Quiero expresar mi
profunda gratitud a la India por todo lo que nos ha dado. Visité a la India 3
veces en mi vida. Y cada vez estaba transformado por la belleza y sabiduría que
se encuentran en este país. Una de las cosas que estoy más agradecido a la
India es por darnos una bellísima flor de su cultura, el budismo. Como monje
budista, mi vida se ha transformado por la sabiduría, filosofía, y métodos de
transcendencia, todo lo que tiene su origen en la India. Hoy me gustaría compartir
algo de esta apreciación por este país tan hermosa y enigmática que continúa
informando y transformándome en mi vida cotidiana.
Para realizar esta
verdad, hay que volver a la fuente antes de la idea de quienes pensamos ser. No
somos este yo, mí, mío. No somos nuestra historia del pasado. No somos simplemente
productos de una cultura basado en la codicia, el odio, y el engaño. Una flor
nunca se ha llamado “flor”. El sol y la luna jamás se han llamado “sol” y
“luna”. Estos son meros conceptos. Lo que somos es antes de estos conceptos.
Para descubrir quienes somos de verdad, hay que entrar en el silencio antes del
pensar. Por eso, meditamos, para tranquilizar la mente agitada, asustada, y
descontenta. Hay que entrar entonces en el silencio de la nada. Justo allí se
lo encuentra y se experimenta la paz de tu verdadero ser.
Al
descubrir esta verdad por sí mismo, el Buddha no se sentó aislado del mundo.
Más bien, se dedicó los próximos 50 años de su vida a la enseñanza y servicio
al mundo. Y la base de toda su enseñanza, igual a todos los grandes maestros
espirituales de la India, incluso de todo el mundo, era Ahimsa, el cual
significa, “no-violencia,” o sea, no hacer daño ni a uno mismo ni a otros.
Ahimsa es la enseñanza más suprema de todos los tiempos. Es una verdad
universal. Ahimsa es la única manera para que los seres humanos puedan
coexistir entre sí y con los otros seres en este planeta nuestro hogar. Ahimsa
es la verdad de la vida, más importante que el amor. El amor, aunque sea un
concepto muy apreciado, se vuelve confuso debido a las varias formas de amor: el
amor personal, el amor romántico, el amor por las cosas, y el amor
trascendental. Sin embargo, ahimsa, la no-violencia, es fundamental para
nuestra existencia personal y colectiva. La no-violencia es clara y directa.
Todos tenemos la capacidad de comprender y apreciar exactamente lo que
significa no-violencia. Implica paz y amor para todos. Incluye todos los seres,
los humanos y los insectos, los microbios y peces, las montañas y ríos, las
rocas y plantas. No importa tu raza o género, tu religión o creencia, si eres
de un partido político u otro.
No
obstante, simplemente decir paz, se puede caer en la inacción y pasividad. Pero
de hecho, la no-violencia implica activamente no hacer daño a nada ni nadie, ni
física, mental, emocional, o psicológicamente, ni a otros ni a uno mismo.
No-violencia implica cómo vivimos en el mundo, juntos a otros que son
diferentes de nosotros, pero quienes son iguales en esencia. Todos queremos ser
felices, contentos, y libres del sufrimiento. Todos queremos realizarnos como
personas exitosas. Todos queremos cuidar a nuestras familias y nuestros seres
queridos. Incluso los bichos más pequeños quieren vivir libres del sufrir. Por
eso, el mundo necesita practicar la no-violencia, el no hacer daño, tanto los
gobiernos, las sociedades, y cada persona caminando en la calle. Para que la
no-violencia funcione, requiere la eliminación del miedo.
