meditation, p. 17-19, el cual viene del
texto de The Liturgy of the Order of Buddhist Contemplatives for the Laity, compiled
by Rev. Master P.T.N.H. Jiyu-Kennet, M.O.B.C., 2nd ed. rev. (Mt. Shasta,
California: Shasta Abbey Press, 1990), pp. 97-100.
Ciertas palabras y frases en español se toman del “Fukanzazenji” del libro
titulado La Práctica del Zen, por Taisen Deshimaru, Editorial Kairos,
Barcelona: España, 1975, edición 2005, pp. 99-102.
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