Buscando al Buddha:
Una fábula sobre la bondad y la generosidad.
Tres monjes buscaban afanosamente encontrar a Buddha y juntos emprendieron su marcha tras él. Querían oír de su propia boca sus enseñanzas, querían estar cerca de él, verlo, tocarlo, pensaban que si perdían esta ocasión jamás tendrían otra oportunidad igual, ya que les habían dicho que Buddha
estaría en una ciudad próxima. Emprendieron la marcha, pero les sorprendió una
tormenta y un bondadoso pastor les dio refugio; al día siguiente, los monjes
ansiosos re-emprendieron su marcha, pero el tercero, quizás por su juventud, iba
casi siempre rezagado, y se dio cuenta que la tormenta había dispersado el
rebaño del bondadoso pastor y que él solo nunca podría reunirlas. Así que el
joven monje se quedó y ayudó al pastor a reunir su rebaño, hecho que le retrasó
tres días. Cuando emprendió la marcha los otros monjes estaban ya lejos, y
siguiendo sus huellas pasó por una granja donde una mujer le dio de beber, al
mismo tiempo que le contaba que se había quedado viuda con tres hijos pequeños
y no sabía cómo hacer para recoger su cosecha a tiempo. El monje se compadeció
de la mujer, y aún a riesgo de perder la pista de Buddha, decidió ayudarla en
esa ardua tarea que duró muchos días. Cuando terminó, el monje pensó ¡por fin!
Si ando más deprisa quizás alcance a mis compañeros. Unos lugareños le dijeron
que Buddha se dirigía hacia una ciudad cercana y, presto fue tras él. Pero al
pasar cerca de un río, oyó pedir auxilio a una pareja de ancianos que se habían
caído de su barca, les ayudó a salir del agua, les abrigó y les buscó comida, y
cuando ya estaban recuperados, siguió su marcha. Y, así fueron pasando los
años, siempre encontraba a alguien en apuros y, siempre su bondadoso corazón le
hacía retrasar lo que más deseaba ayudando a los demás. Finalmente, supo que
Buddha iba a estar en Vaishali (ciudad que eligió Buddha para morir), apenas a
unos pocos kilómetros de donde se encontraba; así que recogió sus pocas
pertenencias, y rápidamente se dirigió hacia donde creía iba a encontrar por
fin a Buddha, con la firme decisión de no volver a detenerse por nada. A la
entrada de la ciudad, junto a un árbol, se topó con un perro herido, le miró y
se dijo no puedo auxiliarle, si lo hago perderé esta última oportunidad; pero,
por otra parte, ¿cómo presentarme ante Buddha sabiendo que el perro moriría si
no lo cuido? Dio apenas unos pasos y retrocedió, su mente nunca viviría en paz
si le dejaba. Así, le lavó sus heridas, le dio de beber, de comer, le abrigó,
le cuidó, y veló su sueño; a la mañana siguiente el perro se había recuperado.
El monje lloró desesperadamente al ver que había perdido su última oportunidad,
nunca podré encontrarle dijo. No sigas buscándome, porque me has encontrado, en ese momento la figura del perro se llenó de luz y tomó la forma de Buddha.
Nunca me hubieras encontrado si no hubieras auxiliado a este perro. Mientras
haya almas como la tuya, deseosos por ayudar a los demás, siempre estará vivo
el Espíritu de Buddha. Y, así, sin saber que día a día estaba alcanzando su meta,
su meta alcanzó a este bondadoso monje.
Bibliografía
Sepúlveda, Boris Cárdenas. Buddha Para Niños. CANAH, 2017.
Bibliografía
Sepúlveda, Boris Cárdenas. Buddha Para Niños. CANAH, 2017.
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