Toda
la violencia en el mundo es resultado del miedo. Buddha dijo, “Todos tiemblan ante la violencia. Todos
temen la muerte. Poniéndose en el lugar de otro, uno no debe matar ni causar que
otro mate.” (Dhammapada, v. 129) Si
una persona tiene miedo por su vida, su seguridad, entonces es natural que va a
defenderse o peor matar a otros antes de que le mataran. Si podemos eliminar el
miedo, entonces la paz y armonía puede manifestarse. Hay una historia ilustrando
esto basado en un momento que el Buddha enfrentó un elefante violento en la
calle:
En el Cullavaga del
cañón Pali[i] se cuenta del elefante
real Nalagiri que pertenecía al rey Suppabuddha. Este rey fue el padre de
Devadatta, quien era primo del Buda. Según la historia, se esperaba que
Devadatta se convirtiera en el futuro líder de los monjes. Sin embargo, para su
sorpresa, Buda no lo trató de manera superior a los demás. Para el Buda,
Devadatta era igual entre todos los seres vivos.
Así que Devadatta
estaba resentido y celoso del Buda, conspirando para matarlo ... Así que hizo
que trajeran este enorme elefante con grandes colmillos, Nalagiri. Primero le
dieron alcohol, luego lo hirieron, lastimándolo con lanzas, irritándolo tanto
que se enfureció como un loco. Luego lo soltaron desde una puerta especial
hacia las estrechas calles de Rajgir, donde el Buda caminaba realizando su
ronda de limosnas. El elefante intoxicado comenzó a correr por esta calle
derribando furiosamente todo lo que veía.
"Todos vieron al
elefante acercándose, balanceándose locamente de un lado a otro de la
carretera, golpeando con su peso los puestos del mercado y los frentes de las
casas".
Pero, para sorpresa
de todos, el Buda permaneció sin ser molestado por el miedo. En cambio,
irradiaba el corazón ilimitado de compasión hacia Nalagiri enloquecido.
"Oye,
Nalagiri", dijo el Buda, "Ven aquí, amigo mío".
Fue en este mismo
momento que la tragedia de la vida de Nalagiri comenzó a desarrollarse. Sus
días como una cría jugando en los ríos y campos; el tiempo que deambulaba entre
los árboles del bosque con su madre; la frescura del agua clara en un caluroso
día de verano. Y tristemente, también, su eventual captura por parte de los
guardianes de elefantes del rey, quien forzó al joven Nalagiri a convertirse en
asesino de hombres. En ese momento, sintió la abrumadora desesperación de su
soledad: el tormento de sus captores, la tristeza de su abuso.
"Al igual que
dos olas que se chocan, la fuerza de la bondad amorosa del Buda colisionó con
la masa en movimiento del furioso elefante. Nalagiri lo sintió como una ola
rompiendo contra su frente ".
"Anda,
Nalagiri", dijo. "Estás a salvo ahora conmigo".
El Buda se adelantó
y, con su inmensa compasión, lo alivió de su dolor e intoxicación, calmando al
gran animal de tal manera que sintió su compasión por todo su cuerpo
gigantesco. Se inclinó a los pies del Buda con lágrimas corriendo por su rostro
elefantino llorando de gratitud. El Buda le dijo a Nalagiri, "Su nuevo
nombre ya es Dhanapalako, el cual significa Guardián del Tesoro". Y el
tesoro, mi amigo, es tu propio corazón amoroso ". Así que Nalagiri fue
finalmente 'liberada' de las cadenas que lo ataban.
Como se ve en esta
historia, por el maltratado de los hombres, el elefante sentía miedo. Donde hay
miedo, hay violencia. Entonces el elefante corrió por la calle amenazando a
todos con violencia. En cambio, el Buddha se quedó tranquilo, sin miedo. Luego,
por su tono de voz y acciones suaves, lo que comunicó al elefante era “¡No te
haré daño!” Así que el elefante se pacificó.
Monjes, incluso si los bandidos te
cortaran salvajemente miembro por miembro con una sierra de dos asas, el que
dio lugar a una mente de odio hacia ellos no estaría llevando a cabo mi
enseñanza. - Shakyamuni Buddha[ii]
Una de las historias más
famosas en el cañón budista se trata de un hombre llamado Angulimala quien
intentó matar al Buddha y como el Buddha le ayudó por medio de la no-violencia:
Angulimala[iii] se convirtió en un
asesino en serie, matando a personas inocentes y aterrorizando a muchos otros.
Les cortó los dedos y los convirtió en un collar, por lo que se hizo conocido
como "Angulimala" (traducido como Collar de dedos).
Era un criminal buscado por el
estado, asesino de 999 personas. Era alguien que era visto como un mal
irremediable, sin esperanza de que pudiera mejorar. El Buddha se negó a creer
esto y fue a hablar con Angulimala, a pesar de que casi todos le advirtieron
que no lo hiciera. Angulimala vio venir al Buddha y corrió hacia él agitando un
cuchillo. Sin embargo, no importa qué tan rápido corrió, y aunque el Buddha
caminaba a su ritmo normal, Angulimala no pudo alcanzarlo. Eventualmente llamó
al Buddha para que se detuviera.
"Me he detenido Angulimala, tú
también", respondió Buda.
Angulimala preguntó cómo era posible
ya que el Buddha todavía estaba caminando. Buddha famosamente responde:
“Angulimala, me he detenido para
siempre, me abstengo de la violencia hacia los seres vivos. Pero tú no tienes
moderación hacia las cosas que viven. Por eso me detuve y tú no”.
Angulimala cede y, al darse cuenta
del error de sus caminos, se refugia en Buddha y se convierte en monje. Cambió
su nombre a "Ahimsaka" (no violento) para reflejar su nueva identidad
y cambio de corazón.
Más tarde, el rey Pasenadi busca a
Angulimala, ve al Buddha y le advierte sobre el asesino en serie. El Buddha
luego le pregunta al rey, qué haría si viera que Angulimala había cambiado,
abandonado la violencia y se había convertido en un monje, a lo que el rey
responde que estaría muy contento e incluso apoyaría a Angulimala. Luego, el
Buddha le muestra al recién nombrado Ahimsaka, a quien el Rey, en estado de
shock, lo felicita a él y al Buddha diciendo:
"Venerable señor, nosotros
mismos no podríamos domesticarlo con fuerza y armas, pero el Bendito lo ha
domesticado sin fuerza y armas".
La vida de Ahimsaka como monje está
lejos de ser fácil. A menudo, cuando fue a pedir limosna fue atacado por
personas que lo recordaban y lo que hizo en su vida anterior. Sin embargo, toma
todo esto tal como viene y no toma represalias hacia sus atacantes. El Buddha le
dice que este es el resultado de sus acciones y que el ser atacado es el pago
de su deuda kármica. Ahimsaka luego se iluminó y se convirtió en un arhat, un ser
iluminado, después de años de purificar el karma negativo de su pasado
violento.[iv]
Para convivir en este
mundo, hay que aprender ahimsa, la no-violencia, que puede basarse en el lema:
vivir y dejar vivir. Si te estableces en ahimsa, todos tus enemigos desaparecerán.
Ahimsa es el supremo Dharma superior a todas las leyes y reglas del mundo. La
no-violencia es un Dharma muy poderoso, el que más te llevará a la Iluminación.
Toda moralidad es sólo
una norma social, una regla que cambia según el tiempo, el lugar, y los valores
momentáneos de la sociedad. Reglas y
normas son impermanentes, siempre cambian. La moralidad no es confiable. Se
basa en algo relativo, algo definido desde fuera de uno mismo, según una
autoridad exterior, una regla o ley social creada por alguna persona,
institución, o gobierno. En cambio, hay algo confiable, una Verdad Única
directamente relacionada con la Esencia de la vida, la Sustancia Universal, y
esta Verdad Suprema es Ahimsa. Si no aprendes ahimsa, la no-violencia, no
puedes vivir en este planeta Tierra.
Esto es exactamente lo
que todos podemos practicar cada día en nuestras vidas. La India nos ha dado el
método para eliminar el miedo y la violencia, la meditación. Para cambiar el
mundo, primero tenemos que cambiar a nosotros mismos. Lo que requiere es calmar
nuestra mente y recordar quienes somos, es decir, somos inherentemente paz y
bienestar. No hay nada temer y no hay nada defender, porque lo que somos no
tiene ni nombre ni forma. Nombre y forma dependen en ideas. Ideas forman la
base de una identidad limitada relacionada con este cuerpo. El cuerpo es
vulnerable, así que tememos lo que puede perjudicar a este cuerpo. Sin embargo,
no somos este cuerpo, ni somos nuestras ideas. Hay que volver a la verdad de lo
que somos, la paz y bienestar de nuestro verdadero ser libre de la violencia.
No es suficiente simplemente calmar la mente con la meditación. Hay que elegir conscientemente
la paz y aplicar activamente la no-violencia en nuestras vidas cotidianas.
Gandhi, otro gran maestro
de la India del siglo pasado, también entendió este hecho. Basado en ahimsa, la
no-violencia, formó su filosofía de satyagraha, o sea, comprometerse actuar
basado en la verdad. Por medio de satyagraha, Gandhi confrontó las mentiras de
opresión y racismo en su país y liberó a su gente del colonialismo y ocupación extranjera
de su tiempo. No lo hizo con la violencia. Su imagen era un hombre viejo,
delgado, e inofensivo. Sus palabras expresaban amor, bondad, y confianza. Él
vivió una vida ejemplar de paz y no haciendo daño a nadie. Esta actitud y
ejemplo liberó a su país. Primero Gandhi se liberó a sí mismo de la violencia
interior, y luego se lo llevó a la calle, declarando la verdad, y liberando a
todos a su alrededor. Nosotros también tenemos la oportunidad de hacer lo
mismo.
Hoy en día la gente está
insatisfecha con sus vidas, sus trabajos, sus familias, sus parejas, etcétera. Estas
quejas son resultados además de insatisfacción con nuestros gobiernos o los
gobiernos ajenos, o nuestra religión o la religión de otros. Muchos de los
billones de gentes en este planeta creen que su propia religión, gobierno,
etnia, o filosofía son los únicos puntos de vista correctos en todo el mundo. Creen
que ‘otros’ están causándoles, o sus países, o sus religiones, gigantescos
problemas al creer algo distinto de lo suyo. Además, los individuos juntos con
sus líderes políticos y sus líderes religiosos deciden que los otros están
equivocados y que deberían estar prevenidos de influenciar a sus hijos, sus
comunidades, sus países o sus instituciones religiosas. La raza humana ha
traído ira y odio al centro de sus debates, con consecuencias de caos, guerras,
y violencia en todas partes. La actitud de hoy en día es simplemente ganar a
uno mismo, sin importar el daño que causa a los demás. Por eso, estamos al
punto de extinción. Nuestra sobrevivencia depende de la no-violencia y la
verdad. No hay otra opción. Hay que elegir la paz y la no-violencia, primero
dentro de nosotros mismos, y luego éticamente actuando en el mundo exterior.
Cuando presidentes acusan
a mexicanos de ser violadores, criminales y narcos, podemos responder
conscientemente con algo más fuerte, la Verdad. No tenemos que aceptar lo que
nos dicen. Podemos ubicarnos en la verdad de ahimsa, la cual es más fuerte, y
operar sin violencia por el beneficio de todos. Así es como se puede vivir y
dejar vivir, conviviendo con otros, creando ciudadanos, familias y sociedades
basados en la paz y la armonía de ahimsa, el Dharma y la verdad de nuestras
verdaderas esencias en armonía con el mundo.
[ii] Bhikkhu
Bodhi (trans) ‘The Buddha’s teachings on social and communal harmony: An
Anthology of Discourses from the Pali Cannon,’ (Wisdom Publications: United
States, 2016), P.60
[iii] Bhikkhu
Nanamoli and Bhikkhu Bodhi (trans) ‘The Middle Length Discourses of The Buddha:
A New Translation of the Majjhima Nikaya’. (Wisdom Publications: Boston, United
States, 1995), Pp. 710-717 in Donald S Lopez, Jr (editor) ‘Buddhist Scriptures’
(The Penguin Group: London, UK, 2004). Pp. 252-261
[iv] Lee Clarke. The Importance of Ahimsa non-violence in
Buddhism. Buddha Weekly
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